Ximo Puig, emocionado tras su discurso en el Comité Nacional del PSPV-PSOE en el que anunció el Congreso ExtraordinarioEuropa Press / Jorge Gil

Puig: de devolver la Generalitat al PSOE a una salida bronca y por la puerta de atrás

En el primer trimestre de 2024 el expresidente valenciano cerrará una etapa con altibajos que ha terminado con más momentos de decepción que de alegría

El secretario general del PSPV-PSOE, Ximo Puig, anunció este sábado la convocatoria de un Congreso Extraordinario de la formación para el primer trimestre de 2024 de cara a encontrar lo que él mismo calificó en su discurso como «nuevas ideas, nuevos impulsos y nuevos liderazgos». En la práctica, supone dar un paso atrás y despedirse de estar en la primera línea política. En el Comité Nacional en el que dio a conocer la cita, el expresidente valenciano recibió varias ovaciones por parte de los asistentes, un gesto unánime de apoyo del que, sin embargo, no ha gozado el castellonense en su última etapa.

Y es que los años que Puig ha estado al frente de la Generalitat se podrían calificar como una montaña rusa en lo que a la relación con los suyos se refiere. Tras 20 años de hegemonía del Partido Popular en la Comunidad acumulando mayoría absoluta tras mayoría absoluta, la izquierda sumó los escaños suficientes en las elecciones de 2015 como para gobernar, en un contexto marcado por la irrupción de partidos como Ciudadanos y Podemos, así como por casos de corrupción que afectaban al PP. De ese modo, el PSOE conseguía volver a lo más alto del poder autonómico.

A partir de ahí, el nuevo jefe del Ejecutivo valenciano ganó peso político, tanto a nivel institucional como orgánico, posicionándose como uno de los principales barones territoriales en Ferraz. Pero no todo iba a ser perfecto. El 1 de octubre de 2016 se sumó a otros pesos pesados socialistas para echar de la Secretaría General a Pedro Sánchez por su empecinamiento en pactar con independentistas catalanes y vascos. Los años han demostrado por la fuerza de los hechos que aquellos eran otros tiempos.

De las subvenciones al hermano a Azud

Su primera legislatura fue para Puig más tranquila de lo que a priori podía pensar. De hecho, en 2019 su formación fue la más votada 25 convocatorias electorales después, lo que le sirvió para repetir en el Palau y conformar un Gabinete con Compromís y Unidas Podemos dentro. En cambio, este segundo mandato en poco o nada se terminaría pareciendo al de su debut como presidente.

En el ámbito interno, los escándalos se le acumularon, desde teniendo que lidiar con las tensiones entre los partidos del Consell hasta verse salpicado, al menos mediáticamente, en asuntos más delicados como el apoyo al independentismo, las subvenciones presuntamente ilegales otorgadas a su hermano, el caso Oltra o la trama Azud, en la que la Justicia investiga una supuesta financiación ilegal del PSPV-PSOE y en la que su nombre figura en la agenda del principal cabecilla de la causa, el extesorero de la formación José María Cataluña.

Por si lo anterior no fuera suficiente, 2023 ha sido para Puig su particular annus horribilis. Para comenzar, arrastraba una crisis en su relación con Sánchez, puesto que el presidente de la Generalitat anunció una bajada de impuestos, en clara contraposición a lo dictado por Ferraz y Moncloa. Ni el líder socialista ni la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, vieron con buenos ojos esta iniciativa, que, para colmo, ponía a la región en la misma senda que la Comunidad de Madrid de Isabel Díaz Ayuso y la Junta de Andalucía de Juanma Moreno.

