Un fotograma de la película 'El 47', dirigida por Marcel Barrena

Historias de Barcelona

Cuando Barcelona pasó de las chabolas a crear miles de viviendas gracias al Congreso Eucarístico

La película El 47 es la última de una larga lista de ficciones que retratan la «Barcelona en B»

El 7 de mayo de 1978, un conductor de la línea 47 de los autobuses de Barcelona llamado Manuel Vital secuestró su vehículo y lo subió hasta su barrio, Torre Baró, a modo de reivindicación. Y es que, pese a las reiteradas peticiones de los vecinos, no llegaba hasta allí el transporte público.

No era el único problema de esta barriada de construcciones ilegales, que habían levantado los propios vecinos en la época de las grandes oleadas migratorias desde Andalucía, Extremadura y Galicia. Las calles no estaban asfaltadas —por lo que no podían acceder los autobuses— y las instalaciones de agua y luz eran muy precarias.

Esta historia se explica en la película El 47, dirigida por Marcel Barrena. Torre Baró, sus terrenos, donde se construyeron aquellas casas, eran propiedad de Mauricio de Sivatte. Aquellas casas se levantaban por la mañana y por la tarde ya estaban en el suelo. La Guardia Civil se encargaba de hacerlo. Al final, pudieron más ellos, o el cansancio del propietario al verse diariamente acorralado por el Ayuntamiento de Barcelona y una persecución férrea por su manera de pensar, no demasiado vinculada con el momento social de la época.

Lo que explica Barrena no es nuevo. Ya lo han explicado Juan Marsé, Paco Candel, Joseó María Forn y otros autores. Es la «Barcelona en B». Aquella que vive en la ciudad, pero que nadie quiere ver. Aquellos que levantaron Barcelona y Cataluña, que vivieron durante mucho tiempo en chabolas, que se reventaron la espalda trabajando, pero que nadie les daba un hogar digno. Solo hubo dos iniciativas para que estas personas tuvieran un hogar digno y una de ellas está vinculada al obispo de Barcelona, el cardenal Modrego.

Tras el congreso eucarístico

Una vez terminado el Congreso Eucarístico en Barcelona, en mayo de 1952, el obispo de Barcelona, el cardenal Gregorio Modrego, quiso prolongar la memoria de aquel hecho con un gran proyecto urbanístico, con viviendas en propiedad. En total se edificaron 16,5 hectáreas, construyéndose un nuevo barrio, que actualmente tiene unos 13.000 habitantes. El cardenal Modrego se apoyó en un grupo de burgueses industriales y financieros, católicos, y que se vinculó a la Asociación Católica de Dirigentes.

Un momento del Congreso Eucarístico de Barcelona en 1952Somatemps

Las primeras casas empezaron a construirse en la antigua masía de Can Ros, que se denominó VCE-Ros. La primera piedra se colocó el 30 de mayo de 1953. Aquellos primeros bloques costaron 391 millones de pesetas. De ellos, 30 millones fueron aportados por los socios fundadores. La estructura del nuevo barrio se basaba en una plaza central. En cada esquina bloques de 14 plantas y alrededor bloques de 5 plantas con patios interiores y espacios verdes. El proyecto finalizó en 1967. En total se construyeron 2.772 viviendas, 315 locales comerciales y 229 edificios.

Las viviendas tienen entre 60 a 120 m², con un mínimo de tres habitaciones y un máximo de ocho para familias numerosas. Para poder obtener una vivienda se tenían que cumplir unos requisitos: tener necesidad real de adquirir una vivienda, llevar un mínimo de dos años viviendo en Barcelona y tener los ingresos suficientes para pagar la vivienda. Se tenía que pagar una entrada de 8.000 pesetas.

El Estado concedió una donación de 30.000 pesetas por vivienda a fondo perdido e hipotecas por un valor del 40 % a devolver en 50 años. También hicieron lo mismo las Cajas de Ahorro con las hipotecas. De los que adquirieron casas la tipología social era variada. El 20 % eran obreros no cualificados; el 30 % obreros cualificados; el 30 % empleados administrativos; el 5 % subalternos; el 4 % funcionarios, y el 11 % profesionales liberales.

El nombre de las nuevas calles estuvieron vinculados con la Eucaristía y el Congreso Eucarístico. Tenemos calles como la del Cardenal Tedeschini, la Plaza del Cardenal Cicognani; la Plaza del Doctor Modrego; las calles de San Pascual Bailón; San Tarsicio. También propietarios y promotores tuvieron sus calles como Valentín Pardo Lanuza; Felipe Beltrán Güell.

Otras calles eran Cienfuegos, Concepción Arenal, Felipe II, Puerto Príncipe, Riera de Horta o Velia. Dos de ellas han cambiado de nombre con los años. La del ingeniero y director del Instituto Nacional de la Vivienda, Federico Mayo Gayarre, en 1983 pasó a llamarse Alexandre Gali. La calle Ignacio de Ros y de Puig, en 2007 pasó a llamarse Can Ros.

Las Viviendas del Gobernador

Existen dos zonas en Barcelona que se conocen como Viviendas del Gobernador. Las primeras son vecinos de las del Congreso. Se sitúan a la derecha de la calle Felipe II. Eran casas de protección oficial para obreros. Esta zona llevaba el nombre de Urbanización Meridiana. Ahora bien, como las inauguró, en 1944, el gobernador civil de Barcelona Antonio Correa Veglison, pasó a conocerse como Casas del Gobernador.

En el barrio del Verdún hay otra serie de viviendas, que llevan el mismo nombre, y que fueron construidas como consecuencia del Congreso Eucarístico. El gobernador civil de Barcelona, Felipe Acedo Colunga, impulsó la construcción de dos polígonos de viviendas para erradicar las chabolas. Los terrenos fueron cedidos por la marquesa Ana María de Mundet. Se levantaron 41 bloques, donde había 945 viviendas. Se inauguró el 10 de julio de 1953.

Las casas tenían 20 m² y, poco después, las empezaron a conocer como las casas de papel, por sus precarias condiciones. Todas las duchas como los lavabos eran comunitarios. La potencia máxima era de 100 vatios, lo cual hacía imprescindible usar electrodomésticos, porque saltaban los plomos. Había filtraciones cuando llovía. El transporte público no llegaba a aquella zona y no había ni centros de salud ni equipamientos, como escuelas.

En 1963 se les obligó a comprar las casas por 25.000 pesetas. A partir de ese momento, el Patronato Municipal de la Vivienda dejó de responsabilizarse. La degradación de aquel barrio, con el tiempo, aumentó. El tema se agravó con la presencia de toxicómanos.

Respecto a las duchas y el lavadero, estaban en una caseta independiente de la casa. Con lo cual, tenían que salir de la casa para asearse o lavar la ropa. El lavadero era un espacio socializador, donde se practicaba el hermanamiento. Se practicó la solidaridad y el colectivismo.