Raúl Mayoral, abogado y empresario
«No convoco a un grupo de camorristas para pelear sino a luchadores de ideas»
Tiene publicado un libro, Pregón de combate para jóvenes de espíritu, que ha presentado en Córdoba y que anima a batallar frente a la imposición cultural y política de esta época
Esta entrevista se realiza unos días antes del triunfo electoral del norteamericano Donald Trump, un resultado que, según muchos analistas, tiene bastante que ver con lo que Raúl Mayoral (Talavera de la Reina, Toledo, 1966) aborda en su libro: la batalla cultural. Frente a una sociedad manejada por propuestas demenciales, identidades falsas y un totalitarismo vestido de terciopelo, millones de electores allí han decidido elegir una alternativa a la locura en la que se ha sumido no sólo EEUU sino gran parte del mundo occidental.
Si a los que plantan cara ante esto se les tilda de ultraconservadores y reaccionarios, solo hay que ver las reacciones (salvajes) que los derrotados están mostrando en los medios y redes sociales. No conciben desde su cosmovisión totalitaria la disidencia a sus discursos ni, por supuesto, que la discrepancia se traduzca en acción.
Lo que Mayoral hace con su libro es precisamente una llamada para actuar. Ofrece argumentos para que puedan ser utilizados, no sin antes contextualizar esta ola de demencia e imposición. Y lo más importante es que recuerda a los católicos como él que poseen desde hace miles de años el arma pacífica más poderosa: el propio catolicismo y la doctrina social de la Iglesia.
- Usted realiza un diagnóstico ya conocido y abordado por otros autores que no está de más recordar, pero ¿qué hay de novedad en este ‘Pregón de combate’?
- Yo diría que es un tema muy manido el de la batalla cultural porque los católicos siempre han dado esa batalla, aunque hay que decir que hay un momento en que el cristiano no la da y es el primer caso de corrección política, que es cuando Simón Pedro , antes de que cante el gallo, niega tres veces al Maestro galileo. Ese es el primer caso de corrección política que se conoce en la historia. Es el primer caso y el único en donde la iglesia, o el cristiano, no da la batalla cultural, porque a partir de ahí el cristianismo no calló. La novedad que yo incluyo en este libro, quizás sea la manera en cómo aporto un halo de esperanza para poder plantar cara a esta cultura irracional, este mundo convulso en el que estamos. Yo sostengo que lo primero que debemos hacer los cristianos, pero también cualquier persona amante de la libertad, aunque no sea creyente, es tener la convicción de que estamos en una contienda ideológica. No convoco a un grupo de camorristas para pelear sino a luchadores de ideas por así decirlo, soldados que tienen que debatir.
Entonces lo primero que hay que hacer es tener la convicción de que estamos en una batalla cultural. Dicen los militares que el primer requisito para ganar una guerra es saber que estamos en una guerra. El segundo requisito, utilizando la frase de San Juan Pablo II, es que no debemos tener miedo, y a partir de ahí lo que debemos de hacer es formarnos, porque el gran problema que tenemos los católicos en España es la falta de formación, y es incomprensible porque atesoramos un depósito de sabiduría que nos da respuesta a cómo afrontar los desafíos en los que estamos inmersos, que es la doctrina social de la iglesia. La doctrina social de la iglesia, como digo, es capaz de orientarnos para dar la solución que buscamos, la brújula, esa guía que necesitamos para dirigirnos, para movernos en este mundo, en nuestro GPS, por así decirlo. Y luego tenemos que ser coherentes con nuestra fe, porque claro, es muy fácil ser católico en nuestros hogares, en las parroquias, incluso en los colegios católicos a donde llevamos a nuestros hijos, pero es muy difícil ser católico cuando uno sale ahí a la plaza pública y se tiene que confrontar con quien no piensa como nosotros y además está dispuesto a hacernos callar, a imponernos silencio o a imponernos otra cosmovisión del mundo diferente a la nuestra. Por lo tanto, es necesaria la coherencia. Tenemos un deber de coherencia y de conciencia.
