El laberinto catalán
La otra «herencia» de Pujol: la antigua CiU se desintegra en siete partidos sin rumbo
De la antes poderosa Convergència y Unió queda una estela de corrupción y una amalgama de formaciones que intenta sobrevivir en el complejo ecosistema independentista
Entre 1978 y 2012, Convergència i Unió (CiU), liderada por Jordi Pujol y Josep Antoni Duran i Lleida, formaron una coalición electoralmente imbatible que no era percibida como tal sino como un partido pétreo y unido. De sus filas salieron un padre de la Constitución como Miquel Roca i Junyent y grandes nombres del parlamentarismo, como Ramón Trias Fargas o Joaquim Molins.
CiU y su por entonces denominada «minoría catalana» en el Congreso tuvo fuerza para decantar a favor de Felipe González los gobiernos de 1989 y 1993, y de José María Aznar en 1996. Cada acuerdo se sustentaba en concesiones en forma de porcentajes de IRPF, desaparición de gobernadores civiles, retirada de la Guardia Civil de las carreteras catalanas, cesión de impuestos especiales y un largo etcétera de concesiones que Pujol vendía en Cataluña frente a la incomparecencia pactada con sus socios.
CiU llegó a tener una marca nacional, el Partido Reformista Democrático
CiU llego a tener tanta fuerza que en 1986 se atrevió a crear una marca de alcance nacional, el Partido Reformista Democrático, que fue encabezado por el primer presidente del CGPJ, Federico Carlos Sainz de Robles. Pero la aventura de cruzar el Ebro terminó para los convergentes con un sonoro fracaso y unas pérdidas de 3.000 millones de pesetas de la época. A pesar de ese fracaso, el prestigio de Pujol en esa época llego a tal punto que ABC le nombró «español del año» en 1988.
CiU ganó en Cataluña todas las elecciones autonómicas entre 1980 y 2012 y gobernó la comunidad autónoma durante esos 32 años. Excepto entre 2003 y 2010, años en los que, a pesar de vencer, no alcanzó la mayoría absoluta. Y los tripartitos entre el PSC, ERC e ICV (actualmente Podemos) gobernaron Cataluña con Pasqual Maragall y José Montilla de presidentes. Visto en perspectiva esos gobiernos fueron laboratorios y antecedentes del actual Gobierno de España.
Tras la nefasta experiencia del tripartito, CiU volvió con fuerza al poder en 2010 con 62 escaños, a seis de la mayoría absoluta. Pero el giro independentista de Artur Mas con la excusa de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de 2006, y el adelanto electoral de 2012, supusieron el principio del fin de CiU, que cayó 12 diputados.
En las elecciones autonómicas de 2015, tras el falso referéndum tolerado por el Gobierno Rajoy de noviembre de 2014, ERC y Convergència concurrieron juntos. Como cabeza de cartel iba el exeurodiputado ecocomunista Raül Romeva, luego consejero de Exteriores, condenado por el Tribunal Supremo e indultado por el Gobierno de Pedro Sánchez.
Aquella campaña llevaba por lema «el vot de la teva vida» (el voto de tu vida), con el único punto programático de proclamar la independencia, como efectivamente harían dos años más tarde. La Unió Democràtica de Duran y Sánchez Llibre concurrió en solitario por primera vez desde 1977 y quedó fuera del Parlament, con 102.000 votos.
El principio del fin
A partir de ahí, CiU dejo de ser lo que se denominaba «el pal de paller» de la política catalana (el palo del pajar) para explosionar cual big bang y fragmentarse en, hasta ahora, siete pedazos que un lustro más tarde siguen buscando su espacio.
De Unió Democràtica surgió Demòcrates, un partido radical independentista encabezado por la expresidenta del Parlament Nuria de Gispert. Ésta saltó a la fama por sus comentarios xenófobos dirigidos a Inés Arrimadas, a la que pidió que se volviera a Cádiz. Este minúsculo partido ha concurrido desde 2015 a las elecciones en coalición, unas veces con ERC y otras con Junts per Catalunya, la principal marca heredera de CDC. Siempre en función de qué partido les ofrecía mejor posición en las listas.
También de la democristiana UDC nació Units per Avançar, un partido mucho más estable en sus relaciones, dado que desde el principio ha concurrido a las elecciones como muleta del PSC. Hoy su líder, Ramon Espadaler, es diputado del PSC en el Parlament.
