Fuerzas Armadas
Observaciones para nuestros políticos sobre un año de guerra en Ucrania
En las primeras horas de la madrugada del jueves 24 de febrero de 2022, tropas aerotransportadas rusas, VDV, y Spetznatz (de operaciones especiales), desembarcaron en el aeropuerto Antonov, a diez kilómetros del centro de Kiev. El asalto se saldó con un sonoro fracaso. Simultáneamente, tropas acorazadas iniciaron su avance desde bases en Bielorrusia y Rusia. En dos días, se encontraban a las puertas de la capital ucraniana.
Al mismo tiempo, otras unidades acorazadas se dirigían desde territorio ruso hacia Járkov, la segunda ciudad ucraniana. En el este, los rusos y sus aliados de las regiones rusófonas, presionaban con el objetivo de conquistar todo el Donbass. Y desde Crimea se extendían hacia el norte, para entrar en el centro de Ucrania, el este y el oeste. La misión era dominar la costa y enlazar con las regiones de Donets y Lugansk, por un lado, y, por otro, alcanzar Odessa y ocupar toda la costa del Mar Negro, llegando a Rumanía (país de la OTAN) y Transnistria.
Desde el verano anterior, los EE.UU. y sus aliados anunciaban periódicamente la acumulación de unidades en las fronteras rusas. De hecho, en los meses de enero y febrero se habían efectuado ejercicios tácticos cerca de ellas. Rusia había explicado que constituían las maniobras rutinarias del ciclo de instrucción de invierno, efectuando ejercicios combinados con el ejército bielorruso. Días antes incluso se había celebrado la finalización de las mismas. El ataque había sido anunciado repetidas veces por el gobierno norteamericano, citando incluso el día: «el miércoles próximo»… Se ve que los programas Pegasus, Echelon y otros, son muy eficaces, que los sistemas de información están bien asentados en el área y… que se habla mucho.
Antes de iniciarse las operaciones de combate se produjeron sendos ataques informáticos masivos sobre redes del gobierno ucraniano, especialmente del Ministerio de Defensa e instituciones bancarias. El plan era bastante convencional y probado: se descabeza la estructura del Estado, se ocupan sus centros de decisión y las áreas más productivas y se acabó el asunto. Los soviéticos lo usaron en Afganistán en 1989 y en otros sitios con éxito notable. Sin embargo, el paseo militar no lo fue tanto. En palabras atribuidas al mariscal de campo prusiano Helmuth von Moltke, «ningún plan de batalla sobrevive jamás al contacto con el enemigo» ...
Los rusos se quedaron atascados en los suburbios al norte y el este de Kiev. El intento de asalto al aeropuerto de Vasykiv, 40 km. al sur de la ciudad también fracasó. Tampoco pudieron cercar Járkov (tan nombrada durante la Segunda guerra mundial o «Gran guerra patria») ni alcanzar la orilla derecha del recodo del Dnieper. Sí consiguieron ocupar en profundidad la costa este y unirse con las tropas amigas, y cruzar el tramo inferior de dicho río. Pero fracasaron en extenderse al suroeste.
Se inició un éxodo masivo: hasta 8 millones de ucranianos, la mayoría mujeres y niños, han abandonado el país. La solidaridad internacional se volcó, no solo para apoyar esos refugiados, sino para dotar al ejército ucraniano: misiles contra carro y antiaéreos, armas de todo tipo, ayuda financiera… Y la diplomacia, renqueante antes del conflicto, entró a jugar en tromba. Aunque con muchas palabras y escasos resultados; curiosamente la ONU, tan locuaz en tantas ocasiones, ha dicho y hecho poco.
Con las armas recibidas y el apoyo en comunicaciones, propaganda, inteligencia, etc., los ucranianos pasaron al contrataque. Expulsaron a los rusos del norte, los alejaron de las cercanías de Járkov, los rechazaron en las zonas del Donbass ocupadas en esta campaña y en el sur los echaron al este del Dniéper. Por ahora el conflicto parece estancado. Los rusos, tras perder (se dice) 1.500 carros, decretar una movilización parcial, reforzarse con milicianos chechenos y sustituir generales, intentan nuevas ofensivas. Los ucranianos piden más armas, más apoyos, más dinero.
No parece que se vislumbre un final próximo de la guerra… ¿O acaso el paseíllo de Biden por Kiev es algo más que una foto para la campaña de la reelección? Ucrania no quiere perder su independencia, ni su territorio; Rusia no quiere perder su prestigio ni «su» territorio. ¿Seguirá el combate hasta que alguno de los contendientes caiga sobre la lona? ¿Qué nuevos conflictos conllevará? ¿Volveremos a la casilla de partida? ¿A cambio de qué? ¿Cuánto nos costará?
Conclusiones
Pero de todo ésto, ¿qué hemos aprendido nosotros? No soy nadie para intuir las conclusiones que nuestros políticos (iba a decir estadistas, pero no veo a ninguno por aquí a mano) o que nuestros militares, extraerán. Espero, «la esperanza es lo último que se pierde», que algo útil harán.
¿Qué he observado yo?:
- Que el fenómeno guerra no se ha extinguido. Que el espejismo de que la guerra convencional generalizada en el territorio europeo había desaparecido en 1945 es… una ilusión.
- Que debemos, como sociedad, estar preparados, moral y técnicamente, para la guerra, para combatirla y ganarla.
- Que la primera fase de la guerra es la consecución de apoyos políticos fiables y operativos.
- Que en la guerra hay daños y se producen bajas, especialmente de los más débiles.
- Que el viejo aforismo sigue siendo cierto: la primera baja de una guerra es la verdad.
- Que la información, en su más amplio sentido, inteligencia, propaganda, etc., es fundamental en la guerra.
- Que la conducción de la guerra es un asunto muy serio que hay que dejar a los que saben.
- Que cualquiera puede ser un estratega o un táctico, pero que las guerras se ganan con la logística.
- Que hay que dominar las tecnologías y aplicarlas. Pero es tan importante o más tener la voluntad de emplearlas y la capacidad de sacrificarse por unos valores.
Mi bola de cristal no da para más. Si alguien lee esto dirá, con razón, que las observaciones son gaseosas, generalistas. Dejo que personas más jóvenes, mejor informadas, con más conocimientos, relacionen cómo debe ser el empleo de los drones, de los carros de combate y medios blindados, de los misiles o los equipos de comunicaciones. Y cómo debe cambiarse el reclutamiento, la formación o la táctica.
Para eso les pagan, les pagamos. A mí me basta con esperar que nadie les tenga que decir: «ya os había avisado»…
Por Manuel Martínez
Coronel (R)