Cádiz
Se traspasa la mítica Venta de Vargas, el templo flamenco donde Camarón «rompió la garganta» a Caracol
El establecimiento centenario busca comprador ante la falta de relevo generacional y el Ayuntamiento de San Fernando no descarta adquirirlo
Fue uno de esos momentos estelares que pasan inadvertidos y a la postres se alojan en los libros de historia. Camarón tenía apenas nueve años y era rubio como los crustáceos que se atrapan en la Isla. Un niño timorato de San Fernando, pobre, que vivía no lejos de la Venta de Vargas, a veinte minutos a pie. Su fama lo precedía y presagiaba, así que Juan Vargas, el dueño del establecimiento flamenco en la plaza que hoy lleva su nombre, se lo arrojó a Manolo Caracol un día de 1959. De ahí solo podía salir puerta grande o comisaria, pero, contra todo pronóstico, el cantaor lanzó un veredicto tibio, que se inclinaba a la condena: «No está mal, pero un gitano rubio no va a llegar a mucho en el cante».
Llegó a todo, claro, pero eso no se podía saber entonces. El siguiente encuentro en la Venta de Vargas marcaría el relevo inapelable en el trono del flamenco. Era 1969. Caracol ya iba de salida y Camarón acababa de conquistar Madrid desde el tablao de Torres Bermejas. Dicen que se batieron en duelo y la cosa quedó zanjada. A la muerte del artista, Félix Grande recordó esa noche épica en un artículo: «Un José Monje (sic) que canta con implacable poderío y que le está rompiendo la garganta a Manuel Ortega Juárez, Caracol».
La Venta de Vargas tendría un hueco en la historia solo por ese encuentro, una suerte de traspaso de cetro entre monarcas absolutos de dos épocas. Pero lo cierto es que la biografía de este local es más larga, hacia atrás o hacia adelante. Son más de cien años de vida, con distintos nombres, y con un futuro que empieza a partir de ahora: la venta se traspasa.
Sus famosas tortillitas
El primer establecimiento data de 1921. Entonces se llamaba Venta Eritaña. Es en 1937, cuando lo adquieren Catalina Pérez y Juan Vargas, que cambia a su nombre actual. En sus «madrugás flamencas» han participado todos los nombres señeros de las últimas décadas: Lola Flores, el Chato de la Isla, Chano Lobato, Rancapino, Sara Baras... Junto al flamenco, la comida: son antológicas sus tortillitas de camarones, las papas aliñás, la berza o el rabo de toro. En la Venta se come y se canta bien. O al menos hasta ahora.
La familia Picardo, propietaria desde hace 88 años, ha decidido poner a la venta el local por falta de relevo generacional. Lolo Picardo es la cuarta generación al frente de la Venta, pero confiesa que no habrá quinta: «La cosa se va poniendo más difícil porque nuestros hijos estudian carreras, ninguno ha salido con la vena de la hostelería ni con la del flamenco», explica en declaraciones a EFE.
Los Picardo esperan que aparezca un comprador que quiera seguir con la tradición del establecimiento: «Nos gustaría que no la cogiera una persona cualquiera, que haga un 'chino' allí. Buscamos a alguien con respeto, que le guste la hostelería y el flamenco, que quiera seguir haciendo de ella lo que es, un faro que alumbra el flamenco».
El Ayuntamiento, al quite
El negocio ya ha tenido ofertas, pero todavía no se ha concretado ninguna. La alcaldesa de San Fernando, Patricia Cavada, ha declarado que el Ayuntamiento estará al quite si no surge un comprador a la altura: «A esta ciudad le interesa que la Venta de Vargas siga siendo lo que es a día de hoy, un establecimiento de hostelería de primer nivel y, por supuesto, cualquier interesado en continuar con la actividad contará con la ayuda y el apoyo de este Ayuntamiento. Si esa opción no fuera posible, claramente a este Ayuntamiento le sería muy interesante contar con ese inmueble por sus características y su ubicación».
La alcaldesa entiende que la Venta podría ser una «extensión natural» del Centro de Interpretación de Camarón de la Isla. Podría ser un espacio expositivo o un lugar dedicado a los espectáculos. El Ayuntamiento, sea como sea, pretende homenajear a la familia Picardo por su aportación a la cultura de la localidad. Aquí se ha dado cita lo mejor del flamenco y aquí se gestó el mito de José Monge, que acabaría redibujando este arte con La leyenda del tiempo.