Hermano Pascual, el monje cuya vocación monástica le resurgió durante la mili al ver una litografía de Oseira
«Reviví una inquietud que nació en mi primera visita al monasterio años atrás»
En el corazón de Galicia, el monasterio cisterciense de Santa María de Oseira, en Orense, se alza como un refugio de espiritualidad y recogimiento. Entre sus muros centenarios, Pascual Abalo encontró su vocación monástica, un camino inesperado que lo llevó a dejar su vida en Rianxo (La Coruña) para entregarse a la oración y al servicio de la comunidad.
Entre sus muros de piedra y jardines, la vida transcurre al ritmo de los rezos, el trabajo manual y la búsqueda interior. Para el Hermano Pascual, su camino hasta este Oseira fue un viaje tan extraordinario como la fe que lo guía.
El Debate visita este monasterio para hablar con el Hermano Pascual Abalo, este monje rianxeiro que el pasado 5 de mayo, junto al Hermano César Mañueco, recibió el sacramento del orden sacerdotal en una emotiva ceremonia presidida por el Obispo de Orense, el Sr. D. Leonardo Lemos Montanet y rodeados de sus familiares y amigos.
Los próximos días 6 y 8 de diciembre oficiarán su primera misa, días significativos para estos dos monjes que decidieron entregarse a la vida espiritual en Oseira.
El camino hacia la fe: dudas e inquietud
Desde su juventud, el Hermano Pascual Abalo recuerda cómo una «Presencia» lo fue guiando hacia esta vida de oración y contemplación. Aunque inicialmente pensó que su vocación lo llevaría al sacerdocio parroquial, las dudas y las circunstancias lo llevaron por otro camino.
La llamada definitiva ocurrió mientras estudiaba filología gallega en Santiago de Compostela y cumplía con el servicio militar. «Haciendo la mili en un cuartel de Segovia, en el pabellón en el que dormíamos los soldados, había una fotografía enmarcada de cada región de España: Unos yates representaban a Canarias, unos naranjos a Valencia, y así con cada comunidad autónoma de España. Galicia aparecía representada por el monasterio de Oseira al que yo había ido un año antes en peregrinación».
Fue entonces cuando, esa litografía despertó en él recuerdos y una inquietud especial que ya había nacido en su primera visita al monasterio años atrás. Ese lugar había dejado una huella en su vida, había quedado anclado en su interior como un recuerdo que lo marcó profundamente.
«La primera vez que visité el monasterio de Oseira, fue tras leer una publicación en un periódico con ocasión de la muerte de Graham Green, en el que aparecían fotografías del escritor con Leopoldo Durán en la hospedería del monasterio, además de el Padre David y el Padre Damián Yañez, quienes unos años después me iban a acoger en comunidad», recuerda Pascual.
Un viaje que no estuvo exento de convertirse en una aventura, tal y como nos confiesa el monje gallego: «Lo hice a dedo, con mi mochila; desde mi pueblo de Rianxo (La Coruña) dando un rodeo por el Grove y la Lanzada (Pontevedra), y finalmente desde Carballiño (Orense) en autobús». El impacto de aquella experiencia fue tan fuerte que acabó determinando su destino.
El Hermano Pascual admite que su decisión no fue producto de un momento puntual, sino de un proceso: «La vocación es fruto de un diálogo entre Dios y yo, y por tanto un acontecimiento que me marca para siempre»; por lo que no se puede reducir a razones psicológicas o biográficas.
A lo que añade: «No hubo ningún episodio en mi vida que me haya marcado para que tomase este camino hace treinta años, por lo que se puede decir que lo mío fue vocación, una elección que dio sentido a mi vida».
Pero sin embargo, no fue un camino exento de retos ni dudas. A los 26 años, Pascual comenzó esta nueva vida con entusiasmo, aunque también «con cierta inmadurez», nos asegura. Ahora, con 56 años, recuerda aquella etapa como un periodo en el que estaba «encinta de Dios», mientras enfrentaba las complejidades de su fe.
Ahora, como sacerdote y encargado de la formación de los novicios, ha encontrado un propósito en compartir su experiencia y guiar a los nuevos miembros en su propia búsqueda espiritual.
Los nervios de la primera misa
El pasado 5 de mayo, los Hermanos Pascual Abalo y César Mañueco vivieron uno de los días más importantes de sus vidas: La ordenación diaconal.
La ceremonia, presidida por el obispo de Orense, Leonardo Lemos Montanet, estuvo llena de emotividad y espiritualidad. Amigos y familiares viajaron desde Rianxo y Palencia para acompañarlos en este momento tan especial.
Pascual recuerda aquel día con gratitud pues «en la ordenación diaconal no esperábamos que hubiera tanta gente». En cuanto al acto del día 6 de diciembre reconoce que «creo será un acto muy concurrido también y es algo que nos asusta un poco aunque la Iglesia es muy amplia y cabe mucha gente».
Por otra parte, aunque pueda parecer un poco extraño por la región en la que viven, confiesa que otra de sus preocupaciones es «la lluvia y el frío»; pero a pesar de todo esto, está seguro que «se presenta una ceremonia muy animada y con mucho fervor religioso».
Además, para esa fecha ambos monjes se preparan para celebrar sus primeras misas. Mientras que César Mañueco será el encargado de oficiar la del día 7 de diciembre, Pascual hará lo propio el 8 de diciembre, un día muy especial para él porque además es su cumpleaños.
Aún así Pascual nos reconoce que estos días previos a la fecha «los estoy viviendo con un poco de estrés, pero con mucho gozo, porque son muchas las personas las que se han ilusionado con nuestra Ordenación. Pienso que el pueblo de Dios hay un hambre de celebración, de compartir juntos. La fe está más viva que nunca».
Resurgimiento de la vida monástica
El equilibrio entre tradición y modernidad sigue siendo un desafío para comunidades como la de Oseira, que en los últimos años ha comenzado a experimentar un cierto movimiento vocacional inesperado.
Con más de tres décadas dedicadas a la vida monástica, el Hermano Pascual Abalo ha encontrado una nueva misión como guía de los novicios. Su experiencia como formador le permite compartir no solo su fe, sino también las lecciones aprendidas en su propio camino espiritual.
Sobre los aspirantes que llegan al monasterio, el Hermano Pascual reflexiona con agudeza: «En los más jóvenes vemos mucha pasión y convicciones fuertes, a veces reactivas, que primero hay que sanar. En cambio, en las personas más mayores, cuarentones que ya han explorado lo que la vida ofrece fuera, llegan buscando una conversión más serena».
En cuanto al futuro del monasterio, aunque los monjes más ancianos superan los setenta años, Pascual se muestra optimista. Tres miembros de la comunidad son relativamente jóvenes, y el interés reciente por la vida monástica ha traído nuevos aires al lugar. «Tal vez pueda salvarse una generación más de presencia monástica en nuestro monasterio», afirma con optimismo.