Entrevista | Escritora
Sandra Aza: «La sangre es tu origen, el principio de todo, y siempre permanece»
La autora de la exitosa novela Libelo de sangre regresa al mundo literario con Estirpe de sangre, que pone el broche a la historia
La autora de la exitosa novela Libelo de sangre, Sandra Aza, regresa al mundo literario con Estirpe de sangre. Una nueva obra que es continuación de la primera y en la que Aza nos descubre el Madrid del siglo XVII. Historia en la que la aristocracia y los bajos fondos se entrelazan en una trama llena de intriga, pasión y secretos, en la que la sangre y las convenciones sociales modelan el destino de los personajes. Fruto de una meticulosa investigación histórica, Aza nos ofrece un retrato vívido de una época marcada por grandes contrastes y en la que el honor, la venganza y el amor son protagonistas. Hablamos con la recién premiada con el premio Odilo a la mejor autora sobre su último trabajo, con el que cierra la bilogía con la que ha irrumpido en el mundo literario.
–Sandra, ¿qué pueden esperar los lectores de Estirpe de sangre?
–Con Estirpe de sangre la historia llega a su fin. Es una bilogía y no habrá tercera parte, aunque para quienes no han leído Libelo de sangre esta es una novela que se puede leer de forma independiente. Si les gusta, siempre pueden volver a la primera parte para descubrir cómo empezó todo.
–La historia sigue estando protagonizada por Alonso. ¿Cómo evoluciona en esta segunda parte de la bilogía?
–Alonso comienza con deseos de venganza, pero su padre lo guía hacia la justicia haciéndole prometer que no esgrimirá espadas, sino leyes, lo que le obliga a armarse de paciencia y emprender un camino largo y difícil hacia la justicia. Para alguien con sed de venganza esto es un verdadero canto a la justicia.
–¿Es su alter ego?
–Sí. Alonso tiene todo de mí y podría ser mi alter ego ya que comparte mi sed de justicia. De hecho, una de las razones por las que estudié Derecho fue porque me indignan las injusticias y creo firmemente en la Justicia.
–En Estirpe de sangre retrata, muy fielmente, al Madrid del siglo XVII.
–Libelo de sangre no me invitaba a hacer un retrato social completo de la época, pero en Estirpe de sangre sí pude hacerlo. Mientras que en el primero la historia se centra en el clero, los bajos fondos y una familia de la clase media, frágil, en el segundo hay un equilibrio entre estos y la aristocracia. Además, incluye el clero, las monjas de la inclusa, el mundo de la mujer, la corte y la educación, creando un microcosmos más completo.
–¿Ha supuesto un desafío adentrarse en este Madrid?
–Lo más difícil fue sumergirme en el mundo de la aristocracia. En Libelo de sangre solo aparecía a pinceladas, pero cuando supe que habría una segunda parte tuve que volver al inicio de la primera historia para sembrar las semillas que luego florecen en Estirpe de sangre.
–En una historia con una ambientación histórica, tan fidedigna, imaginamos que será muy importante el proceso de investigación.
–La documentación es crucial para escribir una novela histórica, no solo para ambientar la historia, sino también para ambientarte. Necesitas sumergirte en la época, olvidarte de la actualidad y empezar a mirar a través de los ojos de los personajes para darles verosimilitud. Debes estar tan abducido, tan inmerso en esa época, que cuando regreses llames de vuestra merced a los de tu alrededor y que te encuentres hablando y pensando como ellos. Para llevar al lector a otra época, primero tienes que haber estado allí.
La evolución de la mujer ha mejorado, pero en algunos países, todavía se vive como en el siglo XVII
–La novela aborda muchos aspectos de la época, entre ellos retrata el papel o cómo trataban a la mujer. ¿Existía alguna posibilidad de que una mujer viviera por sí misma en el siglo XVII o tener un objetivo de vida propio?
