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Los diputados de Junts, con Míriam Nogueras a la cabeza, se felicitan
Una coalición mal avenida
El hiperprotagonismo de Junts causa malestar y celos entre los demás socios del Gobierno
Ahora empiezan semanas claves para las negociaciones de la senda de estabilidad y de los Presupuestos, y ERC, Bildu, el BNG y el PNV se ven venir alguna nueva escenificación de Puigdemont
Carles Puigdemont por la mañana, Jordi Turull por la tarde, Míriam Nogueras por la noche. Junts a todas horas. Toda la actualidad política parece confluir en los postconvergentes. El hiperprotagonismo de Puigdemont y su partido en los avatares diarios del Gobierno tiene molestos a los socios de izquierdas de Pedro Sánchez. Tampoco el PNV está cómodo, porque los de Andoni Ortuzar prefieren la fórmula del a la chita callando.
Ahora empiezan semanas claves para las negociaciones de la senda de estabilidad y de los Presupuestos, y ERC, Bildu, el BNG y el PNV se ven venir alguna nueva escenificación de Junts. Lo dan por descontado, de hecho. Porque en la melé también está el traspaso integral de las competencias en materia de inmigración a Cataluña y control de fronteras que reclama Junts.
El partido de Puigdemont ya fue el que, el pasado septiembre, forzó al Ejecutivo a retirar de la tramitación parlamentaria la senda que había aprobado el Consejo de Ministros (los objetivos de deuda y déficit públicos) con el argumento de que quería más capacidad de endeudamiento para Cataluña. De aquellos polvos, estos lodos. Entonces, los demás reaccionaron diciendo a la vicepresidenta María Jesús Montero que si había nuevo reparto, ellos también querían su parte del pastel.
Podemos es otro cantar, porque los de Ione Belarra también van al choque constante contra el Gobierno desde que abandonaron el grupo parlamentario de Sumar y se establecieron por su cuenta. Pero los morados tienen cuatro votos en lugar de siete y no disponen de la carta que sí juega Junts: la de unir sus votos a los del PP cuando le viene bien. Aun así, Podemos hizo sudar a los socialistas en diciembre con el famoso paquete fiscal.A peor
El malestar entre los socios por las atenciones que reclama Puigdemont y las que le da Sánchez no es nuevo, pero ha ido a más en la última semana, tras lo sucedido con el acuerdo del nuevo decreto ómnibus, que excluyó medio centenar de medidas del anterior. «Es humo, pero es humo que vende en Cataluña. Y es un mal mensaje: joder a la gente tiene premio», lamentó el portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián, el martes al hilo de la actitud de Junts. El líder de Bildu en el Parlamento del País Vasco, Pello Otxandiano, se quejó de que Junts y el PNV «condicionan demasiado» el debate político en Madrid. Metió al PNV en la misma saca que a Junts por la rivalidad que se profesan Bildu y el PNV.
La escena de los ministros del PSOE y de Sumar en una sala anexa a la del Consejo de Ministros esperando el martes a que Puigdemont levantara el pulgar para poder empezar la reunión no fue gratificante para los socialistas, pero tampoco para sus aliados naturales, para el lado izquierdo del Frankenstein.
Ya el miércoles de la semana pasada, durante el debate del decreto ómnibus que fue derogado, varios portavoces recriminaron a Junts que estuviera poniendo al Ejecutivo contra las cuerdas en un asunto como el escudo social. «La ciudadanía no debe pagar por las tácticas partidistas de unos y otros», se quejó la portavoz de Bildu, Mertxe Aizpurua, apelando a que Junts entrara en razón —no fue el caso—.
Una especie huraña y particular
Nogueras y los otros seis parlamentarios de Junts en el Congreso se ocupan de marcar distancias con el resto de los aliados del presidente, también en las formas. En la Cámara Baja apenas se mezclan con los diputados de otros grupos, ya no digamos con los periodistas. Se prodigan lo menos posible, no usan la sala de prensa como el resto y únicamente emplean el catalán, aunque les pregunten en castellano. Son una especie huraña y muy particular dentro del ecosistema parlamentario.
Este jueves, uno de esos diputados, Jose Maria Cruset, compareció para felicitarse de que Repsol haya reactivado su inversión en Tarragona y jactarse de que, de no haber sido por Junts y sus siete votos, el PSOE, Sumar y ERC habrían dado al traste con ese proyecto millonario. Porque fue Junts, según recordó Cruset, el que tumbó el gravamen temporal a las energéticas (con la participación del PP, Vox y el PNV, pero de ellos no habló).
A todo ello se une la comunicación privilegiada que Junts tiene con el PSOE. Basta con que Puigdemont haga una señal para que el secretario de Organización de los socialistas, Santos Cerdán, se traslade a Suiza, Waterloo o donde haga falta para poner paños calientes.