Irreconciliables
El cisma total entre Abascal y Feijóo pone en jaque la estabilidad de seis gobiernos regionales
Los populares se preparan para aguantar en Baleares y para gobernar en solitario en las otras cinco, prorrogando los presupuestos de este año si hace falta. Vox vuelve a la oposición
Santiago Abascal consumó este jueves su decisión de romper los cinco gobiernos de coalición con el PP y el apoyo al Ejecutivo de Baleares, en respuesta al visto bueno de Alberto Núñez Feijóo y sus presidentes regionales a la acogida de 110 menores extranjeros no acompañados (de momento): 30 en Extremadura, 23 en la Comunidad Valenciana, 21 en Castilla y León, 20 en Aragón y 16 en la Región de Murcia.
El líder de Vox oficializó su postura después de un Comité Ejecutivo Nacional al que ya fue con la decisión tomada. De hecho, por la mañana, en los gobiernos regionales afectados hubo muchas caras largas entre los suyos y escenas de despedida. Todos conocían el desenlace, aunque no todos lo entendían ni compartían.
Durante toda la jornada, en los cenáculos políticos se especuló con la posibilidad de que alguno de los consejeros independientes nombrados por Vox decida quedarse, abriendo así una grieta en las filas de Abascal. Por ejemplo, el consejero de Cultura, Turismo y Deporte de la Junta de Castilla y León, Gonzalo Santoja. Fuentes de la dirección del partido reconocían esa posibilidad, pero sin darle importancia. Los pata negra de Vox se irán uno tras otro. Los primeros, los cuatro vicepresidentes en Castilla y León, Murcia, Aragón y Comunidad Valenciana.
El plan de los cinco presidentes
El plan del PP pasa por reestructurar los ejecutivos afectados y gobernar en minoría en las cinco comunidades, que es lo que pretendieron los populares después de las elecciones de mayo de 2023 y no pudieron hacer porque los votos no les daban. Cabe recordar el caso de Extremadura, donde María Guardiola se resistió a la entrada de Vox en su equipo y acabó cediendo un consejero, en medio de un enorme desgaste.
En todos ellos, los acuerdos con el partido de Abascal permitieron a los presidentes Carlos Mazón, Jorge Azcón, María Guardiola, Fernando López Miras y Alfonso Fernández Mañueco aprobar los Presupuestos de 2024. Los barones regionales consultados por El Debate se muestran tranquilos en ese sentido: si Vox no quiere aprobarles las cuentas de 2025, podrán prorrogar las de este año. Además, el PSOE no puede conformar mayorías alternativas para presentar mociones de censura. Y los presidentes tienen en su poder el botón rojo de la convocatoria electoral. Aunque, de momento, ninguno de ellos se plantea el adelanto. Ni siquiera el castellano y leonés, donde la legislatura acaba antes, en diciembre de 2025.
En principio, la ruptura no debería afectar a los ayuntamientos donde el PP y Vox gobiernan juntos, unos 140. Sin embargo, en los últimos meses en varios de ellos ha habido turbulencias: en Valencia, Burgos, Ciudad Real, Torrelodones más recientemente… Por no hablar del intento fallido de Vox de entrar en el equipo de gobierno del Ayuntamiento de Sevilla, frenado en seco por Juanma Moreno. No obstante, no es descartable que Abascal decida doblar la apuesta.
Irónicamente, durante este curso el PP y Vox han sabido mantener cierta paz en las coaliciones regionales, a diferencia su mala relación en el ámbito nacional. Ambas partes estaban razonablemente satisfechas con el funcionamiento de esos gobiernos. Este jueves, sin ir más lejos, en las Cortes valencianas los dos partidos aprobaron la Ley de Concordia y Mazón y su hasta ahora vicepresidente, Vicente Barrera, se fundieron en un abrazo. De hecho, en todo momento Abascal ha culpado de esta ruptura a Alberto Núñez Feijóo, por imponer a sus presidentes regionales una cuota de menores no acompañados.
Desde septiembre, la relación entre Feijóo y Abascal ha tenido un único momento bueno: el acuerdo puntual que ambos sellaron para la investidura fallida del presidente del PP. En diciembre se produjo un desencuentro importante entre ambos partidos por el pacto entre socialistas y populares para repartirse los puestos de dirección en las comisiones parlamentarias del Congreso. Y el año nuevo, con el intenso ciclo electoral (gallegas, vascas, catalanas y europeas), trajo más tempestades.
En la campaña de las catalanas, Abascal envió a Feijóo una carta a través de la prensa en la que le animaba a «superar esa obsesión con Vox» y juntos «construir una alternativa viable y urgente». Después llegó el acuerdo entre el PSOE y el PP para renovar el CGPJ y el líder de Vox le acusó de traicionar a sus votantes.
¿El movimiento de Abascal ha sido parte de una estrategia o los acontecimientos se han precipitado?
Queda, sobre todo, una pregunta en el aire: si la actuación de Abascal responde a una estrategia planeada para revitalizar la marca Vox, más después de la irrupción de Alvise; o si los acontecimientos se precipitaron a raíz de sus primeras advertencias al PP sobre los menores no acompañados. Lo cierto es que este movimiento se ha producido días después de otro muy importante en el ámbito europeo: el portazo de Vox a Giorgia Meloni y su marcha al grupo del húngaro Víktor Orbán, en el que también estará la francesa Marine Le Pen.
«Es evidente que han cambiado de estrategia. Han decidido dejar de torear, quedarse detrás de la barrera y dedicarse a silbar a los que seguimos toreando», señala un presidente regional del PP, en alusión a la renuncia de Vox a gestionar y su paso a la oposición. Donde también está el PSOE.
Entretanto, en el otro lado del muro de Pedro Sánchez están atónitos, tratando de definir una nueva estrategia. El martes, la portavoz del Gobierno lanzó un reto a Feijóo desde la Moncloa, sin sospechar siquiera cuál iba a ser el desenlace: «Ha llegado el momento de que el señor Feijóo rompa ya de una vez con la ultraderecha en este país. Y rompa esos gobiernos que tiene en cinco comunidades autónomas y más de 140 ayuntamientos», señaló Pilar Alegría.