La Trinchera de la Historia
Los héroes de Baler
Descubre un nuevo capítulo de la serie veraniega de El Debate sobre grandes batallas históricas
'La Trinchera de la Historia' ofrece bajo estas líneas una recreación sonora en podcast que puedes disfrutar mientras lees el artículo
En el año 1521 fue Magallanes el primero en llegar a las islas Filipinas. Su nombre, en honor de Felipe II, se lo otorga Villalobos en 1543 y será Legazpi, en 1564, quien las incorpore como provincia a la corona española. Desde ese momento y no sin dificultades, los españoles habían mantenido el archipiélago de Filipinas.
La pérdida de los últimos territorios de ultramar
A finales del S. XIX los últimos territorios en ultramar de la corona: Cuba, Puerto Rico, y Filipinas, comienzan a vislumbrar el final de sus días como provincias españolas.
EE.UU. se hallaba en la génesis del problema. Los americanos deseaban hacerse un hueco en la escala internacional y España representaba un obstáculo para ellos. Desde 1895, las fuerzas independentistas de Cuba estaban enfrentadas con las autoridades españolas. La situación no le era ajena a EE.UU., que decidió mover ficha el 15 de febrero de 1898. El hundimiento del acorazado americano Maine en la bahía de La Habana no fue una casualidad. Pero tampoco fue un atentado español como quiso hacer creer la prensa y la opinión pública norteamericana.
La treta americana era bien clara y el gobierno consiguió la excusa perfecta para intervenir en Cuba. Y no solo en Cuba. También en Filipinas eran bien conocidas las insurrecciones de filipinos contra colonos españoles que venían desarrollándose desde 1896. Se llamaban katipuneros y uno de sus grandes líderes fue Emilio Aguinaldo, exiliado a Hong Kong conforme a lo pactado en Biac-na-Bató en 1897. Este tratado había relajado la situación por ambas partes en Filipinas, pero la llegada de EE.UU. se encargó de alterar las cosas de nuevo.
La batalla naval en el puerto de Cavite el 1 mayo 1898 supuso la derrota de los españoles y abrió la puerta a la presencia estadounidense en Filipinas. La flota del almirante Montojo fue incendiada y el capitán general de Filipinas, Basilio Agustín Dávila, trató de resistir con un reducido grupo de filipinos favorables a España, pero, a falta de apoyos, se vio obligado a rendirse.
El ejército estadounidense liderado por Merritt era una amenaza para los pocos españoles, y filipinos fieles, que aguantaban en Manila bajo la dirección de Basilio Agustín Dávila. La escuadra que venía en auxilio desde Cádiz es detenida en Port Said. La situación es desesperanzadora; el 13 de agosto de 1898 los españoles se rinden ante Merritt.
Se abre una nueva etapa en las relaciones entre España y Estados Unidos y comienzan las negociaciones de paz. Paz que tuvo como núcleo el Tratado que ambas potencias firmaron en París el 10 de diciembre de 1898. Con este acuerdo españoles y estadounidenses ponen fin a la guerra. No obstante, no será hasta el mes de abril del año siguiente cuando este acuerdo entre en vigor. España, derrotada, se vio obligada a acceder a las pretensiones de EE.UU. sobre las Filipinas y cedió la soberanía a los estadounidenses. Asimismo, les entregaron Cuba y Puerto Rico. A cambio recibieron 20 millones de dólares americanos.
Los EE.UU. dejaron de prestar la ayuda hasta entonces ofrecida a los filipinos y éstos se levantaron contra el invasor americano desencadenando la Guerra filipino-estadounidense. Es, en ese contexto bélico, cuando los estadounidenses enviaron el cañonero Yorktown con el objetivo de rescatar a los españoles que aún quedaban en la isla, concretamente en Baler. El desembarco no llegó a efectuarse porque los filipinos lo impidieron. Los de Baler se quedaron sin la ayuda y, también, sin la noticia de lo que estaba sucediendo.
El sitio de Baler
Baler es un pueblo situado en las selvas de la isla de Luzón. La guarnición de Baler estaba formada por 57 militares españoles mandados por el capitán de infantería Enrique de las Morenas y dos segundo teniente, Juan Alonso Zayas y el extremeño Saturnino Martín Cerezo, a los que se unían el oficial médico Rogelio Vigil de Quiñones. Les acompañaban también tres padres franciscanos.
El capitán de la Morenas y sus hombres llegaron a Baler el 12 de febrero de 1898 con provisiones para cuatro meses. En Baler estaban aislados e ignoraban la situación internacional y la derrota de Cavite. El 27 de junio de 1898 se encontraron con que el pueblo entero estaba desierto y, temiendo lo peor, deciden prepararse para lo que pudiera suceder. La guarnición de Baler se acuartela en el edificio más sólido del pueblo, la iglesia. En torno a ella levantaron un perímetro defensivo a modo de trincheras y tapiaron algunas de las ventanas.
