
Otegi saluda al embajador chino
Otegi se encorbata para rendir pleitesía al embajador chino
Las veces que se han podido ver al exterrorista con corbata se cuentan con los dedos de una mano y sobran varios
Ni tan siquiera para reunirse con su idolatrado, Gerry Adams, exterrorista como él, Arnaldo Otegi se había plegado a ponerse una corbata en el cuello, símbolo de la más absoluta rendición a la burguesía para el mundo abertzale.
Sin embargo, este martes Otegi recibía nada más y nada menos que la visita del embajador de China en España. Y claro, la presencia del representante de la mayor dictadura de izquierdas merecía el saltarse su norma y colocarse una corbata.
Pocas veces se ha podido ver a Arnaldo Otegi con corbata. La más reciente, hace casi 6 años, cuando fue a México a visitar al revolucionario Cuautémoc Cárdenas. También se le vio cuando acudió en 2016 a Londres para encontrarse con el exjefe del Gabinete de Tony Blair y líder del grupo internacional que medió en el fin de ETA, Jonathan Powel, y un año más tarde, eso sí, para acudir al funeral y portar el féretro del miembro del grupo terrorista IRA, Martin McGuinness. Y para de contar, y de hacer memoria, no se recordará en otra ocasión a Otegi vistiendo una corbata.
Se podría pensar que la vestimenta de esta prenda formaba parte del protocolo obligatorio ante un embajador. Pero no. También el secretario general de los socialistas vascos, Eneko Andueza, se reunió con el embajador chino y lo hizo sin corbata alguna.Eso sí, por parte del dirigente comunista también se rindió cierta pleitesía hacia el líder abertzale al ser el embajador quien acudiera a la sede de Bildu para mantener este encuentro en lugar de ser Otegi quien se acercara al representante de China. Justo un rato antes había estado en la sede del Gobierno vasco para reunirse con el lendakari Pradales.
«No me considero ni pijo ni neoabertzale. Soy un independentista vasco, socialista y me declaro marxista, pese a que digan que soy socialdemócrata», afirmó Otegi en una entrevista realizada en 2016 como respuesta a las escisiones que se produjeron en Bildu acusándolo de haberse plegado al capitalismo por un sillón. Nueve años después, ahí lo tienen, encorbatado ante el comunismo chino.