Units per Avançar es, entre los herederos de UDC, la que mejor posicionamiento ha conseguido, sin llegar a concurrir en solitario a una convocatoria electoral. Dado que, además de Espadaler en el Parlament, Albert Batlle es concejal de Seguridad en Barcelona porque Units concurrió con el PSC a las elecciones municipales en la capital catalana: allí los socialistas gobiernan con Ada Colau.
Más híbrido, como fruto del encuentro de excargos de UDC y de CDC, es Lliures, la formación resultante de la llamada llibergencia o liberales de CDC, encabezada por el que líder del CDS de Adolfo Suárez en Cataluña y posteriormente consejero de Trabajo de CiU, Antoni Fernández Teixidó.
Este partido, también minúsculo como los anteriores, no ha llegado ni a concurrir a elección alguna pero lleva tiempo prospectando una alianza con Lliga Democrática, el partido fundado por el exmilitante del PP y expresidente del Sociedad Civil Catalana Josep Ramon Bosch. Lliga Democrática fue la formación que pidió formalmente el indulto a los políticos independentistas condenados por sedición y malversación por el Tribunal Supremo.
La creación de un partido catalanista más o menos cercano al PP es algo que sobrevuela desde hacer tiempo, pero nunca termina de fraguar. En este proyecto también participa Covergents, otro satélite resultado de la fragmentación de CiU. Convergents está encabezado por Germà Gordo, exconsejero de Justicia del gobierno de Artur Mas, exgerente de CDC e investigado en diversas tramas de corrupción de la extinta CDC.
Los dos principales
Los dos grandes meteoritos resultantes de la exposición de CiU son el PDeCAT, de Àngels Chacón y Junts x Catalunya, de Carles Puigdemont. Ambos partidos se han enfrentado incluso judicialmente sobre quién podía ostentar los derechos electorales de la desparecida CDC.
Su confrontación en las urnas se ha decantado hasta ahora a favor de los de Puigdemont, que son la tercera fuerza política en el Parlament, mientras los de Chacón, a pesar de contar con fuertes apoyos financieros entre la burguesía catalana y también en Madrid, quedaron fuera del Parlamento catalán.
Junts es hoy una amalgama condicionada desde Waterloo, donde reside el fugado Carles Puigdemont, y formada por algunos personajes estrafalarios como Albert Donaire, líder de los Mossos independentistas. Éste defendió hace unos días que se hiciera bullying al niño de Canet de cinco años cuya familia ha solicitado la aplicación de la sentencia del 25% de docencia en castellano. También tiene en sus filas al expresidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, Joan Canadell.
Elsa Artadi, Laura Borràs, Jordi Sánchez... están juntos pero no revueltos en Junts
En Junts malviven diversas tendencias con grandes ambiciones. Elsa Artadi, parapetada en el Ayuntamiento de Barcelona a la espera del naufragio del Gobierno de coalición entre ERC y Junts; Laura Borràs, presidenta del Parlament e investigada por adjudicaciones irregulares en su etapa al frente del Instituto de la letras Catalanas; Jordi Sánchez, condenado por el acoso a la Guardia Civil durante su registro de la Consejería de Economía en la Rambla de Cataluña en otoño de 2017; y Jaume Giró, hoy consejero de Economía, que proclama su proximidad a la CUP y hasta hace cuatro días era el director de Fundación La Caixa y máximo responsable de su imagen y comunicación.
Detrás de Junts y su imagen está David Madí, businessman por excelencia del mundo independentista, presidente de Aguas de Cataluña, exmiembro del consejo asesor de Endesa en Cataluña e investigado por el caso Volhov.
El PDeCAT, por su parte, ha sido la niña mimada del poder catalán nostálgico de los tiempos de CiU. Su líder, Àngels Chacón, ha contado con el apoyo de Artur Mas y en febrero realizó una campaña electoral de corte liberal e independentista, muy del gusto de los cenáculos de poder de la Costa Brava y la Cerdanya, alrededor de los cuales el poder económico y social de Cataluña especula sobre el futuro.
Este partido cuenta con diputados en el Congreso que no se sumaron a la aventura de Puigdemont, y con algunas alcaldías importantes. Pero tiene dificultades de definición, dado que se mueve entre el acercamiento a Lliures y la Lliga y el pacto con Junts x Catalunya.
En definitiva, tras la implosión de la coalición CiU provocada por la deriva independentista de CDC, el llamado mundo convergente ha quedado fraccionado en infinidad de pequeñas marcas que buscan sobrevivir al amparo del PSC, ERC, de Junts e incluso acercándose al PP.