Seguridad
La Generalitat reconoce que cuatro de cada diez presos en Cataluña están enganchados a las drogas
Las mafias y el ingenio marcan el consumo de sustancias en los centros penitenciarios
El 40 % de los internos ingresados en las prisiones de Cataluña tiene problemas con las drogas, según datos del Departamento de Justicia de Cataluña recogidos por Crónica Global. Esto significa que cuatro de cada diez presos son consumidores habituales de sustancias estupefacientes, según la Conselleria liderada por Ramon Espadaler.
El consumo de drogas en las cárceles está marcado por dos circunstancias. Una de ellas es el tráfico que entra en ellas y otra es la fabricación de sustancias que llevan a cabo los presos. La primera está vinculada con las mafias que logran mantener sus negocios activos tanto dentro como fuera de los centros penitenciarios, a pesar de que sus miembros estén encarcelados.
El tráfico, además, es doble, ya que contempla tanto el autoconsumo y la venta. Con lo cual, el preso debe conseguir el dinero suficiente para poder pagar las dosis que necesita diariamente, y que les llegan a través de paquetes familiares, de los presos que han tenido algún permiso o, últimamente, gracias al uso de drones. Otra manera de conseguir sustancias es a través de los medicamentos, sobre todo psiquiátricos.
Una de las principales formas de camuflaje para introducir la droga en el medio penitenciario se basa en la instalación de pequeños paquetes en el recto y/o vagina cuyo contenido es envuelto en papel higiénico para proteger las diferentes substancias de la humedad e introducidos en el interior de un preservativo o bolsa de plástico.
Drogas de sustitución
Las principales drogas que se consumen son marihuana, cocaína y heroína, y los días de mayor oferta y comercialización de drogas coinciden con los dos días posteriores al ingreso de internos que han salido de permiso, así como con los días de cobro del peculio semanal. No obstante, la falta de substancias tóxicas, aparecen drogas sustitutorias, elaboradas por los propios internos a partir de productos alimenticios, farmacológicos o industriales, de uso común en la prisión.
Una de las drogas sustitutorias de mayor fabricación es la denominada «chicha», consistente en una bebida alcohólica elaborada a partir de la fermentación de determinadas frutas. Esta suele ser destilada mediante alambiques artesanos para lograr alcoholes de mayor grado. También se usan como bebidas alcohólicas la colonia, la laca o el propio alcohol de las enfermerías, mezclados con refrescos.
Si la cantidad disponible es pequeña, es habitual consumir dicha sustancia por vía intravenosa. Otro grupo de drogas sustitutorias es el consumo fumado de las tiras del mesocarpio del plátano una vez secas –ricas en niacina–, o en su defecto el contenido de las bolsitas de infusiones de té, cuyo principio activo son las metilxantinas.
Tanto el consumo fumado de la niacina como de la cafeína, producen por pirosíntesis substancias totalmente inocuas, logrando sus consumidores como únicos efectos los producidos por la hipoxia moderada ocasionada por el humo y toda la gama de estados emocionales provocados por la sugestión del propio individuo.
La inhalación de pinturas, tintas de rotulador, pegamentos, disolventes o el gas butano de los encendedores configura otro grupo de este tipo de drogas utilizadas habitualmente por los internos. El consumo masivo de determinadas sustancias alimenticias de libre venta en los economatos de la prisión, tales como café, té, bebidas de cola o chocolate, todas ellas ricas en metilxantinas, establecen otro modelo sustitutorio de drogadicción.
Fabricación artesanal
Además, son numerosos los artilugios de fabricación artesanal existentes en la prisión para el consumo de las distintas drogas. Con respecto al cannabis son frecuentes las pipas para fumar de forma directa las «chinas» de hachís, elaboradas con huesos de pollo, papel de aluminio o con una simple caja de cerillas, conocidas por el nombre de «sevillanas» o «canarias», respectivamente.
También es habitual la elaboración de una sofisticada «cachimba» con una pequeña botella y un tubo de plástico, o el sistema del «émbolo» consistente en un peculiar mecanismo para la inhalación de grandes cantidades de humo de cannabis en un lapsus de tiempo mínimo.
Todo ellos, conjuntamente con ciertas técnicas de consumo, como la del «vaso» para fumar la base de cocaína, o la del «chino» para inhalar los vapores de la citada droga y de la heroína como sistemas que excluyen el uso de jeringuillas y precisan dosis menores que la inhalación nasal simple, forman parte de unas conductas de consumo específicas de la prisión no utilizadas en su gran mayoría en el medio externo.