Pedro Sánchez, junto a Diana Morant y Teresa ribera, en un acto del PSOE para las elecciones europeas, en Valencia

Pedro Sánchez, junto a Diana Morant y Teresa Ribera, en un acto del PSOE para las elecciones europeas, en ValenciaEuropa Press / Rober Solsona

El PSPV-PSOE, ante los nervios de cerrar con las europeas un ciclo electoral de cuatro derrotas en solo un año

La ministra Diana Morant se juega parte de su carrera hacia la Generalitat con la única baza de utilizar un lenguaje guerracivilista y divisorio frente a Carlos Mazón

Las elecciones de este domingo son de carácter europeo, pero los dos principales líderes políticos de España, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, llevan semanas trasladando a la opinión pública que se trata de unos comicios que servirán como una suerte de plebiscito entre ambos.

Así, buscan que se vote como mecanismo para aprobar o rechazar la acción del Gobierno central en la legislatura que arrancó el pasado mes de agosto y que ha traído leyes como la de la amnistía, así como para valorar la respuesta ciudadana ante episodios de presunta corrupción como el caso Koldo (o caso PSOE) o el que afecta a la mujer del socialista, Begoña Gómez.

No obstante, como la política tiene muchas aristas sobre las que analizarla, los resultados del 9-J también van a ser leídos desde otros prismas, como el autonómico. En este caso, uno de los análisis más interesantes recae en la Comunidad Valenciana, una tierra clave para cualquier éxito o fracaso en las urnas, pero que cobra mayor relevancia por la situación institucional en la que vive, con un gobierno de coalición del Partido Popular y Vox y con una secretaria general del PSPV-PSOE como Diana Morant, que además de ser ministra pone a prueba su liderazgo en la federación, la segunda del país.

Discurso diviso y guerracivilista

Para la titular de Ciencia, Innovación y Universidades, su debut en un escrutinio puede ser más que envenenado, puesto que una derrota frente al PP de Carlos Mazón quizás suponga no solo un frenazo en seco a su discurso tan divisivo como guerracivilista, sino también a que su formación en la región pueda cerrar un ciclo electoral nefasto, con cuatro derrotas consecutivas en apenas un año y diez días.

De ser así, tal como apuntan todos los sondeos excepto el CIS del siempre polémico José Félix Tezanos, los socialistas valencianos cerrarían un círculo compuesto por sonoros batacazos en las municipales y regionales de 2023, las generales adelantadas de julio y ahora las comunitarias. Una marca que levantaría ampollas en una organización cuya secretaria general aún se está haciendo al cargo, que ejerce a tiempo parcial, y que complicaría demasiado su carrera hacia el Palau de la Generalitat en 2027.

Pedro Sánchez, junto a Teresa Ribera, Leire Pajín, Diana Morant y Sandrá Gómez, en un acto de las eleciones europeas, en Valencia

Pedro Sánchez, junto a Teresa Ribera, Leire Pajín y Diana Morant, en un acto de las elecciones europeas, en ValenciaEuropa Press / Rober Solsona

El elefante estaría en la habitación y no solo en la de Morant, sino que sería tan grande, y no rosa sino azul, que alcanzaría hasta la planta noble de la sede socialista de Ferraz. Y es que que los ciudadanos de Castellón, Valencia y Alicante apoyaran al centro-derecha automáticamente supondría que entre muchos dirigentes y militantes del PSPV-PSOE cundiera el pánico ante una nueva etapa de rodillo en las urnas por parte de los 'populares' y que, por ende, podría abocar a la ministra y a los suyos a otra travesía en el desierto electoralmente hablando.

Factoría de propaganda de Moncloa

Al igual que en términos electorales Sánchez y Feijóo se han esforzado en cimentar el marco mental de la dicotomía incompatible entre uno o el otro, lo mismo sucede en la Comunidad, donde Morant ha hecho lo propio confrontando con el Consell de Mazón tildándolo, cuanto menos, de fascista. Es por eso que a la socialista únicamente le vale la victoria. Todo lo demás serían excusas.

Si no lo lograse, su relato construido con el inestimable apoyo de la factoría de propaganda del Palacio de la Moncloa recibiría un notable estocazo y quedaría francamente debilitado a las primeras de cambio. Y las heridas en política hay veces que siguen sangrando y no cicatrizan. El mejor ejemplo lo tiene en su propio jefe de filas. Esta situación se vería, si cabe, agravada entre sus críticos, que no son pocos, gracias al dedazo de Sánchez a su favor en unas primarias que jamás llegaron a producirse.

De este modo, si los seguidores de Ximo Puig aprovecharían la eventual derrota para decir que el exsecretario general de la federación sí gano al PP en las europeas de 2019 y que, por tanto, se le prejubiló, los que fueron rivales de Morant lo harían para reivindicar su proyecto frente a uno, el de ella misma en connivencia con todo el oficialismo del PSOE y del ‘sanchismo’, que nacería perdiendo 1-0 antes de saltar al campo y de que suenen los himnos. No le habría dado tiempo ni al saque inicial. Un récord.

En conclusión, quien se la juega es Morant. Lo hace porque su rol como baronesa en el Consejo de Ministros así se lo ha querido hacer cuestionar el mismo presidente del Gobierno y porque, a la par pero no menos importante, su contexto orgánico no es el ideal. Si no consigue ganar, se verá obligada a virar su hoja de ruta, no dejándole más opción que el enésimo cambio en un periodo eminentemente corto para lo recomendable ante la previsible tanta zozobra. Y, además, porque las aguas comenzarían a estar demasiado revueltas y los salvavidas son escasos, más aún en el Titanic del PSPV-PSOE en que Morant y Sánchez pueden seguir actuando como orquesta y plañideras ante un nuevo hundimiento.

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