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El importante patrimonio inmobiliario que deja la izquierdista Marisa Paredes
La actriz deja un conjunto de hogares que representan su crecimiento personal y profesional
La muerte de Marisa Paredes, la reconocida actriz y presidenta de la Academia de Cine, a los 78 años, ha dejado una huella profunda en el cine español. Su legado, sin embargo, no se limita únicamente a su exitosa carrera en la pantalla, sino que también perdura en los hogares que compartió a lo largo de su vida.
Uno de estos hogares, al que estuvo profundamente unida durante más de 40 años, fue un piso de 130 metros cuadrados en la calle del Piamonte, en el exclusivo barrio de Justicia, en el centro de Madrid. Ella siempre adoró esta ciudad, y su hogar, entre las calles de Góngora y Conde de Xiquena, no solo fue un refugio físico, sino un lugar donde se sintió completamente conectada con su entorno.
Además, su cercanía al Tribunal Supremo y a algunos de los teatros más prestigiosos de la ciudad evidenciaba su amor por el arte y la cultura. Aunque el precio del metro cuadrado en la zona supera los 6.500 euros, el verdadero valor de este piso es el significado emocional que tuvo para Marisa, el hogar que compartió con su compañero, Chema Prado, y donde dejó tantos recuerdos que perdurarán para siempre.
Según Semana, la actriz también dejó un significativo regalo a su hija, María Isas, fruto de su relación con el director de cine Antonio Isasi-Isasmendi: un piso en la Plaza del Ángel, en el pintoresco barrio de Lavapiés, uno de los más emblemáticos de Madrid. En cuanto a su hija Maggie, quien quedó devastada por la pérdida de su madre, recordó a Marisa como «una mujer muy luchadora» y, visiblemente emocionada, añadió: «El mundo es mejor hoy gracias a ella».
Pero antes de llegar al centro de la ciudad, la actriz vivió una temporada en una mansión en Pozuelo de Alarcón, una propiedad de más de 3.000 metros cuadrados. Como compartió en varias entrevistas, un incidente con su coche la llevó a replantearse un cambio de vida: «Cuando vivía en Pozuelo, yendo al teatro, un día el coche me dejó tirada en el túnel del Arco de la Victoria. Armé una buena. Tuvo que venir la policía a rescatarme porque llegaba tarde a la función. Así que me dije: nunca más. Ahora vivo al lado del María Guerrero, del Marquina, del Español, de la Gran Vía... Y si hay huelga de autobuses, voy a pie». Esta anécdota marcó un giro en su vida y decidió mudarse al centro de Madrid, cerca de los teatros que tanto amaba.
Por otro lado, en los años 80, Marisa encontró en uno de los edificios más emblemáticos de Madrid, Torres Blancas, su hogar. Este singular edificio, diseñado por el arquitecto Francisco Javier Sáenz de Oiza, se distinguía por su arquitectura innovadora y se convirtió en un lugar significativo en la vida de la actriz. En una entrevista para AD, recordaba con nostalgia esos años: «Fue una época divertidísima. Había un restaurante buenísimo en la última planta al que pedíamos comida a través del montaplatos. Era todo mágico y misterioso».
Sin embargo, su historia no estaría completa sin sus humildes orígenes en la Plaza de Santa Ana, el barrio donde pasó su infancia. Su madre trabajaba como portera en un edificio señorial, lo que les permitió vivir en una zona privilegiada, pero aún así su vida familiar era modesta. «Me encerré en el único cuarto que teníamos. Teníamos dos habitaciones, sin baño, la taza del váter estaba en la cocina, con eso te lo digo todo», comentaba la actriz en una de sus últimas entrevistas. A pesar de las dificultades de su infancia, esa etapa no la detuvo. Al contrario, la motivó a superarse y a luchar por sus sueños, lo que la llevó a convertirse en una de las grandes figuras del cine español.