Imagen histórica de la casa de Francisco Aizcorbe en el Carmelo

Imagen histórica de la casa de Francisco Aizcorbe en el CarmeloCedida

Historias de Barcelona

Esta fue la primera casa quemada en Barcelona durante la Guerra Civil

La casa de Francisco Aizcorbe fue uno de los primeros objetivos en arder al estallar el conflicto

La historia que explicaremos hoy ocurrió en el barrio del Carmelo de Barcelona el 19 de julio de 1936, con el estallido de la guerra civil. Entre finales del siglo XIX y XX, este barrio fue un lugar de segundas residencias para la burguesía catalana. La protagonista de esta historia es una casa, cuyo propietario era Francisco Aizcorbe Oriol, nacido en Cervera (Lérida) el 21 de julio de 1898.

Desde muy joven se afilió al carlismo. Entre 1905 y 1915 colaboró en el semanario carlista Ausetania, editado en Vic, con el seudónimo de Ben-Hur y Espigoter. Redactor de El Correo Catalán, con el seudónimo de Amador de España, publicó también en 1915 varias crónicas de la I Guerra Mundial en este diario. En 1917 participó en el Congreso de Jóvenes Tradicionalistas, y en 1919 fue uno de los fundadores de los Sindicatos Libres, redactando los estatutos, al haber estudiado derecho en la Universidad de Barcelona.

De 1921 a 1922 trabajó en el Diario de Barcelona como redactor, y en 1922 fue uno de los impulsores del Partido Social Popular en Cataluña, una formación integrada por José María Gil-Robles, Ángel Ossorio Gallardo o Salvador Minguijón. En este partido se integraron carlistas, mauristas y democratacristianos.

Al finalizar la guerra civil, Aizcorbe perteneció al Cuerpo Jurídico Militar como oficial segundo honorífico. En el Juzgado Militar de Igualada elaboró expedientes contra desafectos al régimen. Entre ellos, a Ramón de Abadal y de Vinyals (1888-1970), historiador y jurisconsulto, miembro del consejo privado de Juan de Borbón; a Raimundo de Abadal Calderó (1862-1945), político y abogado, o a Mariano Rubió Tudurí (1896-1962), abogado y político.

En 1950 solicitó el reconocimiento del título carlista de marqués de Zugarramurdi, concedido el 16 de julio de 1875 al general carlista Antonio Lizárraga Esquiroz. Aizcorbe fue accionista, desde 1952, de Fomento de la Prensa Tradicionalista SA, empresa que editaba El Correo Catalán. Hasta su muerte fue director de la revista Barcelona. Se casó con Benita Bausili y tuvieron a Benita, Inmaculada, Francisco, Atanasio y José María. Falleció en Barcelona el 11 de enero de 1967.

La casa que ardió

El escrito que podrán leer a continuación fue publicado en el boletín de la Cámara Oficial de la Propiedad Urbana de la Provincia de Barcelona, en su número 151, en el mes de abril de 1940. Y dice así:

«El espíritu de destrucción que fue el móvil principal que animó la subversión roja, demolió los templos con sus obras de arte que tenían siglos de existencia, incendió los locales de entidades particulares. Por todas partes sembró la igualdad de las ruinas. Recogiendo de entre los casos que pueden citarse de lo que sucedió en Barcelona conviene registrar en estas páginas la destrucción de un chalet de la barriada de La Salud.

Al producirse los sucesos del 19 de julio de 1936 y viéndose los izquierdistas de aquel sector dueño de la situación incendiaron la iglesia parroquial de Jesucristo Redentor y el Convento de los Carmelitas de la Avenida de Nuestra Señora de Montserrat. Los periodistas y vecinos de tendencias derechistas huyeron. No había enemigo, pero la canalla marxista se dedicó tres días seguidos con sus noches a correr la pólvora.

Vino rápidamente la requisa de chalets abandonados que fueron ocupados por la hez. Atemorizaron al barrio con registros, detenciones y ejecuciones sumarias. En un recodo de la carretera del Carmelo, durante semanas enteras, por las noches, se asesinaba a detenidos procedentes de las checas de la ciudad y los vecinos tuvieron que habituarse a oír los ayes de las víctima, los disparos y el paso de los autos de los sicarios y de las ambulancias que levantaban los cadáveres.

Cuando los rojos entraron al chalet del que era beneficiario don Francisco Aizcorbe Oriol, abogado, periodista, actualmente en funciones del Cuerpo Jurídico Militar, se indignaron al ver un cuadro de don Alfonso XIII y una bandera española, pateando una cosa y la otra. Prosiguieron la búsqueda y dieron con un fichero correspondiente a un censo electoral de hacía cinco años y de una sección alejada de La Salud unos cuatro kilómetros. Ver el fichero y convenir que contenía los nombres de ellos para ser detenidos por los fascista fue instantáneo.

Fue decretado que la casa, por tamaño delito, tenía que ser quemada. Intervino un individuo que vivía por allí, el capitán Medrano, que había deshonrado el uniforme militar y a base de actuación de federal, invocada con insistencia, quedó aplazado el incendio. Entre tanto fueron movilizados los periodistas clasificados de izquierdas para que intercedieran cerca de sus compinches y se pusieron al habla con el Comité Antifascista de Casa Baró.

La petición de los periodistas rojillos era bien sencilla: no podía quemarse una casa que pertenecía a la Cooperativa porque el beneficiario hubiera cometido un hecho que no se veía claro. Invitaban a más al Comité a que se incautara del chalet, para destinarlo a sus fines aprovechando lo que hubiera dentro. Las negociaciones duraron algunas horas.

Todo fue en vano. El Comité no dio su brazo a torcer. Luego fueron sacados y robados los muebles y a no tardar ardió el edificio. Fue el primero de carácter particular que se quemó en Barcelona al fracasar el Movimiento Salvador en nuestra ciudad. La pérdida representó un buen puñado de miles de pesetas.

Así entendía el marxismo la protección al humilde. Así la despreocupación característica de los periodistas izquierdistas tuvo una vez más ocasión de ver cómo las gastaban sus alumnos ante los cuales eran impotentes. Todo junto con una gran vergüenza.

Hoy aún las paredes ennegrecidas y los techos derrumbados indican al paseante los rasgos de la destrucción perpetrada. De desear es u pronto pueda volver a levantarse la cubierta y que los jardines bien dispuestos señalen que ha vuelto a reír la Primavera tal como anunciaba el cántico prometedor»
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