El ataque no se hace esperar. El 30 de junio los insurrectos filipinos arremeten contra la iglesia, pero los españoles consiguen rechazarlo. No bastaron los chantajes, las amenazas, el corte de suministros o la falta de alimento. Entre el 1 de julio de 1898 y el 2 de junio 1899, durante 337 días, los soldados españoles defendieron la españolidad de Filipinas tal y como venía recogido en las reales ordenanzas, manteniéndose firmes contra el asedio.
Durante este tiempo, su vida también se ve amenazada no tanto por los ataques de los filipinos sino por las pésimas condiciones vitales; reducidas dimensiones en el interior de la Iglesia para demasiados soldados, carencia de alimentos frescos, falta de vitaminas y ausencia de sal. Como consecuencia, sólo dos españoles murieron víctimas de las balas y es el beriberi, enfermedad derivada por la falta de vitamina B1, quien acabó con la vida de quince de ellos. Ante semejante panorama, el empeño en resistir por parte de los sitiados fue un verdadero acto de heroicidad.
Al comenzar el sitio, el teniente Zayas está al frente del grupo de sitiados pero el 18 de octubre de 1898 fallece a causa de beriberi y se elige a Martín Cerezo para que le suceda.
Un mes después, el capitán de las Morenas, que había jugado un papel fundamental en la organización de la defensa del fortín, muere también a causa de la misma enfermedad. Había que conseguir alimentos frescos lo antes posible. Bajo esta imperiosa necesidad, deciden preparar un incursión con el objetivo de conseguirlos, el 14 de diciembre el cabo José Olivares, zapatero de profesión, ideó una especie de abarcas que usaron los soldados para poder moverse por el suelo embarrado, el caso y los hombres que le acompañaban salieron de la Iglesia según lo planeado y tras el ataque, en el que afortunadamente no hubo bajas humanas, regresaron cargados de las necesarias frutas y vegetales para combatir y ganar al beriberi, mayor enemigo que los propios tagalos. En agradecimiento a esta gesta Vigil de Quiñones le regala su reloj al cabo Olivares.
Saturnino Martín Cerezo escribió las memorias en las que refiere el día a día de los sitiados, que son publicadas a su regreso a España bajo el título El sitio de Baler, notas y recuerdos. En ellas sale a relucir la terquedad del propio Martín Cerezo negándose a aceptar los mensajes que les llegaban del exterior anunciando la derrota española y en donde se les conminaba a rendirse.
Capitulación y regreso
Finalmente se presentó ante la iglesia Cristóbal Aguilar Castañeda, teniente coronel del Estado Mayor para parlamentar con Martín Cerezo y convencerle de que debían retirarse. Sin embargo, no son sus palabras las que quiebran la desconfianza de Martín Cerezo, que se mantiene inquebrantable ante su deber de no rendir el sitio, sino una reseña leída en los periódicos que Aguilar le entrega antes de regresar a Manila y que le hizo ver la veracidad de las noticias que en ellos se publicaban. El 2 de junio de 1899, tras alzar una enseña blanca, los sitiados arriaron la bandera española.
Aguilar Castañeda se vio obligado a regresar de Manila para firmar la capitulación con Simon Tecson, teniente coronel al mando de los filipinos sitiadores. El 7 de junio, los 33 supervivientes emprendieron el camino de regreso a Manila escoltados por los filipinos. El camino fue arduo, y más si se tiene en cuenta el estado famélico en el que se hallaban los españoles. Un mes después llegan por fin a Manila, donde fueron tratados de modo excelente por orden expresa de Aguinaldo. Este no pudo evitar manifestar su admiración por la valentía y heroicidad de estos héroes. Así quedó atestiguado en el Decreto de Tarlac en el que el teniente filipino ordenó que los supervivientes fueran tratados como amigos y no como prisioneros.
Tuvieron que esperar al 29 de julio para emprender el regreso definitivo a su patria. El vapor Alicante los llevó de Manila al puerto de Barcelona, donde atracaron el 1 de septiembre de 1899, siendo recibidos con los honores que merecían. En Madrid los esperaba la regente María Cristina, que ofreció una audiencia para conmemorar su llegada. Los Héroes de Baler obtuvieron 62 Cruces de Plata al Mérito Militar con distintivo rojo, dos Cruces de 1ª clase de María Cristina y cuatro ascensos por méritos de guerra.
Han sido muchos los que, desde entonces, han elogiado la valentía de los héroes de Baler. El propio Azorín reconoció que la hazaña de Baler es «la página más brillante que desde Numancia, sí, desde Numancia, ha escrito el heroísmo español».
Créditos | Los Héroes de Baler
- Dirección: María Sánchez Martínez
- Guion: Luis E. Togores y María Sánchez Martínez
- Producción, locución y diseño sonoro: Rafael Molina Vega