Comunidad Valenciana El feminismo de Compromís: primero la ideología y luego la mujer
La defensa a ultranza que los nacionalistas hacen de este colectivo choca con las posturas que adoptan cuando los casos afectan a partidos de izquierdas
La ministra de Igualdad, Irene Montero, lleva días poniendo el grito en el cielo a cuenta de las palabras de la diputada de Vox Carla Toscano acusándole de estar en el cargo por haber estudiado «en profundidad a Pablo Iglesias»: «Las feministas y las demócratas somos más y le vamos a parar los pies a esta banda de fascistas con más derechos», espetó la ministra desde su escaño tras solicitar la palabra al vicepresidente del Congreso para pedir que las afirmaciones de Toscano permaneciesen en el Diario de Sesiones.
Sobre todo desde la irrupción de Podemos en el tablero político allá por 2014, tanto los 'morados' como otras formaciones de izquierdas han fundamentado gran parte de su relato en la supuesta defensa a ultranza de la mujer y sus derechos, en el sentido más amplio del término.
Sus actitudes y actuaciones a la hora de llevar dicha defensa a la práctica, no obstante, parece ser que no corresponden con lo predicado tan pomposamente y, a más a más, dejan entrever un primer y férreo filtro ideológico.
Quizás, uno de los partidos de España que más esté incurriendo, por número y gravedad de los casos, en una presunta doble vara de medir en la defensa de la mujer sea Compromís, que en sus pocos años como coalición ya ha protagonizado algún ejemplo al respecto.
Caso Oltra
Seguramente, el más conocido y mediático sea el que afecta a la exvicepresidenta de la Generalitat Valenciana y exlíder nacionalista, Mónica Oltra.
Aunque las sospechas recaían sobre ella varios meses antes, terminó acabando investigada formalmente por el Juzgado de Instrucción número quince de Valencia. El motivo: haber encubierto, presuntamente, los abusos sexuales que su marido cometió a una menor de catorce años en un centro tutelado por la propia Oltra.
Por si fuera poco, el propio magistrado encargado de la causa, Vicente Ríos, acusa a la también exconsejera de Igualdad de haber ordenado la elaboración de informes psicológicos extraoficiales sobre la víctima con el objetivo de desacreditarle y denostar su versión ante la Justicia.
Para un partido cuyo ascenso se ha valido de la lucha contra la corrupción y de abanderar la causa feminista, episodios como el de Oltra habrían sido un torpedo en su línea de flotación sin solución más allá que la expulsión inmediata de la implicada, desmarcarse de ella y pedir perdón.
Pero en Compromís ocurrió exactamente lo contrario. Lejos de denunciar o censurar los comportamientos que se le achacan a la exvicepresidenta valenciana, sus compañeros le montaron una fiesta con música y bailes para acompañar a su todavía líder.
Durante toda la instrucción, que aún continúa y que durará hasta el mes de abril, el argumentario nacionalista ha estado orientado a desacreditar el proceso judicial. En un primer momento, el partido en bloque cargó contra las acusaciones, identificándolas como de «ultraderecha».
Posteriormente, cuando la imputación se convirtió en una realidad, ese sambenito también se lo colgaron a la Justicia, a la que también calificaron como machista y de estar en connivencia con una supuesta «cacería política».
Pero lo más llamativo no es eso, que bien podría servir, sino que dirigentes de Compromís han llegado a cargar contra la propia víctima de los abusos sexuales, Teresa, cuestionando su salud mental y tildándole de comportamientos, por decirlo finamente, erráticos.
En todos estos meses de causa, ni uno solo de los diputados y altos cargos del partido nacionalista se ha movido un ápice de su postura inicial de apoyo a Oltra, por mucho que los indicios e investigaciones del juez van aumentando, sus explicaciones menos le convencen y ya ha apuntado al círculo más próximo a Oltra en el Gobierno autonómico.
Tampoco la Abogacía de la Generalitat se ha personado para defender los intereses de Teresa, que, para colmo, acudió a declarar ante el juez esposada como si fuese la acusada y no la víctima.
Un concejal, 'azotando' a Rita Barberá
Más allá de Valencia, poca gente sabrá quién es Giuseppe Grezzi. Desde 2015 es el concejal responsable de la ordenación del tráfico, cartera que compagina a la perfección con la de polemista oficial del Equipo de Gobierno formado por Compromís y PSPV-PSOE.
Siendo aún alcaldesa la difunta Rita Barberá, los nacionalistas emprendieron una campaña de acoso y derribo contra la popular, tanto mediática como políticamente. En ella, el edil de origen italiano posó orgulloso con una camiseta de diseño propio.
Este era un dibujo del propio Grezzi subido en una bicicleta pegándole latigazos a Barberá. Sobre ello, la portavoz adjunta del Partido Popular en las Cortes Valencianas, Elena Bastidas, califica el mensaje de la prenda de ropa del concejal y las actuaciones de Compromís contra la exalcaldesa en general como «absolutamente indecente».
