Manifestación en favor del consitucionalismo en Cataluña celebrada en 2017

Manifestación en favor del consitucionalismo en Cataluña celebrada en 2017

Carlos Silva: «afirmar que lo de 2017 no fue delito es escupir a la cara al millón de personas que salimos a la calle»

El portavoz de Docentes Libres considera que la amnistía es el «pistoletazo de salida hacia el fin de nuestra democracia»

Carlos Silva es portavoz de Docentes Libres, una plataforma que se creó hace poco más de un año, para ser un altavoz de aquellos profesores que no están de acuerdo con el uso político y partidista de las escuelas y para dar voz a este colectivo que, obligado por las circunstancias, muchas veces laborales, se ven obligados a callar. Defiende que hay que participar en la manifestación de este domingo en Barcelona, bajo el lema «No en mi nombre. Ni amnistía, ni autodetrminación», porque «no va de izquierdas y derechas, sino de derechos y libertades».

¿Por qué hay que decir no a la amnistía?

–Hay que decir no a la amnistía, primero, porque no es posible dentro de la Constitución y su aprobación supondría, por lo tanto, la ruptura del propio marco constitucional, la ruptura de la igualdad de todos los ciudadanos con la instauración de un régimen de impunidad para una casta política que puede robar, saltarse la ley, romper la convivencia, discriminar al disidente a sabiendas de que, llegado el momento, todo se le perdonará a cambio de su apoyo.

Es el fin de la separación de poderes, con un poder judicial intervenido y prostituido desde el poder ejecutivo que trabaja a toda máquina para reducirlo al papel de marioneta a su servicio. Hay que decir no a la amnistía porque es el pistoletazo de salida hacia el fin de nuestra democracia.

Hace seis años se celebró una gran manifestación en la que participaron los socialistas, y ahora se plantean amnistiar a aquellos que tomaron decisiones contra las que protestaban.

–En estos años se ha levantado un muro de silencio en torno al daño sufrido por todos los catalanes leales a nuestro ordenamiento jurídico, a nuestra democracia. Nadie ha dicho nada sobre el sufrimiento, el miedo, la angustia que sufrimos esos días y que sólo el discurso del Rey alivió en cierta medida. El 8 de octubre de 2017 fue un momento de liberación en el que salimos a la calle para reencontrarnos y tener constancia real y física de que éramos muchos, de que éramos más.

No fue una manifestación de protesta, fue una manifestación de reencuentro, de de afirmación, de constancia de que existíamos y de que no íbamos a aceptar que nos anulasen como ciudadanos libres e iguales. Que seis años después un gobierno de nuestra propia nación este abierto, ya no a perdonar, eso ya lo ha hecho, sino a afirmar que todo aquello no ocurrió, que no fue delito, que la culpa fue nuestra por excedernos en nuestro celo, es escupir a la cara al millón de personas que nos manifestamos ese día.

«La paz de los cementerios»

El presidente Sánchez dice que va a tomar las medidas necesarias para continuar pacificando Cataluña. ¿Ha conseguido esa pacificación?

–La paz en Cataluña de la que presume Sánchez es la paz de los cementerios. Es una paz social cimentada en el aplastamiento de los no nacionalistas y en nuestro silenciamiento. Es una paz que se basa en dar definitivamente al nacionalismo la llave para cerrar con candado el régimen totalitario y liberticida que llevan construyendo desde hace cuarenta años. La paz de Sánchez es la derrota de la democracia y de la convivencia, utilizando a los ciudadanos leales como moneda de cambio. La paz de Sánchez es la enésima mentira de Sánchez.

Se empezó con el indulto; luego las reformas legislativas, como la eliminación de la sedición y la reforma de la malversación; y ya vamos por amnistía y autodeterminación. Es un no parar.

–Es un no parar que nunca parará. El nacionalismo es insaciable por definición, porque lo único que justifica su existencia es el agravio continuo y la exigencia de privilegios interminable. Cuando exigieron la mesa de diálogo dijeron a la vez que no era suficiente, que querían la excarcelación e indulto de los golpistas. Cuando se les concedió, dijeron que no era suficiente, que querían la amnistía. Cuando se les conceda, dirán que no es suficiente, que quieren una reforma constitucional y un nuevo ordenamiento territorial asimétrico, cuando lo consigan querrán la hacienda, y la justicia, y las fronteras, y lo que sea. Es así, siempre lo ha sido y siempre lo será. Cada cesión al nacionalismo es un ladrillo más en el muro de la ruptura de nuestro país.

Hablábamos de esa supuesta pacificación, ¿cómo se refleja eso en la escuela?

–Como en los demás ámbitos, en la claudicación del Estado de Derecho para beneficio de los sátrapas territoriales. El retorcimiento de la ley para el aplazamiento sine die de las sentencias judiciales y nuevos abusos hacia los docentes, mayores exigencias lingüísticas, espionaje en las aulas. Como en las demás áreas, la paz de Sánchez en la escuela se traduce en dejar el campo abierto para que el nacionalismo continúe llevando a cabo sus tropelías a cambio de la anulación de los derechos de los alumnos y docentes catalanes que, para Sánchez, sus palmeros, y entiendo, que, para sus votantes, somos un precio justo a pagar por mero interés político.

En estos momentos, las políticas de opresión lingüística e ideológica de Generalitat continúan vigentes y se refuerzan, pero con sordina. El nacionalismo maneja siempre los tiempos y marca a los catalanes y, ahora, a toda España lo que toca o no toca hablar en cada momento. Al nacionalismo no le interesan ahora las estridencias, ni en las aulas, ni en la violencia callejera, ni en las movilizaciones. En esta partida se están jugando cosas muy importantes. Apurarán al máximo la ocasión que les pone en bandeja Sánchez, pero que nadie dude que volverán con fuerzas renovadas a la represión lingüística e ideológica en los centros educativos pasado este momento.

¿Qué le diría a los que dudan de si ir a la manifestación para que acudan?

–Les diría que nuestra joven democracia ha vivido tres momentos críticos en su corta historia que han amenazado su continuidad. Uno, el intento de golpe de Estado del 23-F. Dos, el intento golpista del independentismo catalán con el referéndum ilegal del 1-O y la declaración de independencia. En estos momentos vivimos la tercera encrucijada, la tercera crisis existencial de la historia de nuestra democracia. No nos jugamos el color del nuevo gobierno. Esto no va de izquierdas y derechas. Esto va de derechos y libertades, de continuar siendo una de las democracias mundiales de mayor calidad o un régimen de apariencia democrática, pero podrido en su interior, donde una casta política impone su ley sin frenos y donde los ciudadanos dejamos de ser libres para convertirnos en súbditos. Si no merece la pena manifestarse este 8 de octubre, no lo ha merecido, ni merecerá, nunca.

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