Varios barcos en el puerto de Barcelona, a 4 de julio de 2023Europa Press

Turismo

Barcelona batirá un récord millonario de cruceros en 2024 aunque cada uno paga cuatro impuestos por atracar

La ciudad cerrará el año habiendo recibido 3,5 millones de cruceristas

Con la excusa de regular el turismo, en 2012 la Generalitat de Cataluña impuso un impuesto a las compañías de cruceros por atracar en el Puerto de Barcelona, y otro tributo por cada pasajero desembarcado.

Cinco años más tarde, en 2017 desde la administración autonómica, que tiene una imaginación sin límites para crear nuevas figuras tributarias, crearon un impuesto para los barcos que pasaban menos de 12 horas en la ciudad. La idea es un homenaje a la anti economía, dado que supone una invitación a que los cruceristas tengan menos tiempo para pasear y gastar su dinero por la capital catalana.

A pesar del perjuicio que se causa a los pequeños establecimientos, esta tasa ha sido revisada al alza en la primera reunión que han mantenido el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, con el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni. La cuantía del incremento no se ha concretado aún.

No contentos con los ingresos que estos impuestos generaban, cuatro años después, en 2021, el Ayuntamiento de Barcelona recibió la autorización para cobrar un recargo sobre estos impuestos y solo dos años después, en 2023, se impuso un nuevo tributo por las emisiones de partículas y nitrógeno, que afecta al 80% de los busques que recalan en el puerto barcelonés.

Entre los profesionales del sector se cree que, en 2025, si la Generalitat saca adelante sus presupuestos, no escaparán a un nuevo impuesto, pero no saben adivinar cual será la excusa inventada para imponerlo.

Un crucero en el puerto de Barcelona, en 2023Europa Press

En doce años Cataluña ha creado cuatro tributos sobre los cruceros y la recaudación ha pasado de 199.000 euros en 2012 a 10,4 millones en 2023. Los ideólogos de estos impuestos, aplaudidos por plataformas muy del gusto de Ada Colau y la CUP, como Stop Cruceros, afirman que su objetivo es reducir el número de barcos y cruceristas que recalan en Barcelona.

Si lo lograran, esta circunstancia afectaría negativamente al comercio, la restauración y otros servicios como taxis, pero hasta el momento el atractivo de Barcelona y su tirón ha podido más que los desincentivos desde la administración.

Siete meses de récord

Los primeros siete meses de este año se han cerrado con un récord de cruceristas que han desembarcado o embarcado en el puerto de Barcelona y, a la espera de los datos de agosto –el mes con mayor afluencia de cruceristas a Barcelona–, al cierre de julio 1.915.842 cruceristas habían pasado por el puerto de Barcelona, convirtiéndolo en el puerto con más cruceristas del mediterráneo por delante del Civitavecchia de Roma.

El crecimiento de Barcelona en el primer tramo del año ha sido del 3,8% y las proyecciones del sector lo acercan a los 3,5 millones de pasajeros al finalizar el año, cifra récord y que supondría haber multiplicado por diez los datos de finales del siglo XX. Hay que tener en cuenta que estos datos no incluyen el casi un millón de usuarios de ferrys que parten o llegan al puerto de Barcelona desde las Islas Baleares o la Isla de Cerdeña (Italia).

Organizaciones como la mesa del turismo de España si bien han mostrado su oposición a la voracidad fiscal también han puesto el acento en pedir que terminen las campañas de acoso a los turistas que se producen, tanto en Barcelona como en otros lugares del país. Para esta plataforma campañas como «Turistas go home» o los ataques recibidos por turistas con pistolas de agua mientras están paseando o en una terraza y que luego se difunden por redes sociales son muy peligrosas y pueden afectar a la economía española.