El Palau de la Generalitat no es el de Donnafugata, ni Salvador Illa es Alain Delon, pero bajo la turbulencia política se percibe la misma tensión por mantener el modus operandi habitual de la clase política catalana. Por un lado, el nuevo presidente de la Generalitat pugna por resucitar el pujolismo convergente frente a sus oponentes nacionalistas, con guiños constantes al presunto «catalanismo moderado».
Por el otro, Junts y ERC otorgan una reválida a los mismos líderes que guiaron el procés independentista, Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. Frente a ellos, la oposición constitucionalista, y en el horizonte tres incógnitas: la evolución de las presiones de los nacionalistas al gobierno de Pedro Sánchez, el efecto del prometido juicio a los Pujol a final de año y la evolución de Aliança Catalana, que ha logrado mover a Junts de sus posiciones ideológicas para evitar la fuga de votos.