Abascal sacude el tablero y Sánchez y Feijóo se preparan para mover sus siguientes fichas
Si no hay generales en octubre, como parece, en la legislatura aparentemente no cambiará nada, pero sí lo hará: más pactos entre el PSOE y el PP y el acercamiento silente de Feijóo al PNV y a Junts
Dicen que los niños vienen con un pan debajo del brazo. Sin embargo, el quinto hijo de Santiago Abascal llega en medio del momento de mayor cuestionamiento interno a su liderazgo, fruto de su decisión de hacer saltar por los aires los gobiernos regionales con el PP. Los cuadros territoriales del partido están desconcertados, tratando de entender a qué razones superiores obedece semejante salto al vacío.
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Las hay. Y tienen que ver con el movimiento estratégico que Vox hizo pocos días antes al abandonar el grupo europeo de Giorgia Meloni para alistarse en las filas de Patriotas por Europa, encabezado por Viktor Orbán. El mismo día en que se hizo pública la alianza –5 de julio–, el primer ministro húngaro viajaba a Moscú para reunirse con Vladimir Putin. Un encuentro que soliviantó a la dirigencia de la UE. Solo hay que unir los puntos.
Con este escenario, parece cuestión de tiempo que Abascal y su reducido núcleo duro decidan también romper con el PP en los ayuntamientos, cerrando por completo el capítulo de sus alianzas con el partido de Alberto Núñez Feijóo. Los alcaldes del PP que gobiernan en coalición con Vox ya están poniéndose la venda para cuando llegue la herida.
El curso político empezó con una alianza puntual entre Feijóo y Abascal para la investidura fallida del líder popular y termina con la voladura de todos los puentes entre ambos partidos de la derecha. En el PP presumen de que Vox se lo ha puesto «a huevo» para reafirmarse como la única alternativa posible a Pedro Sánchez y consolidarse en el centro del espectro político, ante un presidente cada vez más escorado a la izquierda.
Las consecuencias
Más allá de lecturas internas, ¿qué consecuencias tiene la decisión de Abascal en el corto y medio plazo? De entrada, dependerá de si hay elecciones generales en octubre o no. Un escenario que cada vez parece menos posible, dado que la vuelta de la comandante en jefe de ERC a España el pasado viernes, Marta Rovira –una vez archivada la causa de Tsunami Democràtic–, acerca el acuerdo con el PSC y la investidura de Salvador Illa como presidente catalán.
En cualquier caso, si las hubiera Sánchez ya no podría utilizar el anzuelo de los pactos del PP con la ultraderecha, como lo usó en las elecciones generales de julio de 2023 y en las europeas de junio de 2024. El «muro de democracia, de convivencia y de tolerancia» que prometió levantar en su discurso de investidura nunca tuvo sentido, pero ahora menos. En cambio, el PP sí dispondría la baza del voto útil contra el sanchismo, más después de la espantada de Vox.
Si la legislatura continúa más allá de octubre como parece, aunque sea a trompicones, en el Gobierno aparentemente seguirá todo más o menos igual, con Sánchez dependiendo de un partido que obtuvo el 1,6 % de los votos, 392.634, en las elecciones generales: Junts. Los socialistas ya van dejando caer que no son tan suicidas como para presentar los Presupuestos de 2025 para que Carlos Puigdemont se dé el gustazo de tumbárselos, lo que irremediablemente abocaría al presidente a convocar elecciones (ahí sí). Así que hay muchas posibilidades de que vuelvan a prorrogar los de 2023.
Aunque Sánchez siga teniendo los mismos socios de legislatura, sin comicios de por medio vendrán más acuerdos con Feijóo. Cabe recordar que el bipartidismo sumó el 64,75 % de las papeletas en los comicios de julio del año pasado; y un 64,4 % en las recientes europeas del 9 junio.
Algunos acuerdos serán para repartirse cargos. En este sentido, el del Banco de España es inminente: que el PSOE haya postulado al ministro José Luis Escrivá, conociendo de sobra que el PP no iba a aceptar «otro Tezanos en el Banco de España», es una jugada de manual: por delante te mando el inaceptable para que después me aceptes al menos malo. O a la menos mala, porque encabeza las quinielas una mujer, Paula Conthe.
Pero también seguirán los acuerdos en el ámbito parlamentario. La reforma de la Ley de Extranjería solo puede salir con el apoyo del PP, lo mismo que la de la Ley del Suelo. Esta última es una demanda de los alcaldes, y el PP es el que ahora preside la Federación Española de Municipios y Provincias. Además, la renovación del Pacto de Estado contra la Violencia de Género avanza a buen ritmo.
Hay tres leyes que están a punto de salir del horno del Congreso sin el voto en contra del PP… pero tampoco de Vox. Se trata de Ley del Derecho de Defensa y las leyes básicas para agentes y bomberos forestales. A finales de junio, el partido de Abascal tampoco se opuso a la convalidación de dos decretos ley del Gobierno: el de la reforma del subsidio de desempleo, salido del Ministerio de Yolanda Díaz; y el que articula el programa Verano Joven, con descuentos para que los jóvenes viajen en tren por España y el resto de Europa.
Y mientras, por lo bajini, Feijóo irá trabajándose la relación con el PNV y con Junts. En el caso vasco, al comienzo del curso se produjo una escena interesante entre Feijóo y el portavoz del PNV en el Congreso durante el debate de investidura del primero. Aitor Esteban le dijo por dos veces que «con estos mimbres, no», en alusión al apoyo de Vox a su investidura, pero que el maratón es muy largo. «Seguiremos, porque esto es un maratón, y seguiremos hablando». Y Feijóo contestó: «Le tengo tanto respeto al PNV que jamás le utilizaría como un kleenex».
En el caso catalán, los populares saben que no hay nada que hacer mientras Puigdemont siga al frente. Pero es que el final de Puigdemont puede estar cerca si la investidura de Illa acaba provocando una implosión en Junts. En la última entrevista que Feijóo concedió a El Debate, en la campaña de las elecciones catalanas, este periódico le preguntó si tenía alguna esperanza de que vuelva la antigua Convergència o aquel PNV con el que el PP pactaba. Y ésta fue su respuesta: «Yo no pierdo la fe en que mi país vuelva a políticas de Estado y en que cuando Sánchez se vaya el PSOE vuelva a ser un partido de Estado. Pero tampoco soy tan ingenuo para pensar que mientras Sánchez esté pueda ser el PSOE un partido de Estado. Tampoco pierdo la esperanza de que los partidos nacionalistas vuelvan a la ley. Podrán discrepar de ella, pero que la cumplan. Pero tampoco soy tan ingenuo como para decirle que, mientras los actuales responsables de los partidos separatistas catalanes sigan, no va a ser posible». A buen entendedor, pocas palabras bastan.