Y luego tenemos derechos, el derecho a la libertad, y porque tenemos derecho a la libertad tenemos también la responsabilidad de participar en la vida pública, de comprometernos en la vida pública y de dialogar con aquellos que no piensan como nosotros. Si hacemos eso, si somos coherentes, empezaremos a ser ejemplares y si somos ejemplares empezaremos a ser influyentes, porque de eso se trata. El católico tiene que ser influyente en la vida pública, no solamente en la política o en la cultura, también en los medios de comunicación, en la economía, en la diplomacia, hasta en los deportes. Decía Benedicto XVI que el católico tiene que estar presente hasta en el deporte, y ahora hemos tenido en estos últimos meses a un seleccionador nacional de fútbol que ha manifestado públicamente su fe católica, o hemos tenido recientemente a un campeón como es Topuria, que ha dado las gracias al Señor por el triunfo que ha tenido.
- En el mapa de operaciones que traza en el libro, en ese campo de batalla, están la política, la economía y la cultura, además de los medios de comunicación. ¿Actúan todos ellos como vasos comunicantes?
- Sí. Vamos a ver, la batalla es sobre todo en el mundo de los medios de comunicación y de la educación. Es curioso, yo hace unos días daba una charla a universitarios de la Cardenal Herrera - CEU de Valencia, y estaban presentes estudiantes de Periodismo, de Comunicación Audiovisual, de Marketing, Publicidad y hasta de Magisterio. Y empezaba mi intervención diciendo que qué curioso que todos, cuando terminen la carrera y tengan ya el acceso a la profesión van a utilizar la palabra. Y les prevenía de que hoy día el lenguaje está siendo objeto de deformación, de manipulación, de tergiversación, de corrupción. La palabra ya no significa lo que siempre ha significado y por eso hay que tener cuidado. Les mencionaba una frase de Stalin que decía que de todos los monopolios de los que disfruta el Estado, el más importante es el monopolio sobre la definición de las palabras. Y decía Stalin que el arma esencial para la política era el diccionario. Con eso ya está dicho todo. ¿Son vasos comunicantes? Pues sí, porque al final en política, en economía, en medios de comunicación, el lenguaje es nuestro instrumento de comunicación. Y claro, si ese instrumento está manipulado, entonces al final nos encontramos con una manipulación informativa, con un control digital, con incluso una ingeniería social. Todas esas áreas, por supuesto, están hilvanadas, están interconectadas, pero donde se juega la batalla cultural importante es en la educación, no en la política.
Jacques Julliard, un intelectual francés que falleció el año pasado, escribió un libro en 2015 que se titulaba Se acabó la escuela. Él veía con mucha tristeza la decadencia a la que habían conducido a la escuela francesa la ideología y la pedagogía progresista. Él era un hombre de izquierdas, pero decía que en materia de educación había que ser conservador y de derechas. En ese libro cuenta que el espacio donde se juega la sociedad del mañana no son unas elecciones políticas sino la escuela. Ese es el espacio donde hay que librar el combate por la defensa de la civilización.
- ¿La tecnología propicia el pensamiento único frente al crítico?
- Yo la llamo el gas paralizante. La dictadura del algoritmo nos controla, nos distrae y nos enferma, sobre todo a ese sector juvenil que empieza a tener problemas de salud mental, de ansiedad, de depresiones. Gramsci es un poco el padre de todo a lo que nos enfrentamos en esta batalla cultural. Y tiene una anécdota que suelo contar. Cuando estaba en prisión en las cárceles del fascismo y tenían los presos políticos un rato libre, les dejaban ojear los periódicos, o ir a la biblioteca. Y se quejaba de que los activistas políticos que estaban encerrados con él se iban derechos al periódico deportivo, a La Gazzetta dello Sport. Y entonces les reprochaba que si eran activistas políticos, no debían distraerse con el deporte o con el fútbol, sino leer la columna de su ideólogo, la que hubiera escrito sobre cualquier cuestión de actualidad en aquella época. Creo que ahí se da cuenta de cómo se pueden distraer a las masas y al final Gramsci actúa siempre en dos campos, en los medios de comunicación y la educación. Y siempre pensó que dominando esas dos facetas se conseguiría cambiar la sociedad y destruir Occidente, que era lo que pretendía.
- Memoria histórica, ideología de género y cambio climático. Las tres doctrinas laicas indiscutibles.
- Los tres arietes que están intentando derribar los portones, efectivamente.
- Dogmas de fe, de alguna manera.
