Los designios de Sánchez
Dos teorías sobre el ascenso de Óscar López: ¿Premio o jugada maquiavélica de Sánchez?
El hasta ahora jefe de Gabinete del presidente ha pertenecido a su más estrecho círculo de confianza durante tres años. De la noche a la mañana, éste ha decidido alejarlo de él
Como líder del PSOE de Castilla y León, Óscar López nunca ganó nada. Como secretario de Organización del PSOE en tiempos de Alfredo Pérez Rubalcaba tampoco, más allá de disgustos. Pero como amigo de Pedro Sánchez sí, mucho. Tanto como para sentarse a la mesa del Consejo de Ministros, ocupando el lugar de José Luis Escrivá.
El que fue antecesor de López como jefe de Gabinete del presidente, Iván Redondo, siempre quiso ser ministro y no lo consiguió. López lo ha logrado en tres años. La suya será la cartera de Transformación Digital y Función Pública, un ministerio que Sánchez fabricó a Escrivá el pasado noviembre (cogiendo un pedazo de Economía y otro pedazo de Hacienda) para mantenerlo en la primera línea hasta que llegara el momento de mudarse al Banco de España.
Con Sánchez nunca se sabe si un ascenso es un premio o una manera de deshacerse de alguien. Porque López venía siendo una de las personas del círculo de confianza del presidente y, de la noche a la mañana, éste ha decidido alejarlo de él.
Una de dos. O Sánchez se ha sacrificado y prescindido de su jefe de Gabinete para que López cumpliera el sueño de ser ministro o es una de sus jugadas maquiavélicas: tal vez quería dar un aire nuevo aire al Gabinete de la Presidencia, como paso previo a la remodelación del Gobierno que prepara para otoño.
En este sentido, resulta llamativo que el nuevo jefe del Gabinete no sea el hasta ahora número dos de López, Antonio Hernando, lo que habría garantizado el continuismo. Por el contrario, el elegido es el secretario general de Políticas Públicas, Asuntos Europeos y Prospectiva Estratégica de Presidencia, Diego Rubio. Una persona que, por cierto, llegó a la Moncloa en 2020 de la mano de Redondo, a quien conoció en Extremadura.
La historia de López es la de un hombre de partido; un chico de José Blanco, como les llamaban a él, a Sánchez y a Hernando en tiempos de José Luis Rodríguez. Las primarias de 2017 -que más parecieron una guerra civil dentro del PSOE- rompieron una amistad de años, porque López apostó por la candidatura de Patxi López, uno de los rivales de Sánchez.
El tiempo fue curando algunas heridas y, cuando llegó a la Moncloa tras ganar la moción de censura, el líder socialista concedió a Óscar López una especie de retiro dorado en Paradores. Pero por entonces quedaba mucho por cicatrizar. En los meses previos al verano de 2021 se produjo la reconciliación total de dos amigos que, allá por los noventa, trabaron relación como asesores del grupo parlamentario socialista en la Eurocámara. Y en julio de ese año, Sánchez recuperó a López para su causa y se lo llevó a la Moncloa.
Desde entonces ha estado en todas las grandes decisiones de Sánchez. Empezando por el adelanto de las generales, que el presidente ideó junto a un pequeño círculo de confianza en la madrugada del 29 de mayo de 2023. No obstante, cuando el presidente decidió tomarse cinco días para replantearse si seguir o dimitir (eso argumentó) tampoco a López le cogía el teléfono. La elección de Ana Redondo como ministra de Igualdad fue a sugerencia del nuevo ministro: Redondo fue la portavoz del PSOE en las Cortes de Castilla y León cuando López era el secretario general del PSOECyL.
Hombre discreto, templado y gran conocedor de su partido, como líder político no le fue bien. Llegó a la Secretaría General del PSOE de Castilla y León en septiembre de 2008, con la misión de acabar con 21 años de gobiernos del PP. Pero en las elecciones autonómicas de 2011 se pegó un gran batacazo ante el popular Juan Vicente Herrera e incluso perdió cuatro escaños respecto a su antecesor, Ángel Villalba. Lo orgánico siempre se le dio mejor. Lo digital, que será su campo ahora, no se sabe.