Los 'furanchos': la manera más tradicional de comer en Galicia
Nacieron como una forma de comercializar el excedente de vino producido para consumo propio
Galicia es conocida, entre otras muchas cosas, por su rica gastronomía: por la calidad de sus carnes, pescados y mariscos, todos maridados con excelentes vinos locales. Esto le ha servido para ganarse un reconocimiento en el mundo. Prueba de ellos es la multitud de restaurantes reconocidos por las guías especializadas.
Además de los restaurantes, hay una manera más tradicional de disfrutar de estos manjares gallegos: los furanchos, también conocidos como loureiros, que son unos establecimientos únicos que surgieron de la necesidad de vender el excedente de vino casero fabricado para consumo propio.
En 2012, la Xunta de Galicia reguló estos establecimientos mediante un decreto, en el que se establece que «se consideran furanchos los locales utilizados principalmente como vivienda privada pero donde sus propietarios venden el excedente del vino de la cosecha propia, elaborado en casa para su consumo particular, junto con las tapas que, como productos alimenticios preparados regularmente por ellos, sirvan de acompañamiento», según recoge el Diario Oficial de Galicia (DOG).
En algunas zonas se les denominan también ‘loureiros’, ren referencia al árbol laurel, pues antiguamente, aunque en la actualidad algunos establecimientos mantienen esta costumbre, colocaban una rama de laurel en la puerta de entrada de estos locales para distinguirlos de otro tipo de establecimientos de restauración e indicar, al mismo tiempo, que estaban abiertos.
En esencia, un furancho es una casa particular que habilita su bajo, garaje, galpón o terraza para ofrecer a los visitantes el vino sobrante de la cosecha familiar. Estos establecimientos también sirven comida casera, creando una experiencia gastronómica diferente.
Variedad gastronómica y temporalidad
Los furanchos tienen dos particularidades que los hacen diferentes a otro tipo de locales: Temporalidad o estacionalidad y la variedad gastronómica.
Cada zona de Galicia ofrece su propio «vino de la casa» y una oferta variada de tapas o raciones típicas de la región. Entre los platos más comunes se encuentran la tortilla de patatas, empanada, pimientos de Padrón, sardinas y chocos, entre otros. Cada furancho tiene sus especialidades, lo que añade un atractivo particular y distintivo a cada visita.
La temporada de apertura de los furanchos varía de diciembre a finales del verano, por lo que algunos locales abren durante los meses de invierno, aunque la mayoría lo hace durante la época estival.
Indistintamente de la época del año en la que permanezcan, la legislación establece que no pueden estar abiertos más de tres meses.
Durante el verano, cuando hay una mayor afluencia de turistas, los furanchos aprovechan para abrir y ofrecer sus productos. Sin embargo, debido a las limitaciones de vino, algunos cierran antes de tiempo, al agotar sus existencias.
Visitar un furancho es más que simplemente comer y beber; es un viaje a las raíces de la cultura gallega. Estos establecimientos ofrecen una oportunidad única para experimentar la hospitalidad y la gastronomía de Galicia en su forma más pura y tradicional. Un día en un furancho es sumergirse en la historia y las costumbres del rural gallego ya que estos locales representan la tradición viva de Galicia ofreciendo sus productos en su forma más «enxebre».