Cinco días tras la DANA: el colapso de la burocracia y el resurgir de la solidaridad ciudadana
Cinco días después de que el barro cubriera no solo las calles de Valencia, sino también el ánimo de quienes acudieron a ayudar, el balance de la tragedia no solo se mide en términos materiales. Las críticas a la gestión de las administraciones han puesto de manifiesto una dura realidad: un sistema burocrático obeso y lento que no ha sido capaz de ofrecer una respuesta rápida en el momento en que se necesitaba.
En lugar de facilitar el acceso a la ayuda, las duplicidades administrativas y la falta de coordinación entre distintos niveles de gobierno se volvieron un obstáculo. La maquinaria del Estado, diseñada para servir a los ciudadanos, ha demostrado que necesita una revisión profunda y una reducción de cargas para poder responder con mayor agilidad y efectividad.
Sin embargo, junto a esta reflexión negativa surge una lectura positiva, personificada en la movilización espontánea y sincera de los ciudadanos. Han sido los voluntarios, personas de a pie, quienes tomaron el relevo, quienes actuaron sin esperar directrices ni papeles.
Especialmente notable ha sido la actuación de los jóvenes, a menudo estigmatizados por su supuesta falta de interés o compromiso. En esta tragedia, han demostrado no solo valentía y determinación, sino un sentido de humanidad y solidaridad que trasciende cualquier estereotipo. Se han convertido en el verdadero sostén de la ayuda y en el rostro de la esperanza en medio de la tragedia.
Este evento deja dos lecciones claras. Por un lado, la urgente necesidad de replantear y adelgazar un aparato burocrático que a menudo se convierte en una carga. Por otro, el ejemplo inspirador de una juventud que, frente a la adversidad, se muestra como una generación comprometida y preparada. Frente a la ineficacia administrativa, la solidaridad ciudadana emerge como el auténtico motor de cambio.