La leyenda alicantina del Negro Lloma, el náufrago supuestamente enterrado junto a Primo de Rivera
Jhon Moore protagonizó titulares por sus enfrentamientos con la policía y, tras su muerte, el destino lo vinculó con el líder falangista al compartir fosa, desatando especulaciones sobre un posible error en el traslado de los restos del político
En el imaginario colectivo de Alicante, la figura del Negro Lloma, conocido en los registros como Jhon Moore, ocupa un lugar tan fascinante como controvertido. Este náufrago de probable origen caribeño marcó un hito como la primera persona negra en obtener estatus de ciudadanía en la ciudad y, además, dio pie a una leyenda insólita: la posibilidad de que sus restos descansen en lugar del líder falangista José Antonio Primo de Rivera.
Jhon Moore, bautizado por la sociedad alicantina como Negro Lloma, llegó a las costas de Alicante en circunstancias que permanecen envueltas en misterio. Se especula que pudo haber sido superviviente del incendio del vapor belga Tiflis en 1915, aunque su presencia ya estaba registrada desde 1914. Según las crónicas, era un personaje singular que vivía a la intemperie, subsistiendo de limosnas y protagonizando episodios pintorescos que lo convirtieron en una figura reconocida, tanto por sus bailes en la Explanada como por sus enfrentamientos con la policía y la chiquillería local.
La expresión «ser más vago que el Negro Lloma» se popularizó en referencia a la supuesta pereza que se atribuía al personaje. Según la leyenda que acompaña al personaje, sus días transcurrían entre paseos por la ciudad, juegos de azar y ocasionales espectáculos callejeros. Sorprendía a los alicantinos con trucos como apagar llamas dentro de su boca tras beber gasolina, lo que contribuyó a su aura casi mística. Pero lo que más llamaba la atención era su actitud estoica: jamás pedía limosna, y si alguna moneda caía al suelo, prefería dejarla antes que agacharse a recogerla. A pesar de la burla constante, el Negro Lloma se ganó un lugar en las Hogueras, apareciendo en numerosos 'ninots' que representaban aspectos de la vida política y social alicantina.
La instauración de la dictadura de Miguel Primo de Rivera en 1923 marcó el inicio de un período especialmente duro para Jhon Moore. La prensa local comenzó a relatar sus frecuentes detenciones, mientras su imagen se consolidaba como la de un paria urbano. Sin embargo, su conexión con la ciudad trascendía la anécdota: su apodo, Lloma, parece vinculado al Club Lloma, antecedente del Hércules Club de Fútbol, cuyo escudo aún conserva trazos de esa herencia cultural.
La polémica del enterramiento
El 31 de octubre de 1936, debilitado por una pulmonía y su adicción al alcohol, el Negro Lloma falleció en el Hospital Provincial. Fue enterrado en una fosa común del cementerio de Alicante, en medio de un clima de creciente tensión política. Solo unas semanas después, el 20 de noviembre, José Antonio Primo de Rivera fue fusilado y enterrado en la misma fosa. Aquí comienza una leyenda que ha persistido durante décadas: la posible confusión entre los restos del líder falangista y los del pintoresco personaje.
Durante la exhumación y traslado de los restos de Primo de Rivera en 1939, se suscitaron rumores entre los presos y el personal del cementerio. La prensa republicana en el exilio no tardó en recoger las sospechas, alimentadas por las irregularidades en la certificación de la muerte del líder falangista y las circunstancias extraordinarias de su ejecución y enterramiento. Así, muchos se preguntaban si pudo el cuerpo del Negro Lloma haber sido confundido con el del político debido a su complexión física.
El peso de la leyenda
Aunque los registros oficiales, como los del conserje del cementerio Tomás Santonja, parecen confirmar que Primo de Rivera fue exhumado correctamente y trasladado a El Escorial con todos los honores, los relatos populares mantuvieron viva la idea de que los restos seleccionados eran, en realidad, los de Jhon Moore. La falta de pruebas forenses en las exhumaciones han dado lugar a una teoría que se ha perpetuado a lo largo del tiempo en la ciudad.
La figura del Negro Lloma encarna la capacidad de la cultura popular para resignificar a sus personajes más marginales. Entre el mito y la historia, Jhon Moore sigue siendo un símbolo de la ciudad, recordado por su singularidad y por las dudas que sugiere la versión oficial de uno de los episodios más emblemáticos del franquismo.