Elecciones 28-M La debacle electoral y el adelanto de las elecciones sumen a la izquierda valenciana en una espiral de caos
Cuando PSPV-PSOE, Compromís y Unidas Podemos aún estaban digiriendo la derrota del 28-M, el anuncio de Sánchez trastoca sus planes y altera los calendarios de renovación interna
El 28 de mayo supuso un antes y un después para los partidos de izquierdas en la Comunidad Valenciana. Un varapalo en toda regla que, a pesar de que el grueso de las encuestas preveía un vuelco político en la región hacia del centro-derecha, sus dirigentes no supieron contemplar o no quisieron hacer frente a esa realidad.
De hecho, fuentes del Palacio de la Generalitat muy cercanas al todavía presidente valenciano, Ximo Puig, aseguraron a este periódico en la misma jornada de reflexión que la suma de PSPV-PSOE, Compromís y Unidas Podemos (UP) alcanzaría los «53 o 54 diputados» y que estaba «abierta la lucha por la primera plaza». Este optimismo también se dio a lo largo de la jornada electoral: «Vamos en buen camino, pero hay que mantener la movilización», insistían las mismas fuentes.
Paradójicamente, esos 53 escaños fueron a parar a los contadores del Partido Popular y de Vox –cuarenta y trece, respectivamente–, mientras que el actual tripartito se quedó en 46: 31 para los socialistas y quince para Compromís. Por su parte, Unidas Podemos no llegó al 5 % mínimo de los votos en el conjunto de la Comunidad –obtuvo el 3,5 %– y se ha quedado fuera de las Cortes Valencianas en esta próxima legislatura.
La tesitura de Ximo Puig
Si a eso se une que el mapa autonómico se ha teñido de azul y que el PP además de en la Generalitat también estará al frente de las alcaldías de Castellón, Alicante y Valencia, no es de extrañar que los líderes de las principales formaciones de izquierdas en la región comparecieran con el escrutinio avanzado, asumiendo que les esperan cuatro años «en la oposición».
Los resultados fueron tan contundentes que, aunque no se reconoció explícitamente, sí sobrevolaba en las sedes del PSPV-PSOE, Compromís y UP la certeza de que sus candidatos encaraban un futuro incierto, cuando no fuera de sus actuales responsabilidades orgánicas. Sin embargo, el adelanto de las elecciones anunciado por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha trastocado por completo los planes de la izquierda valenciana. A la debacle se le unió la sorpresa por una nueva cita con las urnas en menos de dos meses, lo que les ha sumido en una espiral de caos como hacía tiempo que no sufrían.
En el caso de los socialistas, la lógica hacía pensar que Ximo Puig, en el corto o medio plazo dejaría la primera línea política como consecuencia de perder la presidencia autonómica de manera contundente tras dos legislaturas. De momento no hay noticias al respecto. La papeleta para la la formación no deja de ser difícil. Ya con la precampaña en marcha y con la obligación de marcar una estrategia, si Puig renunciase a seguir liderando el PSPV-PSOE, el proceso de elección del nuevo secretario general tendría que ser exprés para que en los mítines de Sánchez ya estuviera la dirección de la filial socialista.
Por contra, si Puig optara por mantenerse en al cargo hasta después de los comicios del 23 de julio, la estampa tendría ciertos rasgos surrealistas. En los actos del partido estaría un presidente del Gobierno más que tocado electoralmente, que se juega a todo o nada su futuro político, que estaría apoyado y acogido por un barón territorial al que los ciudadanos cincuenta días antes le han dicho a las claras que no quieren que les gobierne más y que sigue alargando su cargo orgánico artificialmente. Algo así solo puede conseguirlo Pedro Sánchez.
El panorama en Compromís ni mucho menos pinta mejor. Los nacionalistas no solo dejarán en unos días de gestionar varias carteras en el Ejecutivo autonómico y la vicepresidencia. Aunque han aumentado en votos, han bajado dos escaños respecto a 2019. La salida forzada de Mónica Oltra ha supuesto un golpe en las urnas que ni el candidato Joan Baldoví ha podido remediar con toda su dilatada experiencia y estar curtido en plazas como Madrid.
Tampoco ha podido rentabilizar el efecto de Yolanda Díaz, aunque se ha demostrado que, al menos el 28-M, es menos débil que lo que se decía. En una maniobra de bilocación política sin precedentes, la vicepresidenta segunda del Gobierno hizo campaña a la par por Unidas Podemos y por Compromís, apoyando al candidato morado en las autonómicas y al nacionalista Joan Ribó en Valencia.
Aún con todo, los planes a corto plazo para la coalición se centran ahora en formalizar su integración en Sumar, el partido instrumental de la ministra de Trabajo. De este modo, Compromís tendrá poco tiempo para configurar unas listas electorales en las que ya empiezan a sonar nombres.
Podemos, fuera de las Cortes
El primero es el de Pere Fuset, que apura sus últimos días como concejal de Fiestas en el Ayuntamiento de Valencia. Según varias informaciones, el edil estaría «valorando» presentarse como número uno por la circunscripción levantina. De ser así, el más perjudicado entre el 28-M y el 23-J sería el Baldoví, puesto que no podría recuperar su acta de diputado en el Congreso y que, a partir de junio, le espera un papel secundario en las Cortes Valencianas. No tendrá ninguna responsabilidad de gobierno y será el portavoz del segundo -y último- partido en la oposición.
En el ámbito local, el todavía alcalde de Valencia, Joan Ribó, también aseguró que su intención es la de seguir en la oposición para hacer una labor de control «férrea» al próximo Ejecutivo de María José Catalá. Al igual que con Puig, está por confirmar sin el nacionalista mantiene esos planes una vez se haya votado en julio. Cabe recordar que en septiembre cumplirá 76 años y que su candidatura a la reelección estuvo a punto de complicársele por un problema se salud.
Finalmente, Unidas Podemos comprobó cómo los peores presagios se hacían realidad, perdiendo sus ocho diputados al no alcanzar el 5 % mínimo de los sufragios establecidos en la ley y acabar siendo una fuerza extraparlamentaria. De nuevo, el adelanto electoral ha trastocado el calendario, ya que la asunción de responsabilidades del aún vicepresidente segundo en funciones del Gobierno valenciano podría dilatarse e incluso posponerse al 23-J.
Por tanto, cuando aún estaba digiriendo la dura derrota en las urnas que le saca del poder ocho años después, la izquierda valenciana recibe otro mazazo en forma de adelanto electoral en un momento en el que la opinión pública, las ganas y la ilusión juegan en su contra. La moral de la tropa poco importa cuando de lo que se trata es de 'salvar al soldado Sánchez'.