Edición: Paula Andrade

Washington y Moscú observan con atención los contactos de Moncloa con Puigdemont

Es una incógnita cómo puede afectar a las relaciones entre España y EE.UU. que secretos de Estado puedan acabar en manos de dirigentes de Junts o que estos puedan incidir en política española

El 3 de septiembre de 2021, The New York Times publicó un reportaje en portada sobre los contactos del independentismo catalán con el Kremlin firmado por Micheal Schwirtz, uno de sus periodistas de referencia –quien formó parte de un equipo que ganó un Pulitzer en 2020 y es experto en información sobre la antigua URSS–. Junto a Schwirtz, firmaba José Bautista. El título de la pieza periodística, Una pareja de espías del Kremlin, una sospechosa misión a Moscú y agitación en Cataluña, ya anunciaba que la misma iba a sacar a la luz muchos trapos sucios del independentismo en sus relaciones inconfesables con Moscú en búsqueda de apoyo para la separación de Cataluña.

¿Por qué Moscú iba a apoyar la independencia de Cataluña si ellos mismos han sido duros represores de cualquier movimiento nacionalista dentro de sus fronteras? El objetivo de las autoridades rusas era desestabilizar a la Unión Europea, con la que consideran que están en guerra y para ello han puesto en marcha lo que llaman guerra híbrida: un sistema de fake news, ataques informáticos y apoyo a partidos de extrema derecha e izquierda en todos los países de Europa.

El pleno del Parlamento Europeo del mes de junio aprobó, por amplia mayoría, una resolución que abría la puerta a la investigación de las relaciones entre Moscú y el independentismo catalán en el contexto de la guerra híbrida. Los socialistas europeos, en una decisión que ahora puede entorpecer sus negociaciones con Puigdemont, dio luz verde a esta investigación.

El rotativo neoyorquino, en su información, relacionaba la aparición del movimiento tumultuario Tsunami Democràtic con los viajes de Josep Lluis Alay, uno de los máximos colaboradores de Puigdemont, a Moscú. Para The New York Times no es casual que Tsunami Democràtic, un reacción aparentemente espontáneo tras la sentencia a los líderes del procés, empezará su actividad justo después de unos de los viajes de Alay a Moscú.

Tsunami llevo a cabo actividades de alteración del orden público, como bloquear el acceso al Aeropuerto del Prat y provocar la suspensión de un centenar de vuelos o el corte durante un día y medio de la frontera hispano-francesa. La actividad de Tsunami Democràtic aún hoy está siendo investigada por presuntos delitos de terrorismo por la Audiencia Nacional.

La moscovita del asesor de Puigdemont

En los diversos viajes de Alay a Moscú, a lo largo de más de cuatro años, se reunió con ex agentes de inteligencia y con funcionarios del Kremlin responsables de lo que el Parlamento europeo está investigando como guerra híbrida del Kremlin contra Occidente. Los contactos de Alay fueron subiendo de nivel a medida que realizaba viajes, y llegó a reunirse con Oleg V. Syromolotov, exdirector de la contra inteligencia, y con Yevgeny Primakoc, nieto de un espía del KGB.

No solo Josep Lluis Alay viajo a Moscú, también lo hizo el abogado de Puigdemont, Gonzalo Boye, quien también en febrero de 2020 se reunió con Vasily Khristoforov, miembro del crimen organizado ruso. Boye está investigado por su relación con el narco Sito Miñanco y fue condenado por colaborar con ETA en dos secuestros. Las investigaciones policiales han sacado a la luz que, tras cada reunión, Alay y Boye reportaban detalladamente sus avances a Puigdemont.

De especial relevancia para Estados Unidos son los contactos del consejero de Puigdemont con Andrei Bezrukov, exfuncionario del servicio de inteligencia ruso. Bezrukov y su esposa, Yelena Vavilova, vivieron en Estados Unidos, donde espiaron para Moscú bajo los nombres de Donald Heathfield y Tracey Foley, con quienes Alay trabó amistad. Las figuras de Bezrokov y Vavilova son los inspiradores de la serie de Amazon Prime The Americans.

La amistad entre Alay y la pareja llegó a tal extremo que ella, con ayuda de Alay, tradujo al catalán su novela autobiográfica La mujer que sabia guardar secretos (Ed. Roca). Es una incógnita cómo puede afectar a las relaciones entre España y EE.UU. que secretos de Estado puedan acabar en manos de dirigentes de Junts o que estos puedan incidir en política española, dado que en Washington consideran al independentismo catalán como un elemento político controlado por Moscú. No hay que olvidar que Puigdemont se abstuvo en una votación en el Parlamento Europeo sobre incrementar la ayuda a Ucrania.

Alay, en algunos de sus viajes, contó con la ayuda de Alexander Dmitrenko, un ruso residente en Barcelona que en entrevistas posteriores a diversos medios de comunicación ha reconocido los viajes, se ha presentado como un empresario y se ha desmarcado de las actividades políticas de Alay.

Los rusos en Barcelona

Las visitas eran de ida y vuelta porque los rusos también visitaron España, sin ir más lejos, el New York Times da por probado que miembros de la Unidad 29155, un grupo de inteligencia militar tuso, estuvo en Barcelona durante el otoño de 2017, cuando se declaró, por dos veces, la independencia de forma unilateral. También visitaron Barcelona Serguei Sumin, coronel del servicio federal de protección de Rusia, y Artyom lukoyanov, hijo adoptivo de un consejero de Putin.

Para Moscú, que uno de sus movimientos patrocinados se convierta en actor político clave de la política de un país que es la cuarta economía de la Unión Europea podría convertirse en uno de sus mayores éxitos desde la puesta en marcha de la guerra híbrida junto a la influencia que tienen sobre el italiano Mateo Salvini, en el Gobierno italiano, y uno de los pocos aliados del independentismo catalán.