Comunidad Valenciana El adoctrinamiento de la izquierda a los jóvenes: una Cabalgata es ideológica y el valenciano, catalán
Comunistas y nacionalistas hacen que Puig se aleje de la moderación y le arrinconan con políticas radicales
Cualquier proyecto nacionalista que se preste ha de tener en la infancia y juventud uno de los principales segmentos sociales sobre los que centrar sus esfuerzos.
Conscientes de que a una persona ya formada y con ideas propias resulta francamente complicado convencerle, los esfuerzos de los secesionistas tienen como objetivo inyectar su proyecto de ingeniería social a las mentes que están en formación y, por tanto, son más débiles y proclives a asumir sus postulados.
Al socaire de conceptos difícilmente discutidos socialmente como «democracia», «derechos» o «libertad», desde bien pequeños los chavales van tomando como normales las dinámicas educativas y sociales que dirigen los propios independentistas.
Esto se ha visto durante décadas en el País Vasco y Cataluña, donde ya son varias las generaciones que desconocen el papel del Estado en sus territorios y únicamente conciben lo que los ingenieros sociales se han encargado concienzudamente de que aprendan.
Esta situación se está viviendo de una manera acelerada en dos comunidades autónomas seriamente amenazas por el anexionismo catalán. Islas Baleares y la Comunidad Valenciana, previa claudicación de sus respectivos gobiernos, han asumido de la A a la Z la hoja de ruta independentista con una salvedad.
El adoctrinamiento, lo primero
Como en ambas regiones saben que sus Ejecutivos no cuentan con los tiempos ni con los fondos gozados por vascos y catalanes, se han encargado de darle un impulso a su estrategia de implantar el marco mental catalanista desde bien pronto.
Buen ejemplo es el valenciano, donde tanto la administración local como autonómica no han puesto reparos en ello. De este modo, una de las políticas más significativas que el tripartito de izquierdas sigue llevando en la Comunidad es el adoctrinamiento en las aulas.
PSPV-PSOE, Compromís y Unides Podem no escatiman recursos públicos ni resquicios ideológicos para que la agenda independentista vaya calando a marchas forzadas en una población que, sin ningún género de duda, rechaza el nacionalismo.
En los colegios e institutos desde Castellón hasta Alicante se enseña que la lengua regional no es el valenciano, como señalan el Estatuto de Autonomía y la misma Historia, sino una suerte de dialecto del catalán.
En este sentido, aprovechando la falsa excusa lingüística, no son pocas las guías docentes que hablan explícitamente de una región mitológica llamada 'Países Catalanes'. Para muchos de los hoy votantes de partidos como Unides Podem o Compromís –por no hablar de sus dirigentes- esta entelequia configura el motivo principal de lo que llaman «lucha».
En paralelo a ello, el Ejecutivo de Puig lleva más de siete años con la maquinaria lingüística puesta sin freno. Esto implica que la inmensa mayoría de las clases en centros públicos se dan en valenciano y el castellano queda, de la noche a la mañana, prácticamente marginado.
Por tanto, entre que la lengua primordial es el valenciano y se imparte, venga a cuento o no con referencias ideológicas, la juventud poco a poco va avanzando según lo previsto por el nacionalismo.
Otro gran caso de intromisión en la vida de los adolescentes es el del ocio. Más allá de las habituales campañas de prevención, el tripartito ha dado un salto cualitativo notable.
Dentro de su concepción bajo la que 'todo está bien y todo vale', el Gobierno valenciano promovió pública e institucionalmente la celebración de fiestas en las que se consumieran drogas.
Por raro que parezca, no deja de ser verdad. De hecho, dos altos cargos están investigados por la Justicia por, presuntamente, «promocionar el chemsex –sexo y drogas- en sus redes sociales y financiar una aplicación de contactos para realizar esta práctica».
A mayor abundamiento, la campaña sobre ello tenía el lema #ACIHIHATEMA (#AQUÍHAYTEMA) y, lejos de recomendar a los jóvenes que se alejen del consumo de estupefacientes, la propia Generalitat les instaba a «conocer al que te proporciona las drogas» porque, en tal caso, «los riesgos se pueden reducir».
En el mismo sentido, la Administración Pública es la que aconseja a estos chicos –chicas y otras denominaciones incluidas- que las sustancias que consuman sean «lo más pura posible» y, por ende, que se hagan con ellas contactando siempre con «fuentes fiables».
Por esta iniciativa están investigados el director del Instituto Valenciano de la Juventud (IVAJ), Jesús Damián Martí, y la directora de Salud Pública de la Generalitat, Ofelia Gimeno.
Esta obsesión por ir arrimando a la juventud con diversas prácticas no se circunscribe al ámbito autonómico. Nada más lejos de la realidad. El alcalde de Valencia, Joan Ribó, ha hecho de ello su día a día.
Nada más llegar a la alcaldía se propuso retomar el desfile de las autodenominadas 'magas republicanas'. Según el argumentario del primer edil, se trataba de una «tradición», aunque una vez más los hechos se dan de bruces con la ideología.
Semejante acto se dio en tan solo en 1937. Fue en el contexto de la Guerra Civil y con la excusa de desconectar a los niños del conflicto, se organizó una tremenda concentración de personas y decoraciones para ensalzar las figuras de Largo Caballero, el frente «antifascista» o al tirano soviético Iósif Stalin.
Este 2023, por poner el caso más próximo, las 'magas' van a recorrer el centro de Valencia como si de autoridades se tratara y, ya en el balcón del Ayuntamiento pronunciarán su (no tan tradicional) discurso.
Según el programa del Ayuntamiento, van a adoctrinar a miles de niños valencianos acerca de salvar el planeta, las maldades de sus prácticas habituales y la necesidad de implicarse ante la emergencia climática.
Cabe reconocer que, aunque la temática pueda parecer chusca, intervencionista y fuera de toda lógica, algo dista del primer discurso que hizo Ribó con 'sus magas', en el que habló del franquismo, de la capitalidad republicana de Valencia y de las fosas comunes. Los niños, como es normal, quedaron estupefactos.
No contento con ese burdo intento de manipulación histórico-infantil, Ribó ha prohibido que en la Cabalgata de Reyes de este 2023 desfilen empresas privadas. Así, por ejemplo, los niños no podrán disfrutar de sus ídolos del Valencia o el Levante que, naturalmente, son las que mayor devoción despiertan entre los pequeños.
La razón del alcalde es tan simple como ramplona: «No queremos que sea una caravana de empresas y publicidad».
Por tanto, por una mera cuestión de ideología los niños disfrutarán de infinidad de logos del Ayuntamiento y de sus empresas públicas, pero no podrán pedir a los jugadores a los que van a ver al campo de fútbol que les echen caramelos. La política «para la gente», decían.