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Santiago Abascal, Ignacio Garriga y miembros del equipo de Vox en Cataluña

Santiago Abascal, Ignacio Garriga y miembros del equipo de Vox en CataluñaEuropa Press

La importancia para Vox de mantener sus escaños en País Vasco y Cataluña más allá de unas elecciones

Lejos de perder votos, ganó apoyos, los suficientes para reivindicar que el partido no se hunde frente a aquellos que decretan en los últimos tiempos «la muerte de Vox»

La desconfianza de Vox en las encuestas y los sondeos de estimación de voto existe prácticamente desde sus orígenes. La primera vez que entró en un Parlamento autonómico, en el de Andalucía, en diciembre de 2018, lo hizo con 12 escaños, cuando semanas antes los pronósticos no auguraban para él más de cuatro diputados, en el mejor de los casos.

En estos últimos meses se han celebrado tres procesos electorales, en buena medida entendidos en clave nacional, y todos ellos han sido vistos también como una especie de prueba de fuego para Vox, un examen para medir su aguante, después de que el año pasado, aun habiendo crecido de forma significativa a nivel autonómico y municipal el 28-M, en las generales perdieran 19 escaños –que atribuyeron entre otras cosas a la llamada al voto útil del PP para desbancar a Pedro Sánchez del Gobierno–,

Primero, Galicia. Aquí, si bien no consiguieron escaño, la formación valoró haber crecido respecto a las últimas elecciones, de 26.797 votos que lograron en 2020 a 31.694 en febrero, y ello pese a no contar con una estructura organizativa como hay en otras regiones ni con apenas implantación territorial.

Después, el País Vasco. Era clave mantener el escaño por Álava que habían logrado cuatro años antes para hacer oír sus propuestas en el Parlamento, y hasta el comienzo del escrutinio hubo muchos que, como vaticinaban la mayoría de los sondeos, pensaban que perderían la representación. Sin embargo, el 21 de abril lo retuvieron y crecieron más de 4.000 votos respecto a 2020, hasta superar los 21.000 apoyos.

Y hace unos días, Cataluña. Esta es la región donde tiene una mayor implantación y quizá el equipo más autónomo. Aquí, como destacaban fuentes de la dirección nacional antes de la cita electoral, el partido está «normalizado», es una parte más de Cataluña. Se habían marcado el objetivo de consolidar la fuerza que lograron en 2021 y no descartaban la posibilidad de, aun subiendo en porcentaje de voto, perder un escaño. El 12 de mayo, aunque perdieron el sorpasso al PP, mantuvieron los 11 diputados y ascendieron hasta los casi 250.000 apoyos. Un cuarto de millón, como recalcó Vox.

No ha perdido votos ni un solo escaño. Ha sido una forma de reivindicar que el partido no se hunde. «Parece que tampoco nos hemos muerto de esta. Parece que lo de matar a Vox no va a ser tan fácil», ironizó Santiago Abascal la noche electoral desde Barcelona criticando los pronósticos y defendiendo que en las europeas, la cita más próxima, y en toda convocatoria electoral futura también aumentarán en voto y en porcentaje. «Que lo tengan claro todos aquellos que sueñan todos los días con que vosotros desaparezcáis y con que abandonéis vuestras ideas y arriéis vuestras banderas», sostuvo.

Voto transversal

Si una cosa le ha reprochado Vox al PP es que, de alguna forma, se arrogue su electorado. En esta última campaña los dirigentes de la formación recriminaron a Alberto Núñez Feijóo su llamada a concentrar el voto en los populares, pese a que en este caso Vox tenía siete escaños más.

Lo cierto es que nació en 2014 –con el PP gobernando con mayoría absoluta–, al entender que una parte de su electorado había dejado de sentirse representada por él. Abascal lo ha apuntado en varias de sus intervenciones públicas en estos años. Sin embargo, desde Vox defienden que entre sus votantes hoy hay muchos procedentes de la abstención, otros procedentes de otras opciones políticas, incluso de la izquierda, o mucho voto joven que hasta ahora no había podido votar. Por eso en Vox aseguran huir de las etiquetas políticas. «Es inclasificable en los términos de la vieja política», apuntan fuentes del partido.

Que en estas citas electorales Vox haya seguido creciendo y no haya bajado ni en votos ni en escaños pese a la subida del PP, a su juicio, vendría a evidenciar que sus electorados son distintos, como lo son sus proyectos políticos. «Estas elecciones deberían servir para hacer una reflexión general de que, más allá de que hay un PP, Vox, no hay vasos comunicantes», subrayó Ignacio Garriga este lunes. El secretario general de la formación incidió en que ambos han crecido y suman más diputados que los que han aglutinado los populares en su mejor etapa en Cataluña, 26 frente a 19. «Hay que olvidarse de esos vasos comunicantes, somos partidos diferentes», insistió.

Proyecto a largo plazo

Cuando Abascal fue reelegido presidente del partido el pasado enero, erigió a Vox como un proyecto político nacido de unas convicciones profundas. Lo dijo para diferenciar el futuro que cree que le cabe esperar a Vox frente al de partidos como Ciudadanos o Podemos, partidos de la nueva política que han desaparecido del panorama nacional, en el caso del primero, o resisten de manera muy residual, en el caso del segundo. «Nosotros no somos una moda naranja ni una piara de amigos comunistas de la universidad», recalcó entonces.

En el mensaje en el que hacen hincapié los dirigentes de Vox es que no es algo temporal, sino que es un proyecto «de continuidad», a largo plazo. Así, el crecimiento, en algún caso más significativo, en otro más ligero, en estas elecciones vendría a ratificar ese avance, que además asemejan al que se está viendo a nivel internacional por parte de formaciones de otros países de Europa y América con las que comparten planteamientos que han irrumpido con fuerza o que hoy ya gobiernan en algunos casos, como Giorgia Meloni en Italia o Javier Milei en Argentina.

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