Una campa de coches en Benaguasil, Valencia

Una campa de coches en Benaguasil, ValenciaRober Solsona / Europa Press

Las campas de coches destrozados por la dana se convierten en focos de saqueo: «Roban a plena luz del día»

En un descampado de Paiporta donde se acumulan vehículos siniestrados, roban y desmantelan los coches abandonados

La dana que asoló a la Comunidad Valenciana dejó a su paso calles anegadas, viviendas destruidas y familias despojadas de sus bienes. Sin embargo, la tragedia no solo se ha traducido en daños materiales y pérdidas humanas, sino también en una ola de delincuencia que se inició desde el primer día del desastre y que, a día de hoy, sigue sin control y se extiende a las campas donde reposan los vehículos destrozados por la riada.

Los saqueos, que comenzaron como actos aislados en comercios, viviendas y centros de ayuda humanitaria, se han convertido en un problema estructural que afecta a los vecinos de municipios como Paiporta, Alacuás, Aldaya y Benetúser.

La impunidad con la que operaron los primeros días los delincuentes llevó a los ciudadanos a tomar medidas por su cuenta, formando patrullas nocturnas para proteger sus propiedades ante la inacción de las autoridades. A pesar de los refuerzos policiales, los residentes denuncian que los recursos son insuficientes y que la falta de efectivos ha permitido que los robos se extiendan sin freno.

Los primeros incidentes se registraron en los centros de ayuda habilitados para los damnificados. En Paiporta, donde el auditorio municipal se convirtió en un punto de distribución de alimentos y enseres, los voluntarios se vieron obligados a pedir el DNI a quienes acudían a por suministros debido a la presencia de personas ajenas al municipio que cargaban furgonetas con productos donados.

Campa de coches en Paiporta, Valencia

Campa de coches en Paiporta, Valencia, donde este diario ha presenciado robosMarian Moncho

Los saqueos no tardaron en extenderse a negocios y viviendas. Perfumerías, supermercados, farmacias, estancos, tiendas y un largo etcétera fueron el blanco perfecto para delincuentes que aprovecharon la ausencia de medidas de seguridad. «No dejaron ni un solo perfume en la tienda», relató a este periódico un comerciante de Paiporta que perdió toda su mercancía días después de la tragedia.

En Benetúser, el relato de Ángel Aldama, vecino de la localidad, ha provocado indignación: «Han entrado a robar pisando a dos personas fallecidas». Su testimonio evidencia la falta de humanidad de los saqueadores, que no han dudado en aprovecharse del caos generado por la riada para hacerse con todo lo que encuentran a su paso.

Patrullas vecinales

Los robos en domicilios también han ido en aumento. En muchas zonas, los propietarios han tenido que abandonar sus casas debido a daños estructurales, lo que ha dejado las viviendas a merced de los delincuentes. En la calle Maestro Fortea, en Torrente, los vecinos han protestado contra el Ayuntamiento, denunciando la falta de medias de protección tras ser desalojados. «Llevamos meses pidiendo que cierren un agujero por el que se cuelan los ladrones y no han hecho nada», lamenta una vecina afectada.

Edificio con la puerta reconstruida con celo en Paiporta, Valencia

Edificio con la puerta reconstruida con celo en Paiporta, ValenciaMarian Moncho

Ante la falta de respuesta institucional, los ciudadanos han optado por organizarse. En Paiporta, grupos de vecinos hicieron rondas nocturnas para disuadir a los delincuentes. «Nos quedamos a vigilar porque tenemos miedo de que nos roben lo poco que nos queda», explicó uno de los participantes a El Debate días después de la dana. La situación llegó hasta tal punto que, en una de esas patrullas, los residentes se toparon con un grupo de jóvenes magrebíes armados con catanas y linternas, que recorrían las calles inspeccionando comercios cerrados y casas sin puerta.

A pesar del despliegue que en su momento aseguró la Generalitat Valenciana, más de 10.000 agentes fueron movilizados en toda la Huerta Sur, pero los vecinos denuncian que la presencia policial sigue siendo insuficiente. En Paiporta, fuentes de la Guardia Civil reconocieron que la falta de personal estaba dificultando el control de la situación. «Llevamos trabajando 24 horas sin descanso, hay mucho que hacer y estamos muy cansados, no llegamos a todo», denunció un Guardia Civil de Paiporta días después de la riada.

La consecuencia de esta escasez de efectivos fue un incremento de la criminalidad, con más de 170 detenciones por robos y saqueos en la primera semana tras la catástrofe. Sin embargo, estas cifras no han sido suficientes para frenar la sensación de inseguridad entre los afectados, que temen que la situación se prolongue en el tiempo.

Coches saqueados sin control

Uno de los focos de robos más alarmantes se encuentra en las campas de vehículos, descampados donde han sido depositados los vehículos siniestrados por la dana. En concreto, en un descampado a las afueras de Paiporta, indigentes y saqueadores han encontrado un botín fácil, desvalijando coches que, en muchos casos, aún contienen objetos personales de sus dueños, como ha comprobado este periódico.

«Roban a plena luz del día y nadie les dice nada. Siempre están ahí, y si se cansan se van a otro sitio, pero siempre hay gente buscando a ver si encuentran algo», denuncian testigos. La falta de vigilancia en la zona ha convertido esta campa en un punto caliente para el pillaje, con coches apilados que siguen siendo expoliados sin que nadie lo impida.

Una vecina de Paiporta cuenta a este periódico que han tenido que invertir en medidas de seguridad por los continuos robos en viviendas. «Hemos tenido que poner puertas eléctricas en la entrada del parking que da acceso al edificio porque algunos se cuelan por ahí para robar. Es indignante», asegura esta vecina harta de la inseguridad y la delincuencia.

Mientras las administraciones intentan dar respuesta a las necesidades de los damnificados, los robos siguen siendo una amenaza constante. Los vecinos, cansados de promesas y medidas insuficientes, exigen una respuesta contundente. «No podemos seguir así. La dana nos lo quitó todo y ahora vienen ellos a llevarse lo poco que nos queda», lamenta una residente de Alacuás.

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