La candidata de la CUP a la Generalitat, Laia Estrada, el 12 de mayoEFE

Política

Una CUP en crisis amaga con sabotear la estrategia de Puigdemont

Inmersos en pleno proceso de debate interno, su rechazo a la estrategia del líder de Junts añade presión a los neoconvergentes

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) no es el único partido catalán inmerso en una profunda crisis intestina. Lejos de ser un asunto meramente interno, la fractura en el seno del partido de Oriol Junqueras y Marta Rovira mantiene en vilo a toda España, ya que las exigencias para que sus 20 diputados apoyen una investidura de Salvador Illa –financiación singular mediante, entre otras exigencias– dependen en buena medida de qué suceda de puertas adentro.

A una escala menor, lo que sucede en ERC encuentra eco en otra formación independentista: la Candidatura de Unidad Popular (CUP), un partido marcadamente anticapitalista y secesionista para quien ambas luchas van de la mano y se retroalimentan. En las elecciones del 12 de mayo en las que ERC se pegó un batacazo, la CUP no fue menos, ya que pasó de nueve a cuatro escaños.

El tropiezo electoral, no obstante, no les pilló por sorpresa: en el partido hacía ya meses que eran conscientes de la necesidad de reformular su propuesta. Las sacudidas electorales en las municipales y las generales del año pasado llevaron a los cupaires a anunciar un debate interno bautizado como Proceso de Garbí, en referencia el nombre que se da en Cataluña al viento que sopla del suroeste.

Esto se anunció en octubre de 2023, y se espera que la Asamblea Nacional del partido prevista para septiembre suponga un punto de inflexión. Aun así, el grupo encargado de liderar este proceso ya ha anunciado por dónde van los tiros: según el documento Impulsar, articular, vencer presentado hace apenas unos días, los objetivos al acabar Garbí son un fortalecimiento a nivel organizativo, un rearme del discurso «feminista y antirracista» y «abrir un nuevo ciclo que relance el movimiento independentista aumentando el conflicto con el Estado».

Negociaciones de investidura

Antes de llegar ahí, no obstante, quedan dos meses en los que tanto Salvador Illa como Carles Puigdemont intentarán juntar apoyos: el primero, para ser investido como presidentes de la Generalitat con los votos de ERC y los Comunes; el segundo, para colocarse en una posición ventajosa de cara a una probable repetición electoral.

En este sentido, la vuelta a la trinchera secesionista y a la confrontación que pretende Garbí se le puede atragantar al líder fáctico de Junts. El plan actual de Puigdemont es, recordemos, aglutinar en torno a sí a los votos de ERC y la CUP para armar un frente independentista frente al socialista Salvador Illa. Su objetivo ya no es ser investido presidente –algo imposible sin una abstención del PSC, algo que el entorno de Illa rechaza en público y en privado–, sino forzar una repetición electoral.

En última instancia, el sueño de los de Junts sería versionar la fórmula de Junts pel Si de 2015, con una lista unitaria independentista al servicio de las aspiraciones del expresidente. Aun así, como adelantaba El Debate este fin de semana, su plan B, si ERC decide apoyar oficialmente a Illa, pasa por confiar en que cuatro diputados republicanos rompan la disciplina de voto y descarrilen la investidura.

Aunque numéricamente Puigdemont no necesita a la CUP para ninguno de los dos escenarios, sin su apoyo las dos situaciones se vuelven un poco más cuesta arriba: un voto en contra de la CUP a Illa, en línea con lo que pretende Puigdemont, haría necesarios menos prófugos, y su adhesión a una lista unitaria abriría la puerta a sectores independentistas que rechazan lo que representa el neoconvergente.

No obstante, los cupaires no parecen estar por la labor de servir de muleta a Puigdemont, o al menos esto es lo que se desprende de sus últimas declaraciones al respecto. Así lo dejó patente Laia Estrada, la candidata el 12-M, al anunciar hace unos días al presidente del Parlament que no apoyarían a Illa ni a Puigdemont: para ella, Junts «defiende los mismos macroproyectos [que el PSC], y plantea una rebaja de impuestos a los más ricos, lo que comporta recortar servicios públicos».

La CUP, añadía, «no está negociando con nadie» porque «nadie nos ha puesto encima de la mesa propuestas para avanzar en clave nacional ni tampoco social». La radicalización del partido a medida que avanza el Proceso de Garbí refuerza estos planteamientos y hace que desde Junts saquen de las ecuaciones a los que podrían ser sus socios pero que se revelan como una china en el zapato de Carles Puigdemont y sus anhelos presidenciales.