Salvador Illa, celebrando el resultadoEFE

El laberinto del presidente

Sánchez gana pero la negativa de Puigdemont a aceptar la derrota y la crisis de ERC le abren más frentes

El presidente logró sus dos principales objetivos: una victoria amplia de Illa y que el independentismo no sumara mayoría absoluta. Pero el líder de Junts demostró que aún no ha dicho su última palabra

Salvador Illa se alzó este domingo con una victoria contundente frente a Carles Puigdemont (42 escaños frente a 35) y como el único candidato con opciones de ser investido presidente, puesto que el independentismo fue incapaz de sumar mayoría absoluta y se quedó con 61 escaños, incluyendo los dos de Aliança Catalana.

«Los catalanes han decidido abrir una nueva etapa (…). Le toca al PSC liderar esta nueva etapa y yo asumo esta responsabilidad», afirmó el socialista para anunciar que se postulará a la investidura, sin desvelar qué tipo de gobierno buscará: uno en solitario o un tripartito con ERC y los Comunes, con los que alcanzaría la cifra mágica de 68 escaños. En sus primeras palabras, Illa envió su «reconocimiento y agradecimiento» a Pedro Sánchez, cuyas políticas -en alusión a la ley de amnistía- situó como la clave de buena parte del éxito del PSC.

No obstante, el líder de Junts dio la primera muestra de que aún no ha dicho su última palabra al hacer un llamamiento a Esquerra para construir juntos un gobierno de coalición y de «obediencia catalana». Una opción para la que necesitaría la abstención de los socialistas catalanes.

Por eso, Puigdemont se dirigió veladamente a Sánchez para recordarle que el Gobierno central sigue estando en sus manos. De hecho, para hacer aún más evidente quién era el destinatario del mensaje comparó la brecha entre el PSC y Junts con la del PP y el PSOE en las pasadas elecciones generales. «En términos parlamentarios, la distancia entre el PSC y nosotros no es mayor», sostuvo.

La clave de la noche fue el hundimiento de ERC, que perdió 13 escaños y se quedó en 20, a 15 de los postconvergentes. Esquerra se enfrenta a una crisis interna que ya venía asomando y a una decisión endiablada: dejar que gobierne el PSC, bien pactando un tripartito o bien facilitando la investidura de Illa y quedándose en la oposición; o abocar a Cataluña a una repetición electoral que podría ser la puntilla para los de Oriol Junqueras.

En su primer mensaje tras el recuento, Pere Aragonès adelantó que su partido estará «en el lugar que ha decidido la ciudadanía: en la oposición», descartando de forma preventiva un acuerdo a tres con el PSC y los Comunes. No obstante, a estos comicios les seguirán semanas, meses más bien, de negociaciones. La fecha límite es el 26 de agosto.

Sánchez consiguió sus dos principales objetivos de la jornada electoral: un triunfo amplio del PSC y que el secesionismo no sumara, para placar a Puigdemont. Los 35 diputados de Junts -tres más que en 2021- supieron a poco en el cuartel general de estos, que lo achacaron a la desmovilización del independentismo frente a la movilización del «electorado unionista», como así lo llamó el expresidente fugado.

Rizando el rizo, en la Moncloa querían también un resultado modesto del PP, o que incluso el partido de Alberto Núñez Feijóo quedara por detrás de Vox, pero a tanto no llegó la suerte de los socialistas. Los populares quintuplicaron sus escaños, de tres a 15, lo que permitió a su candidato proclamar, eufórico: «El PP ha vuelto, y lo hace con más fuerza que nunca». Vox creció en casi 30.000 votos, pero se quedó con los mismos 11 escaños.

La gran pregunta

La pregunta que dejó la noche electoral siguió siendo la misma que antes de conocer el resultado de las urnas: si son compatibles un Gobierno de Sánchez en Madrid y uno de Illa en Cataluña.

Por lo pronto, el parte médico de los socios del presidente es inquietante para la Moncloa. Su socio de coalición, Sumar, tiene una herida profunda en Cataluña, que supuestamente era uno de los dos órganos vitales del proyecto de Yolanda Díaz, junto con Madrid: los Comunes pasaron de ocho diputados a seis y su candidata, Jéssica Albiach, reconoció que no estaban nada satisfechos. Su socio más antiguo, Esquerra, ha quedado sumido en una situación crítica que le hará replantearse su relación con el Ejecutivo de Sánchez. Y que, de entrada, es posible que se cobre la cabeza de Pere Aragonès. Y su socio irremediable, Puigdemont, sale de este domingo herido pero muy vivo, y negándose a aceptar la derrota.

Así pues, al presidente se le abren nuevos frentes a partir de este lunes.