–Podía haber casos, pero eran vidas a contracorriente y, muchas veces, clandestinas. Para escapar del destino impuesto, una mujer debía renunciar a su familia y al sistema y, si intentaban huir, podían ser encerradas en un convento de por vida. Algunas, para evitar el matrimonio, afirmaban haber sentido la llamada de Dios y se hacían monjas. Era su única opción. Las mujeres pobres solo podían ser esposas, madres o criadas y, si mendigaban, eran consideradas descarriadas y enviadas a la cárcel. Las mujeres ricas debían casarse, con Dios o con un hombre, y en ambos casos debían pagar dote. Incluso en la clase media, las empresarias no podían gestionar los negocios heredados sin volver a casarse. María Quiñones, la primera impresora en Madrid, en realidad fue quien, junto a su suegra, imprimió El Quijote, aunque su contribución ha sido olvidada.
–Junto a las relaciones entre la aristocracia, con el clero, con el pueblo, Estirpe de sangre también aborda cuestiones como el honor, la venganza… ¿Ha cambiado mucho el concepto de honor en la actualidad respecto al siglo XVII?
–El concepto de honor no está tan arraigado en la actualidad. Ha evolucionado, pero está descafeinado. Antes, insultar a la madre de alguien podía llevarte a un duelo por atentar contra el honor familiar, ya que el apellido era crucial y restaurarlo si se mancillaba era vital. Desde esa perspectiva, es evidente que el sentido del honor ha cambiado. Actualmente, nos enorgullecemos de nuestros apellidos y estirpe, pero ha perdido significado debido a que el contexto es completamente diferente.
–Y, como sociedad, ¿hemos cambiado mucho desde el siglo XVII?
–Sí, especialmente en la evolución del papel o el protagonismo de la mujer en la sociedad. Aunque queda camino por recorrer, la situación ha mejorado, sin embargo, no debemos olvidar que en algunos países todavía se vive como antes, donde las niñas son prometidas al nacer y casadas a los siete años con hombres mayores. La opinión de la mujer no importa; lo fundamental es obtener un apellido que dé lustre al del padre. En el siglo XVII, las mujeres vivían casi como prisioneras, ya que su castidad era un tesoro a proteger, a pesar de que muchos «don juanes» la buscaban como trofeo. Esta condición determinaba su existencia.
Las personas solo hacemos ciertas cosas por quienes llevan nuestra sangre, por nadie más
–¿Se puede escapar de quiénes somos?
–No. La sangre es tu origen, el principio de todo, y siempre permanece. Las personas solo hacemos ciertas cosas por quienes llevan nuestra sangre, por nadie más. La fuerza de la sangre existe, y creo que todos la hemos sentido alguna vez, en algún momento.
–Ha comentado que con Estirpe de sangre concluye la bilogía, pero ¿la historia siempre estuvo pensada como una única novela o decidió seguir con esta segunda parte tras escribir Libelo de sangre?
–Originalmente pensé que sería un solo libro, pero la trama cobró vida, se apoderó de mí y a mitad del proceso me di cuenta de que necesitaba una segunda parte que se complementara con la anterior, con nuevas tramas y aventuras, formando otro universo. Pero, cada novela es, en sí misma, un universo.
Empecé a escribir sin ambiciones y, cuando no esperas nada, no hay posibilidad de que te decepciones
–¿Fue difícil crear esa trama? ¿Fue complicado el proceso?
–Lo más complicado fue seguir la trama. No quería un tercer libro y eso implicaba culminarlo todo, pero había muchas tramas que cerrar. El proceso fue casi mágico porque sentía que la historia ya existía dentro de mí y solo necesitaba el momento adecuado para emerger.
–¿Ha sido una grata experiencia?
–Ha sido una aventura inesperada y maravillosa. Empecé a escribir sin ambiciones y, cuando no esperas nada, no hay posibilidad de que te decepciones, simplemente te dedicas a vivirlo. Nunca pensé que estaría en esta situación, pero así es como ha girado la noria, una noria mágica de sueños. Ojalá no deje de girar. Tanto Libelo de sangre como Estirpe de sangre me han enseñado muchas lecciones, especialmente, de humildad.
–Seguro que ya está pensando en una nueva historia...
–Sí, tengo en mente una tercera novela, pero no será una continuación de lo publicado. Será completamente diferente y, sobre otro, ambientada en momento histórico.