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Montaje Ángel Víctor Torres

Lucía Martel

El perfil

Torres, el mojo picón de todas las tramas

Es evidente, pues, que este licenciado en Filología Hispánica y profesor de instituto hasta que con 33 años entró en política como concejal de su pueblo grancanario y alcalde después, tiene una espada de Damocles llamada Ábalos

El retrato que está haciendo Víctor de Aldama de su tocayo, Ángel Víctor Torres Pérez (Arucas, Las Palmas, 58 años) es demoledor. A la espera de que lo demuestre, el comisionista asegura que el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Rudolph para los compinches, le reclamó cuando era presidente canario, y a través de Koldo García, una mordida de 50.000 euros por la adjudicación de material sanitario a la mercantil Soluciones de Gestión durante la pandemia. Además de un segundo contrato sanitario con otra empresa implicada para surtir de test PCR a los hospitales públicos. En las conversaciones de Aldama y Koldo, volcadas por la UCO, el primero le dice al hombre para todo de Ábalos que Torres «es muy importante y nos debe una grandísima». El intermediario se refiere a las gestiones que habría realizado con anterioridad facilitando pisos para encuentros de diversa naturaleza en los que participaba Torres junto a otras personas. Citas que se desarrollaban recurrentemente en un piso de la calle Atocha, según Aldama.

Es evidente, pues, que este licenciado en Filología Hispánica y profesor de instituto hasta que con 33 años entró en política como concejal de su pueblo grancanario y alcalde después, tiene una espada de Damocles llamada Ábalos. Cuando la red corrupta intentó ampliar su radio de acción lo hizo en aquellos territorios donde el presidente autonómico era fiel militante sanchista. Por eso negoció con las islas Baleares de Francina Armengol y con las Canarias de Torres. Allí los acólitos del presidente fueron sensibles a los intereses espurios de los corruptos, porque sabían que detrás de las peticiones de Koldo estaba la mano derecha y ministro plenipotenciario de Sánchez. Cuando a Torres le preguntaron en la comisión del Congreso sobre sus contratos de mascarillas con Koldo dijo que no recordaba relaciones con los empresarios salpicados. Luego tuvo que desdecirse en el Senado; no había hablado con el guardaespaldas de Ábalos de mascarillas, pero sí de PCR. De hecho, bajo su mandato el servicio canario de Salud pagó 6,8 millones por mascarillas y la mayoría no cumplió con los requisitos sanitarios. El hoy ministro no rescindió el contrato, sino que negoció una rebaja.

Torres, que jugó en el equipo de futbol del Arucas, lo ha sido todo en la política canaria. Concejal, alcalde, jefe de la oposición, vicepresidente primero y presidente en 2019 hasta que, en las elecciones de 2023, un acuerdo entre la Coalición Canaria de Fernando Clavijo y el PP le desalojaron del poder, tras haber ganado las autonómicas. Cuando perdió la presidencia, Sánchez quiso recompensarlo incluyéndolo en las listas nacionales del 23 de julio, pero Torres prefirió quedarse unos meses en la oposición canaria y desde allí rindió servicios cruciales a su jefe. Él fue el que negoció y consiguió el voto del diputado de CC en la investidura de Sánchez y el apoyo en el Congreso de este partido a todas sus leyes, excepto a la de amnistía. Así que, en la conformación del nuevo Ejecutivo, el presidente no dudó en nombrarlo ministro. Sin embargo, Torres no oculta que quiere volver a ser jefe insular después de los comicios de 2027.

Así que en noviembre del año pasado tuvo que abandonar su residencia canaria e instalarse en Madrid, aunque pocos días a la semana. Los medios que han analizado su agenda han comprobado que más de sesenta días de lo que va de año los ha pasado en su tierra, haciendo coincidir sus fines de semana con actos políticos, que no institucionales, en su adorada Gran Canaria. Suele tener una nutrida agenda autonómica los jueves, viernes y lunes, lo que le permite pernoctar los fines de semana largos en su casa. Allí tiene a su mujer, psicóloga de profesión y con cargo en el Ayuntamiento de Arucas, donde se conoció la pareja, y a su único hijo.

La fama de buen gestor que le reconocen sus compañeros se debe a que le tocó decidir sobre un terrible incendio forestal en su Gran Canaria, la quiebra de uno de los touroperadores más importantes para el archipiélago, Thomas Cook, además de la pandemia y la erupción del volcán de La Palma. Sin embargo, en su debe está que las ayudas prometidas en las reiteradas y propagandísticas visitas del líder de Ferraz, no han llegado a la gente y su última contribución al sanchismo, que no a España, fue desentenderse del problema de los menores no acompañados que llegan a las islas. De hecho, el presidente Clavijo ha intentado su intermediación para que el Gobierno central ayude a las islas a sobrellevar ese problema y, según el PP y CC, no ha hecho otra cosa que entorpecer el acuerdo para desgastar al Ejecutivo que sucedió al suyo y hacer pagar a Coalición Canaria que se aliara con el PP para bloquear su continuidad en el Gobierno regional.

Hoy Torres pulula por los medios para desmentir su implicación en la corrupción que cerca a Moncloa. Pero esos enjuagues no le son nuevos. De su tierra y su partido vino Tito Berni. Según el sumario del «caso Mediador», un alto cargo del expresidente insular tuvo tratos con la trama de Berni a cambio de subvenciones públicas y de evitar sanciones administrativas abonando mordidas. Este perejil de todas las salsas, incluida el mojo picón, también se ha visto relacionado con el caso Hidrocarburos, por el que fue encarcelado Aldama. Ahora, como si hubiera naufragado en su querido Atlántico, Ángel Víctor no para de achicar agua para que su barca no se hunda.

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