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El Britannic navegó como buque hospital desde diciembre de 1915 hasta su hundimiento en noviembre de 1916 tras chocar con una mina

El Britannic navegó como buque hospital desde diciembre de 1915 hasta su hundimiento en noviembre de 1916

Casa Real  Así evitó Alfonso XIII que se bombardearan los buques-hospital en la I Guerra Mundial

El profesor Zorann Petrovici relata a El Debate la ingente labor humanitaria del bisabuelo del Rey, que «va mucho más allá de buscar soldados desaparecidos»

Poco a poco se van conociendo nuevos detalles de la gigantesca labor humanitaria que desarrolló el Rey Alfonso XIII hace un siglo desde el Palacio Real de Madrid, mientras el mundo se enfrentaba a los horrores de la I Guerra Mundial. Una labor que fue muy conocida y reconocida en Europa, hasta el punto de que Alfonso XIII fue nominado en dos ocasiones (1917 y 1933) para el premio Nobel de la Paz, pero de la que ni siquiera el propio Rey quería hablar porque la atribuía «a la generosidad cristiana de España».

Después, la República, la Guerra Civil y el paso del tiempo enterraron esta inmensa obra en el olvido hasta que algunos investigadores y escritores empezaron a recuperarla. Uno de ellos es Zorann Petrovici, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid y gran conocedor del ingente trabajo que se hacía en la Oficina de la Guerra Europea que montó Alfonso XIII en el Palacio Real para aliviar de alguna manera el sufrimiento de tantos seres humanos.

Un libro sobre la labor humanitaria

Petrovici está terminando de escribir un libro sobre la labor humanitaria del Rey durante la I Guerra Mundial, que próximamente publicará La Esfera de los Libros, y ha revisado los fondos de la Secretaría Particular de Alfonso XIII y de las Embajadas españolas en París y Berlín (albergados en el Archivo General de Palacio), documentación del Ministerio de Estado, así como archivos particulares como el del secretario particular de Alfonso XIII, Emilio María de Torres. «Todo el mundo ha destacado la labor de búsqueda de militares desaparecidos, que fue lo que ocupó la mayor parte del trabajo de la Oficina, pero la labor humanitaria del Rey fue mucho más allá», afirma.

Busto de Alfonso XIII ante una fotografía histórica de la Oficina de la Guerra Europea que instaló en el Palacio Real

Busto de Alfonso XIII ante una fotografía histórica de la Oficina de la Guerra Europea que instaló en el Palacio RealEuropa Press

Alfonso XIII «envió inspectores a los campos de prisioneros, intervino en canjes de prisioneros y repatriaciones, suministró miles de libros y revistas españoles a los prisioneros y jugó un papel esencial para que los buques-hospital dejaran de bombardearse».

Proteger los buques-hospital

Esta última labor es una de las menos conocidas: «Los buques-hospital solo podían trasladar heridos, material y personal sanitario. Pero los alemanes sospechaban que, abusando de su inmunidad, también llevaban a bordo militares y material bélico, lo que estaba prohibido por el Derecho internacional, y empezaron a torpedearlos. En respuesta, los aliados embarcaron en esos buques, como escudos humanos, a cien oficiales alemanes que tenían como prisioneros de guerra; y los germanos, a su vez, llevaron el triple de prisioneros aliados cerca de las líneas de fuego», relata el profesor.

El buque-hospital británico Lanfranc fue torpedeado por los alemanes en abril de 1917

El buque-hospital británico Lanfranc fue torpedeado por los alemanes en abril de 1917

Para frenar esa deriva, «pidieron la intervención de Alfonso XIII, que tenía un gran prestigio como figura neutral», añade Petrovici. «Llegaron a un acuerdo para que España enviara delegados militares que inspeccionaran los barcos y realizaran todo el trayecto a bordo como garantía de que se cumplían las exigencias del Derecho Internacional. Solo así se puso fin a esa escalada de violencia y se logró salvar miles de vidas», añade el investigador.

Se enviaron 40.000 libros en español

Otra de las labores desconocidas de Alfonso XIII fue el envío de libros y revistas a los soldados que caían prisioneros «para que no se les hiciera tan duro el encierro y la lejanía de los suyos». Cuenta Petrovici que «a los delegados españoles que inspeccionaban los campos de prisioneros para comprobar si reunían unas condiciones dignas, les pedían que llevaran libros en español porque algunos lo conocían y otros lo estaban aprendiendo. En Palacio interpretaron esto como una especie de renacimiento del hispanismo, que alegró sin duda al Rey, y con las donaciones de la Asociación de la Librería Española se llegaron a enviar unos 40.000 ejemplares y 4.000 números de revistas».

