Oriol Junqueras abraza a Pere Aragonès, en un acto de campaña.

Oriol Junqueras abraza a Pere Aragonès, en un acto de campañaEFE

Crónica política

ERC pide tregua en sus luchas intestinas para evitar un cuarto batacazo en las elecciones europeas

Junqueras rectifica buscando aplacar el tumultuoso debate interno en torno a su liderazgo

A última hora de la noche de ayer, el serial en el que se ha convertido Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) desde el 12-M sumó un nuevo capítulo, con giro de guión incluido. Si el martes Oriol Junqueras anunciaba su intención de aferrarse a la presidencia de la formación a pesar del fracaso electoral, poco más de 24 horas después rectificaba y anunciaba lo contrario.

Tras la reunión de la Ejecutiva Nacional de ERC, la formación publicó un escueto comunicado con dos anuncios: que Junqueras dejará la presidencia republicana tras las elecciones europeas del 9 de junio y que ERC celebrará un Congreso Nacional para fijar su «nueva estrategia» el 30 de noviembre. Con todo, Junqueras no descarta presentarse como candidato a seguir presidiendo el partido independentista.

De esta manera, los líderes de ERC buscan aplicar un remiendo rápido a la brecha abierta entre la militancia tras los malos resultados obtenidos el domingo en los comicios autonómicos. Un remedio provisional para salvar los muebles de cara a las inminentes elecciones europeas y posponer las luchas intestinas y los debates internos para más adelante.

Desde los sectores más críticos de la militancia se ha celebrado la decisión. El colectivo de afiliados a ERC Primer d’Octubre, que se ha mostrado muy beligerante con la actual directiva y rumbo de Esquerra, ha reaccionado rápidamente a la publicación del partido. En un post de X, han dado gracias a Junqueras «por escucharnos» y dar un paso a un lado, llamando a «enderezar la estrategia política poniendo la independencia como primer objetivo».

Repetición electoral

El doble anuncio de ERC deja en el aire ver qué ocurriría en el caso de una posible repetición electoral, que según el calendario tendría lugar –si no se lograse investir un presidente– la primera o segunda semana de octubre. El paso al lado de Junqueras hasta, al menos, el congreso de noviembre parece señalar que se aparta de las quinielas sobre quién sería el candidato de ERC.

Además, como el propio líder republicano destacaba en la carta abierta en la que anunciaba su decisión de seguir, pesa sobre él una inhabilitación total que le impediría presentarse como candidato. La única opción que se lo permitiría sería la entrada en vigor y aplicación plena de la ley de amnistía, aunque es complicado que los plazos lleguen a cuadrar.

A primera hora de la tarde de ayer, era una incógnita qué ocurriría con Marta Rovira, el tercer gran liderazgo del partido tras Junqueras y Aragonès, pero esta duda se despejó también por la noche. Pocos minutos después del comunicado de ERC, Rovira publicó una carta en la que descarta por completo presentarse a la reelección.

«Como militante de base, y por coherencia, he comunicado a los compañeros y compañeras de la dirección nacional que no me presentaré a secretaria general en el próximo congreso nacional», dice.

Aguas revueltas en ERC

La Ejecutiva de ERC ha aplicado este vendaje de emergencia para intentar calmar, al menos provisionalmente, el ruido de sables entre sus filas. Lo cierto es que el primer anuncio de Junqueras de que no seguiría el ejemplo de Pere Aragonès, y no daría un paso atrás, cayó como una losa en las aguas del partido, que ya bajaban revueltas.

Así, las bases de la formación republicana –que, recordemos, este domingo perdió 13 escaños respecto a 2021– se dividieron en pocas horas entre aquellos que cerraban filas en torno a la figura de Junqueras y los que pedían la «dimisión total» de toda la cúpula directiva. Entre los primeros se cuentan voces como la del consejero de Interior en funciones, Joan Ignasi Elena, o el exportavoz de ERC en el Congreso Joan Tardà, para quien Junqueras es «un gran capital» de la formación.

Oriol Junqueras, en un acto de campaña.

Oriol Junqueras, en un acto de campaña.EFE

Frente al bloque oficialista se encuentran voces críticas como las del citado colectivo Primer d’Octubre, que esta semana publicaba un manifiesto en el que pedían «la dimisión de toda la dirección del partido», ya que –consideran– «el fracaso electoral no ha sido consecuencia principal de la acción del Govern», sino de la «estrategia errónea» seguida hasta la fecha.

Una herida abierta

La respuesta de Primer d’Octubre ponía de manifiesto que el batacazo del 12-M no hace sino echar sal a una herida ya abierta en 2023, como poco. El año pasado, ERC se vio sacudida por dos fracasos electorales: en las municipales de mayo cayeron de primera a tercera posición y perdieron unos 300.000 votos, y en las generales de julio fueron superados en Cataluña por el PSC y Sumar.

En esta línea se expresaban también algunas figuras destacadas de la militancia republicana críticas con la dirección del partido, como el diputado en el Congreso Francesc-Marc Álvaro. En un post de X, decía: «Al subir al AVE, esta mañana, un cargo de confianza del departamento de Economía de la Generalitat (comprometido con ERC) me habla como si lo que hubiera pasado fuera un asunto de otros. Me hace reír y llorar».

Con más virulencia disparaba el analista, militante de ERC y director de la consultora Afers Públics, Joan Segarra: «Parece que Junqueras se enroca y quiere ser el Carrizosa de ERC», decía en X, y auguraba que la actual dirección llevará al partido a la ruina. «Él y los suyos -seguía- no destruirán un invento de laboratorio creado para romper la convivencia en Cataluña; acabarán con 93 años de historia».

Afilando los cuchillos

No es la primera vez que ERC vive una situación conflictiva por la sucesión. La última vez fue con la guerra abierta entre Josep Lluís Carod Rovira y Joan Puigcercós, conflicto tras el que Junqueras emergió con ánimo de calmar las aguas. Desde que fue escogido presidente del partido en 2011, el político barcelonés ha ejercido un control férreo sobre el partido.

La aparente buena dirección y calma han contrastado durante esta última década con un mar de fondo discrepante que los buenos resultados electorales cosechados hasta ahora habían dejado en un segundo plano. El batacazo del domingo y la consiguiente pérdida de poder y fondos puede hacer que las viejas rencillas y los cuchillos enfundados salgan a relucir.

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