Vista del santuario de Nuria, en el Pirineo

Vista del santuario de Nuria, en el PirineoWikimedia

Leyendas de Cataluña

El valle de los Pirineos donde un gigante compartió su queso y un santo escondió a la Virgen

El Puigmal y el santuario de Nuria han inspirado durante siglos muchas leyendas y cuentos populares

En la frontera de España con Francia encontramos una montaña alrededor de la cual se explican toda serie de leyendas. Se trata del Puigmal, situado en el Valle de Nuria, entre el municipio catalán de Queralbs y la francesa localidad de Er. En su cumbre encontramos una cruz de hierro forjado con una olla y una campana, símbolos del santuario de Nuria. También hay una placa con unos versos de mosén Jacinto Verdaguer:

Lo vell Puigmal d’espatlla rabassuda / és l’arx d’aqueixa altiva fortalesa, / que en set-cents anys lo sarraí no ha presa.

(«El viejo Puigmal de hombros rechonchos / es el arco de esa altiva fortaleza, / que en setecientos años el sarraceno no ha tomado.»)

Una de las leyendas que se cuentan por la zona gira sobre un gigante que allí vivía y que un día, tras ordeñar a su vaca, se frotó las manos llenas de leche sobre su vestido de nieve. Al instante, esta se convirtió en queso: el gigante se lo ofreció a un mortal, advirtiéndole que no se lo terminase, ya que el queso volvería a crecer milagrosamente, y le permitiría a los humanos alimentarse toda la vida sin matar animales.

Quien recibió este regalo mágico era un cazador que iba por las montañas disparando a todos los animales que le salían al paso. «Necesito cazar para alimentar a mis hijos», le dijo al gigante, pero era mentira, ya que no tenía. Al cabo de un tiempo, cansado de solo comer queso, se lo terminó, y volvió a la montaña en busca de alimento. Nunca se supo nada más de él.

El valle de los demonios

El diablo también recorre aquellos lugares. Tradicionalmente se ha creído que en esta montaña han convivido demonios, brujas y espíritus malignos. Se creía que aquella zona, conocida como de los siete valles, era un lugar maldito.

Santuario de Nuria, desde la Creu d'en Riba, en una foto de 1919

Santuario de Nuria, desde la Creu d'en Riba, en una foto de 1919Wikimedia

Se cuenta que, una vez, una pareja de pastores se hizo acompañar a Nuria por una prostituta. Pretendían pasar la noche con ella, pero apareció un demonio y se les adelantó. Cuando la mujer se dio cuenta de la naturaleza de aquel ser, quiso huir.

Los pastores y la prostituta rogaron a la Virgen de Nuria que los ayudara y, con pequeñas ramas y sus propias manos, hicieron unas cruces para mantener alejada a aquella bestia. Entonces, el diablo se fue corriendo en dirección al Puigmal, donde dicen que aún permanece, sin que nadie lo haya echado.

La leyenda de san Gil

El santuario de Nuria también tiene su tradición, que se remonta al año 700. Más o menos por esas fechas dicen que llegó al valle san Gil, un obispo procedente de Nimes, donde había fundado un monasterio. El santo vivió en Nuria cuatro años, buscando la paz y la tranquilidad de la vida eremítica.

Además, el santo también se dedicaba a convivir con los pastores que llevaban el ganado a los prados, compartiendo con ellos sus viandas: un poco de grano cocinado en una olla de cobre. Cuando la comida estaba lista, san Gil hacía sonar una campana para avisar a los comensales.

Retablo que retrata la vida eremítica de san Gil (c. 1500)

Retablo que retrata la vida eremítica de san Gil (c. 1500)Wikimedia

Pasaba los días entregado a la oración y a la fabricación de sus propios iconos: entre ellos, la imagen de la Virgen de Núria. Dice la tradición que cuando san Gil llegó al valle trajo una cruz con él. Se alojó en una cueva, donde levantó una pequeña capilla, dejando en su interior la actual imagen de la Virgen.

San Gil era perseguido por el rey visigodo Vitisa, reconocido iconoclasta que luchaba contra la adoración a las tallas y a las imágenes cristianas. De Nuria huyó hacia el sur de la península ibérica, dejando bien escondido su pequeño tesoro: la imagen de la Virgen, junto a la olla que usaba para hacer la comida, la cruz que presidía sus rezos y la campana con la que llamaba a los pastores.

Según la tradición, en el año 1079 unos pastores encontraron la cueva de san Gil, y en ella estos cuatro objetos. Además, cuenta la leyenda que quien suba hasta Nuria y realice un ritual concreto —orar ante la cruz, poner la cabeza en la olla y tocar la campana—, tendrá descendencia. No se conoce el origen de la tradición, pero les ha funcionado a bastantes parejas.

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