Casa Real Amnistía total para el separatismo, pero máxima exigencia para el Rey Juan Carlos
La doble vara de medir de Sánchez: exigía a la Corona que reforzara la transparencia y la ejemplaridad, y él borra ahora todos los delitos de sus socios separatistas
En julio de 2020 el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, exigió a la Corona que reforzara la «transparencia» y la «ejemplaridad» para garantizar su «estabilidad», tras las informaciones "inquietantes y perturbadoras”, decía, que se publicaban esos días sobre Don Juan Carlos.
Sánchez llegó a plantear la necesidad de una ley de la Corona para «modernizar» la Institución y adaptarla a las nuevas exigencias de los ciudadanos, porque las medidas de renovación que el nuevo Rey había puesto en marcha tras el relevo no le parecían suficientes. Y presionó en público y en privado a la Casa del Rey para que Don Juan Carlos abandonara el Palacio de La Zarzuela.
Menos de cuatro años después, Sánchez ya no quiere hablar de transparencia ni de ejemplaridad. El mismo presidente que exigía tanto a la Corona ha indultado ahora a delincuentes condenados, ha diseñado un Código Penal a la medida de sus socios y ha borrado con una ley de amnistía los delitos más graves a los independentistas que están pendientes de juicio.
Tanta «generosidad» con quienes han cometido delitos contrasta con la situación del Rey Don Juan Carlos, quien a sus 86 años no puede dormir, ni siquiera ocasionalmente, en la que ha sido su casa durante 58 años, el Palacio de La Zarzuela.
Don Juan Carlos no tiene ningún asunto judicial pendiente, porque regularizó su situación con Hacienda y los demás procesos se han ido resolviendo a su favor; el último, el pasado mes de octubre. Sin embargo, los socios del Gobierno acumulan condenas, multas millonarias y numerosos procesos judiciales por delitos tan graves como terrorismo, traición, sedición y malversación.
Una anomalía
El Rey padre no tiene intención de instalarse definitivamente en España, aunque de momento, tampoco regresará a Abu Dabi hasta otoño. Su plan es pasar esta temporada en Europa, con estancias en Suiza, donde vive su hija, la Infanta Doña Cristina, y desplazarse desde allí a España al menos una vez al mes.
Pero sigue siendo una anomalía que el anterior Jefe de Estado, el hombre que restauró la democracia tras el franquismo, no pueda quedarse a dormir en su antigua vivienda cuando viene a Madrid, como ocurrió el pasado 31 de octubre. Ese día asistió a la celebración familiar de la jura de la Princesa de Asturias y, al terminar la reunión, tuvo que dirigirse al aeropuerto y abandonar la ciudad.
La doble vara de medir de Sánchez ha llegado al extremo de que mientras modificaba el Código Penal para redactarlo a la medida de sus socios, mientras derogaba delitos y rebajaba penas para beneficiar a los separatistas, exigía una y otra vez explicaciones a Don Juan Carlos.
Noticias perturbadoras
Para Sánchez, las informaciones que llegaban de Don Juan Carlos hace tres años sí eran «inquietantes», pero no lo son las noticias que se publican estos días sobre su mujer, sobre la trama de mascarillas del caso PSOE ni sobre la presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, que tiene «todo el apoyo» del presidente del Gobierno.
También resulta paradójico que el presidente del Gobierno utilice el avión o helicóptero oficial para todos sus traslados, incluidos mítines, conciertos, bodas y vacaciones, utilizando como coartada algún pequeño acto oficial. Y que Don Juan Carlos tuviera que pagar a Hacienda más de 4 millones de euros por haber disfrutado de vuelos, valorados en 8 millones, que le regaló la Fundación Zagatka, propiedad de su primo Álvaro de Orleans. O que los amigos de Sánchez disfruten del Palacio de La Mareta (Lanzarote), que fue precisamente un regalo del Rey de Jordania a Don Juan Carlos, y de Las Marismillas (Doñana) sin que Hacienda lo considere un regalo en especie sujeto a tributación.
La Justicia era «igual para todos»
Cuando estalló el caso Nóos, y por muy doloroso que resultara para el Rey, la Infanta Doña Cristina se sentó en el banquillo y fue juzgada por la Audiencia de Palma, y su marido entonces, Iñaki Urdangarin, fue condenado y cumplió la pena en prisión. Como dijo el propio Don Juan Carlos, la Justicia entonces era «igual para todos», y a nadie se le pasaba por la cabeza cambiar las leyes por intereses personales, como ha hecho Pedro Sánchez.