Pintura de Ferdinand Leeke sobre Lohengrin y Elsa (1916)

Detalle de una pintura de Ferdinand Leeke sobre Lohengrin y Elsa (1916)Wikimedia

Historias de Cataluña

Así fue como los nacionalistas «plagiaron» a Wagner para inventarse una mitología catalana

Los intelectuales de la Renaixença aplicaron las óperas del alemán a la historia mítica de Cataluña, desde Sant Jordi a Wilfredo el Velloso

A finales del siglo XIX los intelectuales que formaban parte de la Renaixença decidieron inventarse una tradición mitológica para Cataluña, donde esta nunca había existido, al contrario que en los países del norte de Europa. Aunque pueda parecer extraño, su referente para llevar a cabo esa tradición fueron las óperas de Richard Wagner.

Hablemos primero del tenor Francisco Viñas. El 9 de febrero de 1888 debutó en el Liceo en el papel de Lohengrin, uno de sus personajes preferidos junto con Parsifal y Tristany. Años después, tras triunfar en Valencia, Milán, Londres y Estados Unidos, Viñas regresó al Liceo… con un cambio. Aquella noche, al interpretar el aria In Fernem Land, cambió de idioma.

El tenor Francisco Viñas, gran intérprete de Lohengrin

El tenor Francisco Viñas, gran intérprete de LohengrinWikimedia

Los espectadores estaban expectantes. Esperaban que Viñas cantara: «Da voi lontan, in sconoscuita terra…», pero Viñas se adelantó al proscenio y entonó estas palabras: «Al lluny del lluny, on mai anar podríeu; / hi ha un castell i és Montsalvat son nom / mon pare Parsifal duu la Corona; servent jo en sóc, / i és Lohengrin el meu nom».

La traducción era de Joaquim Pena, y el semanario satírico Cu-Cut inmortalizó el momento. A partir de ese momento, en Madrid cantó el aria en español; en Cataluña, en catalán, y en Valencia -con una traducción de Teodor Llorente-, en valenciano. En una noche, Viñas hizo más por Wagner que todos los intelectuales catalanes.

La montaña mágica

Si Lohengrin supuso el reconocimiento del caballero mítico, el lugar de donde procedía no se quedó atrás. Para los intelectuales de la Renaixença, la montaña mágica que albergaba la Orden del Santo Grial no era una invención: Montsalvat existía y estaba en Cataluña. El Montsalvat mitológico era Montserrat.

Como explicamos en El Debate, la Enciclopedia Británica, en su edición de 1911 aseguraba que Montsalvat era Montserrat. En la edición de 1928 rectificó, pero la idea perduró. En 1940 Himmler visitó la Abadía de Montserrat con el objetivo de llevarse el Santo Grial, según el plan de recopilación de objetos mágicos impulsado por la Ahnenerbe, entidad pseudocientífica integrada en las SS.

La mitología explica que Amfortas es el Gran Maestre de la Orden del Santo Grial. Klingsor, al ser rechazado, hiere a Amfortas y roba la lanza sagrada. La leyenda concluye que un día llegaría un sencillo de espíritu, uno de corazón puro que salvaría la Orden. A esto le sacaron mucho jugo.

Parsifal significa inocente, simple, puro de corazón. ¿Quién podía ser este personaje en Cataluña? Lo tuvieron muy claro. Sólo había un personaje que salvara Cataluña de la opresión y se llamaba Sant Jordi. A Sigfredo también lo vieron como el nuevo Sant Jordi. Mató al dragón, como Parsifal destruyó a Klingsor.

Wilfredo el Velloso, guardián del Grial

Pasemos a Amfortas, el guardián del Santo Grial, y su herida producida por el mago Klingsor. Recordemos que, en la obra de Wagner, la herida que Amfortas tiene en un costado se la cura Parsifal. Ahora tenemos que cambiar los nombres. Amfortas pasa a ser Wifredo el Velloso. Si uno luchó por defender el Santo Grial, el otro por defender Cataluña. En realidad defendía una cosa que no existía, pues solo era conde y la palabra Cataluña no apareció, como tal, hasta el 1115, por un error de transcripción al confundir «lacetania» por «catelania».

Parsifal pasó a ser Carlos el Calvo. Este no le curó la herida, pero sí que con su sangre creó un escudo de armas que derivó en la actual senyera. Los intelectuales de la Renaixença vistieron este hecho diciendo que Wifredo se lo pidió. El conde de Barcelona pidió un escudo de armas, la actual senyera, 400 años antes de la aparición de estos. De nuevo, errores históricos: la senyera se referenció por primera vez en el 1187, y Carlos el Calvo murió 20 años antes que Wifredo.

La espada que representa el catalán

Hay dos imágenes que van unidas a Sigfredo. La primera es una espada. En la obra de Wagner, recupera la espada rota de su padre Sigmund y la vuelve a forjar. Existe una clara relación entre una espada y la lengua. Y si no existe se lo inventan. Para la intelectualidad catalana aquella imagen representaba la consolidación de la lengua catalana.

Sigurd proofs the sword Gram by Johannes Gehrts Sig

Sigfredo prueba la espada reforjada, por Johannes GehrtsWikimedia

Se tenía que forjar de nuevo. Escribieron que «el idioma de nuestros padres estaba roto en diversos fragmentos, nosotros tenemos la obligación de forjar, de nuevo, aquellos fragmentos y hacer renacer la lengua catalana, símbolo de la raza catalana».

Después de forjar la espada, Sigfredo mató al dragón para recuperar el anillo de los Nibelungos. Sigfredo pasó a ser Sant Jordi. Uno mató al dragón para recuperar el anillo. El otro mató al dragón para salvar al pueblo de Cataluña, y con esa espada forjó el idioma y la raza catalana.

Finalmente tenemos a Wotam, el ser supremo, que envió a sus hijas, hijos y nietos para luchar contra los que querían destruir el mundo. Wotam era la representación de aquello que el obispo Torras i Bages denominó «Casa pairal». Esto es, la cuna de la raza catalana.

Y terminamos este recorrido mitológico por las hespérides u ondinas wagnerianas, que quedaron inmortalizadas con mosén Cinto Verdaguer y Antonio Gaudí. En el poema L’Atlàntida Verdaguer habla de ellas y, esa inspiración poética quedó reflejada en el Pabellón Güell, construido por Gaudí entre los años 1884 a 1887.

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