«Cuando Grezzi se ponía esa camiseta era libertad de expresión y todo el mundo le reía las gracias», asegura Bastidas, que se muestra contundente al afirmar que la «diferencia que hay entre el jarabe democrático y la violencia machista es el carnet del partido».
En este caso, como en el de Oltra, cero reproches a quien ha hecho, mantenido y se ha sentido orgulloso de actos machistas que conllevan violencia por parte de sus compañeros de formación. La ideología de nuevo vuelve a imponerse.
Es la propia Bastidas quien relata a El Debate otro caso de prevalencia de las siglas frente a la coherencia política. En el municipio valenciano de Catadau se votó en el Pleno la elección como alcalde de Manuel Enrique Bono. Hasta ahí nada reseñable.
Sin embargo, el problema llega al saber que Bono fue expulsado del PSPV-PSOE, nada más y nada menos, que por mostrar su «respaldo» a un «condenado por violencia machista tras asestar dieciséis puñaladas a su mujer en presencia de su hija menor», apunta la popular.
Compromís era plenamente consciente de estos hechos y aún así sus tres concejales en la localidad «votaron a favor» de investirle primer edil.
De hecho, Bastidas indica que por denunciar este escenario y pedir a los nacionalistas que no permitieran con su voto que Bono alcanzase la alcaldía, recibió «insultos machistas de una manera bestial y nadie de Compromís salió» a defenderle: «Tampoco lo necesito; la crítica política la admito, pero la machista, no». Por lo visto, no pasó el filtro ideológico.
Otro gran caso, que está sucediendo a tiempo real, es el derivado por la aplicación de la conocida como ley del 'solo sí es sí'.
Más allá de las implicaciones en el Congreso de los Diputados, la Fiscalía General del Estado o el Palacio de La Moncloa, Compromís, qué día no es fiesta, también se ve afectado.
Y de nuevo, Oltra. Se había mantenido al margen de cualquier valoración de tipo político desde que habló con los medios de comunicación tras declarar ante el juez el pasado 19 de septiembre, pero la polémica por el proyecto estrella de Montero le ha devuelto a la luz pública.
En su perfil de la red social Twitter, la exvicepresidenta valenciana se hizo eco del artículo de opinión de un periodista en el que cargaba contra propios y extraños, acusándoles de estar llevando a cabo una campaña de odio y destrucción contra la titular de Igualdad.
Con tres emoticonos señalando el enlace al artículo y la frase «pues no le faltan ni sobran párrafos a este artículo…», Oltra reaparecía políticamente hablando y lo hacía para respaldar explícita e implícitamente a la ministra en sus peores momentos.
En opinión de Bastidas, que la exdirigente de Compromís «se haya posicionado al lado de Montero y no con las víctimas, desgraciadamente no extraña». «Aquí ya le conocemos bien y, si no, que le pregunten a Teresa, la víctima», indica la popular, que añade que en «Europa también saben quién es Mónica Oltra»
Estos son algunos ejemplos de primacía del proyecto político ante los principios que uno dice defender, aunque, sucintamente, hay otros.
Uno podría ser el silencio sepulcral de la formación Compromís ante hechos de naturaleza machista cometidos por el exvicepresidente Segundo del Gobierno Pablo Iglesias cuando en un chat privado escribió que «azotaría hasta que sangrara» a una conocida periodista.
También cuando dijo de Ana Botella lo mismo que la diputada de Vox sobre Montero, cuando Iglesias ante una pregunta de otra periodista en el Congreso le respondió con «precioso abrigo de pieles el que trae usted» o, incluso, cuando llegó a ofrecer su «despacho» a Andrea Levy y un diputado de Podemos para que llegaran a «conocerse».
A juicio de Bastidas, este conjunto de actitudes «van en contra del movimiento feminista», lo convierten en «comparsa» y hacen «daño» a la causa por las que tantas mujeres «históricamente han luchado y siguen haciéndolo».
Así, la popular rechaza que esta formación y otras de su ámbito ideológico reduzcan el feminismo «a eslóganes, propaganda y anuncios vacíos», a la par que es contraria que, a la hora de la verdad actúen en base a «hermana, yo sí te creo…si eres de mi partido».
Por su parte, la portavoz de Vox en las Cortes Valencianas, Ana Vega se expresa en contra de lo que denomina «feminismo radical de salón» por parte de la izquierda y acusa a Compromís de «pretender echar tierra encima sobre los casos de abusos sexuales a menores tuteladas».
Para la diputada autonómica, esto demuestra que para la izquierda «hay mujeres de primera y mujeres de segunda y que el «yo si te creo, hermana»», solo se aplica en los casos «en los que la izquierda puede sacar rédito político».
De este modo, Vega considera que hoy día las mujeres en España están «más inseguras que nunca». Para remediarlo, y ante la «falta de capacidad para legislar que tienen determinados miembros del gobierno», aboga por el «endurecimiento de las penas para agresores sexuales, violadores y asesinos, para que no vuelvan a ver la luz del sol».