Expedientes de la Oficina de la Guerra Europea montada por Alfonso XIII en el Palacio Real

Expedientes de la Oficina de la Guerra Europea montada por Alfonso XIII en el Palacio RealEuropa Press

Hubo un interés constante por acomodar estas remesas a los gustos de los prisioneros y a su nivel de conocimiento del castellano, que a juzgar por la correspondencia que ha estudiado Petrovici, eran muy variados. En uno de los campos, los cautivos llegaron a representar la obra Los intereses creados, de Jacinto Benavente. Así, junto a los autores más antiguos (Cervantes, Lope de Vega…), recibían libros de Juan Valera, Pardo Bazán, Galdós, libros de arte, gramáticas o revistas ilustradas.

«Se les enviaban libros publicados antes de 1914 para que no aludieran a la guerra, porque todo se miraba con lupa y ponían muchas restricciones; aunque con Alfonso XIII, por ser quien era, se suavizaban las trabas y exigencias», añade el investigador.

Esos libros se inscribieron en «un universo formativo y de ocio impresionante que fue extendiéndose por los campos de prisioneros: se montaron bibliotecas, se organizaron actos culturales, como obras de teatro, cursos y escuelas de ciencia, historia y lenguas. Unos prisioneros daban clase a otros e, incluso, en algunos sitios se llegó a hablar de universidades y cátedras por el alcance que había tomado. Muchos veían en estas acciones una forma de dar utilidad a ese tiempo de internamiento cuando terminara la guerra».

Una de las cartas enviadas al Rey Alfonso XIII durante la I Guerra Mundial por europeos que le pedían ayuda

Una de las cartas enviadas al Rey Alfonso XIII durante la I Guerra Mundial por europeos que le pedían ayudaEuropa Press

Las cartas que llegaban a Palacio

Cuenta Petrovici que en el fondo de la Oficina de la Gran Guerra del Archivo del Palacio Real hay unos 180.000 expedientes, y que el Rey puso en marcha toda esta labor humanitaria porque empezó a recibir cartas de padres, madres, esposas, hijos, hermanos, novias y amigos de militares desaparecidos en el frente. Buscaban noticias de sus seres queridos y recurrían a Alfonso XIII para que les ayudara como Monarca de un país neutral.

Personal de la Oficina de la Guerra Europea que montó Alfonso XIII en el Palacio Real

Personal de la Oficina de la Guerra Europea que montó Alfonso XIII en el Palacio RealPatrimonio Nacional

Al principio, desde septiembre de 1914 a mayo de 1915, llegaban unas diez cartas al mes. Pero una mujer francesa que había encontrado a su marido acudió a la prensa a contarlo y, a partir de ese momento, se multiplicaron las peticiones a Alfonso XIII, quien destinó parte del presupuesto de su Casa a montar una Oficina dentro de su Secretaría particular en la que llegaron a trabajar 46 personas. En Palacio se guarda un recorte de prensa de aquella noticia cuyo título era: «Gracias al Rey de España esta mujer encuentra a su marido».

Un error histórico

Durante un siglo se ha sostenido que aquella información había sido publicada en La Petite Gironde y que la mujer francesa era una lavandera. “Lo siguen recogiendo así todas las informaciones y reportajes que se publican sobre este episodio. Pero ya en el libro La Gran Guerra en la España de Alfonso XIII, que coordiné junto a Carlos Sanz, Margarita Barral revelaba que tal noticia no aparecía en La Petite Gironde del 18 de junio de aquel año. Posteriormente hemos podido averiguar que quien la publicó primero fue Le Petit Journal (uno de los cuatro grandes diarios parisinos de la época) y al día siguiente fue reproducida por buena parte de la prensa de provincias, así como de otros países como Gran Bretaña, llegando a Alemania unas semanas más tarde», aclara el profesor.

Zorann Petrovici, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid

Zorann Petrovici, profesor de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid

Quedaba por saber a qué periódico pertenecía ese mítico recorte que se conserva en Palacio y, «tras compararlo con los distintos diarios franceses que recogieron la información aquellos días, he podido cerrar el círculo, comprobando que corresponde a la edición del 19 de junio de 1915 de La France de Bordeaux et du Sud-Ouest».

Un hombre clave junto al Rey

Junto al Rey hubo un hombre clave en esta gigantesca labor humanitaria, destaca Petrovici. Se trata de Emilio María de Torres, su secretario particular. Diplomático de carrera, en 1902 ya estaba en la Secretaría de la Reina y en 1908 en la del Rey. Sus competencias eran muy parecidas a las del actual jefe de la Casa del Rey.

Torres, además, tenía ascendiente sobre los diplomáticos José María Quiñones de León, hombre clave de la Embajada en Francia (que dirigirá entre 1918 y 1931), nacido en París y profundamente francófilo, y Luis Polo de Bernabé, embajador en Alemania, que era germanófilo a ultranza.

El futuro marqués de Torres de Mendoza fue un ejemplo de lealtad: renunció a volver a la carrera diplomática, se marchó con Alfonso XIII al exilio y le acompañó toda la vida. Murió en Roma nueve días antes que el Rey.

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