Los efectos de un bombardeo en Barcelona, durante la guerra civil

Los efectos de un bombardeo en Barcelona, durante la guerra civilAjuntament de Barcelona

Historia de Cataluña

Cataluña, el último refugio de los masones durante la guerra civil

En Barcelona, en 1938, había unos 600 masones procedentes de otros puntos de España.

Durante la guerra civil, Barcelona se convirtió en el último refugio de gran parte de los masones españoles. De hecho, se sabe que en Barcelona, en 1938, había unos 600 masones procedentes de otros puntos de España.

En el mes de julio de 1936, la Generalitat cedió a la Gran Logia de Cataluña un convento en la calle Bellafila, que era de los jesuitas. En ese convento también hubo un centro de refugiados y una escuela laica con 110 alumnos.

La masonería barcelonesa tuvo en sus manos la publicación de los diarios Renovación y El Popular, ambos de adscripción lerrouxista. Durante la guerra se estableció en Barcelona el Gran Consejo Federal Simbólico, en la calle Portal del Ángel número 24.

Se fundaron nuevas logias como La Acacia, La Circunstancial, La Independencia, La Samandhi, La Victoria. Siguieron funcionando las ya existentes llamadas Lealtad, Justicia número 9, Adelante, Humanidad, Inmortalidad, Minerva, Resurrección, Rectitud, Libertad, Themis, Victoria, Cosmos, Karl Marx, Fénix y Resurrección.

Apoyo de otras logias

La masonería pidió ayuda y solidaridad a favor de la causa republicana. Los masones españoles contaron con la solidaridad de la Asociación Masónica Internacional. Reunida en un convento de Praga, entre el 28 y 31 de agosto de 1936, esta dirigió a sus hermanos españoles la expresión de su fraternidad y simpatía. En esta reunión se abrió una suscripción a favor de los masones y de sus familias que estaban siendo víctimas de la llamada «rebelión fascista».

Imagen aérea de un bombardeo sobre Barcelona, durante la guerra

Imagen aérea de un bombardeo sobre Barcelona, durante la guerrabarcelonabombardejada.cat

El Gran Oriente de Francia, en su asamblea general, realizada el 21 de septiembre de 1936, adoptó por unanimidad una moción en la que, después de aludir a la lucha atroz que ensangrentaba España, dirigió a sus hermanos españoles la expresión de su viva simpatía a ellos y a quienes defendían la libertad.

Masones y logias de todo el mundo tomaron como propia la causa de sus hermanos españoles, e iniciaron un movimiento de solidaridad y ayuda que, pese a estar cargada de buenas intenciones, no pudo ser cuantitativamente importante. Razones como la no intervención dictaminada por las potencias europeas, la crisis económica que afectaba a la mayoría de los países, y la actitud de algunos gobiernos favorables al ejército nacional, afectaron en gran medida a la ayuda masónica internacional a la República española.

Los masones españoles

Las gestiones de los masones españoles, como son los casos del teósofo y secretario de la Gran Logia Española Luis Gertsch o el Gran Secretario de la Gran Logia Regional del Centro Ceferino González Castroverde, junto a los organismos masónicos extranjeros fructificaron en algún caso en ayudas directas, para comprar armamento y material bélico.

El 16 de junio de 1937, el general Gamir –general jefe de Santander y Asturias– envió un telegrama desde el Estado Mayor del Ejército del Norte en Santander a Indalecio Prieto, ministro de defensa, en lo que se refiere a una oferta de venta de material de guerra hecha por un mayor de infantería del Cuerpo del Ejército de Asturias, llamado Carlos Abad, que era de absoluta confianza. Esta gestión, presumiblemente, la llevó a cabo la francmasonería belga.

La necesidad de apoyos exteriores y también la posibilidad de tener que partir al exilio, si ganaba el ejército nacional, llevaron a Lucio Martínez Gil, Gran Maestro del Gran Consejo Federal Simbólico del Gran Oriente Español y a los miembros de la comisión permanente de esta obediencia, a ponerse en contacto con el Gran Oriente de Francia, mediante carta fechada en Barcelona el 23 de junio de 1938.

En ella se informaba de los nuevos nombramientos surgidos de la Gran Asamblea Nacional, celebrada en Barcelona días 14 y 15 de mayo, en la que se forzó la dimisión del anterior Gran Maestro, Ángel Rizo Bayona. Se enviaba un fraternal saludo a la mayor obediencia francesa, expresando fervientes deseos de mantener con ellos una constante relación, que en aquellos momentos tan dolorosos y amargos para el Gran Oriente Español era aún más necesaria.

Fotografía de Winifred Bates que muestra la destrucción de Granollers por la aviación italiana en 1938

Fotografía de Winifred Bates que muestra la destrucción de Granollers por la aviación italiana en 1938Wikimedia

Al mismo tiempo se ofrecían para explicar y aclarar, en todo momento, cuántas dudas o problemas tuvieran los hermanos franceses en relación con «la trágica guerra de invasión que sufrimos y nos comunica cuántas iniciativas y sugerencias estima que debemos conocer en beneficio de este sufrido pueblo español, de la Causa en Bien de la Libertad y de la Humanidad y de la Familia Masónica Española».

A principios de 1937 la Gran Logia de Yugoslavia aportó 800 francos suizos y la Gran Logia de Checoslovaquia 500 francos suizos. Entre abril y junio de 1937 la Gran Logia de Francia envió varios camiones con alimento y ropa. También puso a disposición de los masones 10.000 francos.

Una vez finalizada la guerra civil, la masonería francesa ayudó a sus hermanos al fundar el Comité de Ayuda a los Refugiados Españoles. Este Comité ayudó a que muchos de ellos pudieran emigrar a México.

Sin represión

Por lo que respecta a la represión en la retaguardia, en Cataluña no se persiguió a ningún masón. Como ERC estaba constituida por masones, lo mismo que el ejército, se confeccionó un listado con 1.824 nombres. Esta lista se confeccionó recopilando el nombre de los masones de las diferentes logias constituidas en toda Cataluña. Como curiosidad hay que decir que en ese listado aparece el presidente de la Generalitat Lluís Companys.

Pues bien, las patrullas de control llevaban estos listados y tenían la obligación de verificar si la persona estaba o no en ella. De estar, se le dejaba tranquilo. Si no estaba, le daban el paseo. El hermano masón y su familia directa –mujer e hijos– tenían un salvoconducto de vida. El resto de la familia podía ser paseada.

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