Consecuencias de la falta de agua en el sector agrario
La sequía persistente causa estragos en el campo cordobés
La escasez de lluvias otoñales hacen que las siembras de cereales de invierno se estén retrasando en la campiña cordobesa mientras que el olivar, acusa un 65% de bajada en el rendimiento.
Las próximas cosechas de cereales no pintan bien para los agricultores que ven cómo la escasez de lluvias otoñales, junto con el alto coste de los insumos, hacen que las siembras previstas de invierno se estén retrasando en la campiña cordobesa.
Esta delicada situación no pasa desapercibida en asociaciones sectoriales como Asaja donde su presidente, Ignacio Fernández de Mesa, admite que «existe cierta preocupación entre los agricultores» ya que puede repetirse la situación de la campaña pasada cuando se tuvieron que comenzar las siembras en seco, lo que conlleva el riesgo de no tener una buena sementera.
De este modo, si no llueve pronto, «muchos de los agricultores que están aguantando, y por tanto retrasando la siembra, tendrán que hacerlo sin más remedio y sin que existan en el suelo las condiciones ideales para un correcto desarrollo de las semillas», dificultándose la siembra un poco más donde antes había girasol y quedaron restos de cosecha que no pudieron ser destruidos.
Fernández de Mesa destaca que a esta situación se le añaden nuevas dificultades derivadas de la fuerte subida de costes que están registrando ciertos insumos, como los abonos, semillas, fitosanitarios y el gasóleo, «que se encuentran disparados y subiendo progresivamente».
De hecho, si se comparan los gastos de esta campaña con respecto a la situación de hace un año, el coste del gasóleo se ha incrementado en un 13,5%, pasando de 86 céntimos el litro a 1,03 céntimos. Por otro lado, el precio del abono ha pasado de 780 euros/tn a 1.030 euros/tn, lo que supone un 38 % respecto al año anterior. Pero sin lugar a dudas, el gasto en semillas es el que más se ha incrementado, pasando de 0,415 euros/kg a 0,715 euros/kg, es decir un 72 % más.
La secretaria provincial en Córdoba de COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos), Carmen Quintero, ve «muy normal» el retraso en la campaña de siembra de cereal, «la tierra está seca y no hay previsión de lluvia, las tierras están vacías, incluso las de regadío» subraya. Se trata de una situación en la que los agricultores «tienen dotación de agua sin gastar». Para Quintero, la «mala gestión del agua» que hace la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir y las comunidades de regantes, «están condenando a los productores a la ruina». Una situación en la que la sequía persistente «tampoco ayuda».
El secretario general de UPA (Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos) en Córdoba, Miguel Cobos, incide en que son «todos los sectores de la provincia» los que están sufriendo las consecuencias de la falta de lluvia. «En lo que llevamos de año hidrológico se han recogido unos 55 litros, eso es un auténtico disparate», lamenta. Con unas semillas entre un 50 y un 70% más caras respecto al año anterior, el agricultor no se atreve a plantarlas ya porque «puede ser que llueva poco, las semillas germinen pero sin la suficiente humedad como para que agarren, acabando la cosecha desperdiciada», explica. El trigo duro y blando, la avena o la cebada deberían ya estar sembrados pero, sin embargo, no lo están.
La situación del olivar
Ningún cultivo escapa al estrés hídrico que se está padeciendo en el campo. El sector olivarero ha acusado una bajada del rendimiento de un 65% tal y como apunta Carmen Quintero quien especifica que «en los olivares nuevos se está recolectado la cosecha pero los [olivares] más viejos están deshidratados y no se están recolectando». Esto viene dado por un hueso más gordo que el de la campaña pasada y una aceituna que no tiene carne, «los productores de este tipo de olivar ni tienen kilos ni tienen rendimiento, por lo que la estimación del aforo de la Junta es erróneo ya que se estima que sea mucho más» afirma.
La producción de aceite de este año es un 50% inferior a su predecesora, con unas 150.000 toneladas [de aceite] frente a las 300.000 anteriores. Esta situación tiene numerosas consecuencias, tanto económicas para el agricultor, como sociales para los trabajadores eventuales del campo, ya que se necesitarán menos peonadas y con ello, menos jornales.
La situación «ventajosa» de todo esto es la subida de precio del aceite de oliva que, tal y como señala Miguel Cobos, «están desconocidos, por encima de los cinco euros el virgen extra». Unas tarifas que, también en consecuencia y a su juicio «hacen que muchos consumidores se retiren y opten por otros tipos de grasas». Recuerda el secretario general de UPA que en el año 2.005 se sufrió una subida de precios similar a la actual que se tradujo en una pérdida de consumidores en torno al 20 o 30% que se pasaron a otros aceites, como el de girasol. Una situación en la que advierte, «es muy difícil recuperar a ese mercado que se ha perdido».
Respecto a las ayudas para el sector, matiza Cobos que las que hay, del Gobierno Central y de la Junta de Andalucía, «están dirigidas a producciones muy concretas, sectores minoritarios como por ejemplo la uva o los cítricos y sobre todo, a ganadería, ovino, vacuno y caprino, que buena falta les hace también». En este sentido apunta que sectores de peso en agricultura como es el olivar «no han recibido ningún tipo de ayudas, ni del Ministerio ni de la Consejería».
A todo ello añade la secretaria provincial de COAG, «la fiebre del olivar super intensivo» del que ha dicho «es nocivo para el modelo agrícola y social de nuestra provincia» pues hace que la sostenibilidad del sector «sea difícil de mantener». «Nos encontramos ante una situación sin precedentes» ha añadido.
En cuanto a la subida de los costes, para Quintero una posible solución pasa por que la Administración ponga en marcha la digitalización de los contratos y el observatorio de costes, que en coordinación con las Comunidades Autónomas «hará posible poner blanco sobre negro y que los productores no vendamos nuestros productos por debajo del coste de producción». Esto tendría que ir acompañado «del control en las fronteras y el control en los puertos», algo para lo que hace falta «unidad aduanera» y control por parte de la Unión Europea y sus países miembro. «Hace falta proteger nuestro modelo productivo y garantizar la soberanía alimentaria» ha concluido.