Durante la campaña electoral del 28-M, Pedro Sánchez se mostró frío con Ximo PuigEuropa Press / Paco Poyato

Este fue el primer gran desencuentro Puig-Sánchez, pero no el último. Ya a finales de 2022, el jefe del Consell advirtió que las encuestas le iban mal, puesto que pronosticaban mayoría absoluta para la suma del PP y Vox. Viendo peligrar la presidencia, dio un nuevo volantazo por su cuenta y riesgo y decidió sumarse a las reivindicaciones de los agricultores de Alicante en contra del recorte que el Gobierno iba a aplicar y, posteriormente, aplicó al trasvase Tajo-Segura. Lo hizo entre finales de año y el comienzo de 2023 y con vehemencia, aunque su postura hasta la fecha había sido la de mantenerse de perfil para no incomodar todavía más a su jefe de filas.

No obstante, ese repentino giro no modificó la dinámica demoscópica. Fue entonces cuando el líder del PSPV-PSOE, desesperado, decidió llevar al Ejecutivo central ante el Tribunal Supremo por la cuestión del agua. El resultado no pudo ser peor para sus intereses: no revertió las encuestas y dinamitó cualquier vínculo sincero con Sánchez. De hecho, la distancia entre ellos el presidente del Gobierno ni trataba de ocultarla en los mítines de las elecciones del 28-M, mostrando una actitud más que fría y haciendo escasas menciones a su anfitrión. Con esos ingredientes se llegó a los comicios, en los que los resultados para Puig son de sobra conocidos.

El socialista Ximo Puig, compareciendo en la noche del 28 de mayoPSPV-PSOE

Con un nuevo panorama a la vista y con una contestación interna tan novedosa como creciente, el ya expresidente de la Generalitat se volcó en cuerpo y alma en recuperar el afecto de su líder, defendiendo como pocos la ley de amnistía. El éxito de esa misión no deja buen balance para Puig. Es cierto que logró la autorización para ser senador por designación autonómica, pero no es menos verdad que ese supuesto premio estuvo muy alejado del que tuvieron otros colegas suyos que, como él, perdieron el puesto en mayo. Estos son los casos de los expresidentes balear y extremeño, Francina Armengol y Guillermo Fernández Vara. Mientras la primera se convirtió en la nueva presidenta del Congreso de los Diputados, el segundo es el vicepresidente segundo del Senado.

Adiós a ser ministro

Por ello, el exalcalde de Morella cambió de objetivo. Tras el 23-J los números daban para que Sánchez revalidara cuatro años en el palacio de la Moncloa, por lo que puso sus ojos en ser ministro. En concreto, su deseo era el de ser titular de la cartera de Política Territorial. Para impulsar su candidatura, Puig y su entorno se encargaron concienzudamente de ensalzar sus méritos y experiencia para optar al cargo. Estaba en todas las quinielas y el optimismo en el PSPV-PSOE era mayúsculo. Sin embargo, toda esa esperanza se tornó frustración: el elegido para el puesto fue el exmandatario canario Ángel Víctor Torres, otro homólogo suyo promocionado.

Varapalo para el socialista valenciano, que vivió en primera persona la expresión de que 'Roma no paga traidores' en versión 'sanchista'. Ante esa decepción, lo que sucedió este sábado en Valencia no fue sino la culminación de lo ineludible, es decir, que en la práctica Puig ya es historia en el partido y el tiempo que ejerza de líder lo hará de forma interina y siempre bajo la tutela de un Santos Cerdán que le acompañó en su despedida en diferido, dando validez a lo que en su día afirmó Alfredo Pérez Rubalcaba de que «en España se entierra muy bien».

No contento con dejarle fuera del Consejo de Ministros, el PSOE designó a Puig presidente de la Comisión de Presupuestos en la Cámara Alta. Puede sonar una responsabilidad muy rimbombante, pero la realidad es que en el Senado el PP cuenta con mayoría absoluta, por lo que la influencia que pudiera tener en la elaboración y el diseño de las cuentas públicas es realmente escasa.

Aún así, el castellonense sigue practicando su particular Manual de Resistencia y ahora aspira a que el Gobierno le busque otro acomodo. Este puede ser el de embajador de España en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). De confirmarse este nombramiento, Puig tendría que dejar no solo su acta de senador, sino también la de diputado autonómico en las Cortes Valencianas.