María José Catalá y Carlos Mazón cantan el himno de la Comunidad Valenciana en un mitin del PP en ValenciaPP

Comunidad Valenciana  «Para ofrendar nuevas glorias a España»: la defensa de la nación en el himno valenciano que la izquierda calla

Mientras Ximo Puig sigue dando millones de euros públicos a asociaciones independentistas catalanas, Compromís no esconde sus ansias anexionistas y amenaza con redoblar su apuesta nacionalista

Pocas menciones tan explícitas se podrán ver en un himno regional como en el de la Comunidad Valenciana. No hace falta esperar a que se canten demasiadas estrofas para comprobarlo. En la primera, la declaración de intenciones queda más que clara: «Para ofrendar nuevas glorias a España». Por si quedaran dudas, la letra continúa con un «todos a una voz, hermanos venid».

La historia de este cántico se remonta a 1909, cuando la capital levantina fue designada sede de la Exposición Regional, un aspecto que sin duda supuso un antes y un después para el día a día valenciano. Por más que la letra cuente ya con más de un siglo, sus reivindicaciones no es que sigan vigentes, sino que se encuentran en un punto casi de no retorno por los coqueteos incesantes del tripartito de Ximo Puig con los independentistas catalanes.

En el Himno, la mención a la nación lejos de ser coyuntural o esporádica, es constante. De hecho, «para ofrendar nuevas glorias a España» se llega a cantar hasta tres veces. La última, por si hubiera dudas de la españolidad valenciana, es sobre la que la gente se levanta con más entusiasmo y culmina con una arenga: «Gloria a la Patria». Aunque se hace mención a la Señera valenciana, está incluida dentro de la unidad de España. En el himno regional no se concibe España sin Valencia ni al revés.

Puig, valencianía de boquilla

Este ejercicio de valencianismo orgulloso de lo nacional lo ha intentado aprovechar el que todavía sigue siendo presidente de la Generalitat en funciones, Ximo Puig. Lo hace tomando las palabras «todos a una voz» –tots a una veu, en valenciano– para formalizarlo como el lema de su Ejecutivo.

En cambio, la pura realidad choca con sus ficticias pretensiones de defensa de la unidad de España. Primeramente, por mucho que el socialista se apropie de una frase del himno autonómico y presuma de valencianía de la administración, lo cierto y verdad es que solo en la pasada semana ha vuelto a subvencionar en dos ocasiones a entidades independentistas catalanas cuyo objetivo es imponer los 'Países Catalanes'. En términos globales, son casi trece los millones dados.

«Para ofrendar nuevas glorias a España» el presidente de la Generalitat Valenciana prefiere saltárselo, pero lo de «hermanos venid» simplemente lo adapta a sus conveniencias y urgencias políticas. Solo de ese modo se explica por qué Puig y sus socios pagan y siguen pagando para que la Comunidad Valencia sea una mera colonia de Cataluña, en un hipotético territorio común y con una sociedad homogeneizada bajo los principios dictados por el ideario secesionista.

El himno de la región se canta en valenciano, con lo que desde un primer momento se excluye la idea de que hablar castellano y valenciano pudieran ser conceptos vitales incompatibles. Precisamente, es es el marco mental que la izquierda en los últimos ocho años ha intentado inocular hasta la extenuación. Con calzador es poco cuando de lo que se trata es, simplemente, de cumplir la Ley. Al menos, tal como estipula el Tribunal Constitucional, con un 25 % de las horas en español.

Pero Puig y sus consejeros del PSPV-PSOE, Compromís y Unidas Podemos no están en eso. La valencianía de boquilla no solo queda en evidencia con el regadío de subvenciones, sino también en sus comportamientos. Así, el socialista quedará para el recuerdo como el presidente autonómico que más ha callado ante los ataques a la Comunidad y, por tanto, a la integridad territorial de España. Ha sido constante en ello, tanto en las formas, como en el fondo.

A pesar de representar a más de cinco millones de valencianos, le ha pesado más sostener su tan artificial como ideológica coalición con nacionalistas y comunistas que la defensa de sus vecinos. El silencio ha sido –y sigue siendo– su seña de identidad. Si Pere Aragonés insiste en su anhelo de los 'Países Catalanes', Puig calla políticamente y subvenciona. Si hay que manipular a los estudiantes y meterles en vena el independentismo, ahí está siempre el presidente valenciano para dar millones de euros. Y así miles de ofensas, una tras otra.

Esa actitud bizcochable hacia el separatismo Puig también la ha tenido hacia sus propios compañeros de Gobierno. No es que se haya visto obligado a adoptar determinadas iniciativas, sino que, lejos de esa visión, ha estado encantado de acelerarlas.

El presidente valenciano, Ximo Puig, con el expresidente catalán, Carles PuigdemontEFE

Poca discusión admite que Compromís, como fin último, persigue una nación común entre valencianos, catalanes y baleares. Los ya mencionados 'Países Catalanes', tan deseados por los nacionalistas como mitológicos por la razón e inimaginables por la Constitución, son su meta.

En la ciudad de Valencia, los nacionalistas suelen cuidar las formas y dicen respetar la Señera Valenciana. En cambio, haciendo como el mal trabajador que se pone a mirar sus cosas en el ordenador cuando el jefe se va de la oficina, es en los pueblos donde el verdadero Compromís sale a relucir. Nada de bandera autonómica y ni mucho menos la nacional. La única que importa es la 'estelada independentista'. Poco más hay que añadir, del mismo modo que a nadie le parece raro.

Si se analiza con perspectiva la ejecutoria del tripartito de izquierdas, lo evidente es que el único pegamento que ha unido en ocho años a socialistas, nacionalistas y comunistas ha sido el ansia por catalanizar la Comunidad Valenciana. Ni siquiera les ha soldado el cordón sanitario al centro-derecha, ya que a algunos les viene bien que gobierne.

En dos legislaturas, PSPV-PSOE, Compromís y Unidas Podemos han subido impuestos, han promovido un adoctrinamiento en las aulas sistematizado y han dado millones y millones a los recolectores de su proyecto rupturista de ingeniería social. Es ahí donde radica todo, en quebrantar la convivencia entre casi cincuenta millones de compatriotas.

Aún así, al igual que no ofende quien quiere sino quien puede, en el caso de la Comunidad Valenciana no paga quien manda, sino quien vota. De ahí que se vaya a seguir cantando «para ofrendar nuevas glorias a España».