- Pues claro. Es que como yo sostengo en el libro, con la ideología de género se está alterando todo el sistema de procreación natural, se están desordenando los sexos y se está dinamitando la familia. Porque esa es la pieza a batir, la familia. Con la memoria histórica se está cambiando el relato porque quien controla el pasado termina controlando también el futuro. Y con el cambio climático, el mito del cambio climático. Porque yo sostengo que la acción del hombre sobre la naturaleza está provocando cambios en el calentamiento global, pero no admito esas teorías catastrofistas y apocalípticas de que se acaba el mundo, de que dentro de diez años no habrá recursos naturales para la humanidad. En fin, eso es un negocio. Sirve para enriquecer a unos cuantos y nos están atemorizando. Es la teoría del rebaño. Estamos atemorizados, mientras unos pocos son los que disfrutan realmente y además sacan pingües beneficios. La teoría del cambio climático además persigue la creación de una religión que yo llamo al revés porque se pretende sustituir a la religión católica con una pseudo-religión, una falsa religión que atribuye divinidad a la Tierra. Hay que hacer un culto sobre la diosa Tierra y eso es una forma de paganismo como lo es también el animalismo, con el que el hombre se equipara ya a los animales incluso por debajo, porque vemos cómo se exige proteger las crías de animales pero en cambio se admite ya destruir al feto humano. Es realmente una religión al revés. Tienen ahí a sus apóstoles y tienen sus liturgias.
Con la memoria histórica se está cambiando el relato porque quien controla el pasado termina controlando también el futuro.
Pero ese ha sido el devenir de la historia de la Iglesia católica durante 2.000 años. Se ha intentado echarla abajo, expulsarla de la pista. Hubo un imperio que al final cayó, y otro que sucumbió ante el cristianismo. Uno es el imperio romano y el otro imperio que también fue derribado fue el soviético. Pero sí es cierto que el enemigo de la Iglesia siempre ha querido usurpar su lugar, ocupar su poder, su área de influencia, para crear una religión con toda esa matraca del hombre nuevo, del paraíso en la tierra.
- El comunismo es eso.
- El nacionalsocialismo también. Yo cuento en el libro que ese afán mimético que tuvo, por ejemplo, la Revolución Francesa, la Ilustración, con ese lema de libertad, igualdad y fraternidad, está copiado del mensaje salvífico de Jesucristo. Pero es que además la administración pública que surge de la Ilustración y de la Revolución Francesa, para los que hemos estudiado Derecho sabemos que fue una estructura de mando y de gestión que intentó copiar e imitar todo el poder jerárquico de la Iglesia. El poder civil es una copia del poder religioso. Luego vino la masonería, otro intento también de acabar con la Iglesia católica. Y el nacionalsocialismo tiene una cosa peculiar, y es que está además comprobado que las SS tenían una estructura jerárquica copiada de la Compañía de Jesús. Siempre se ha intentado imitar a la Iglesia.
- Ha dicho, y así lo aborda en el libro, que la familia es la pieza a abatir. La figura del padre cada vez está más debilitada y sobre todo, pocas familias puede haber si se prima el aborto, a lo que hay que añadir el fomento de la eutanasia. Son paradigmas impuestos no solo contra la familia sino contra la vida, en definitiva.
- Vuelvo a hablar de Gramsci porque él se da cuenta de que la familia es muy importante para los fieles católicos, la familia a imagen de la familia de Nazaret. Él sostiene que a través de los medios de comunicación ,a través de la educación, de la cultura, se puede acabar con la familia. Toman el relevo la Escuela de Frankfurt cuando sus miembros emigran a Estados Unidos . Curiosamente todos eran un grupo de intelectuales de izquierdas, la mayoría de ellos comunistas que huyen cuando Hitler llega al poder, pero no se exilian a la Unión Soviética, sino a Estados Unidos, y allí encuentran acomodo en algunas universidades americanas, principalmente en la de Columbia, donde el claustro era mayoritariamente comunista. Ellos aplican la teoría de Gramsci con el objetivo de destruir a la familia a través de la cultura, la educación y los medios de comunicación. El Mayo del 68 es la eclosión de todo aquello. El movimiento woke que hay en Estados Unidos en la actualidad proviene de ahí. La figura del padre se minimiza o ataca porque, como me dijo una vez un sacerdote, destruyendo la figura del padre lo que se pretende es destruir es la figura de Cristo. También afecta a la mujer, a la maternidad en concreto. La mujer-madre tiene mala prensa. De hecho, el otro día observaba en el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla que ya no hay planta de maternidad sino ‘Area de la mujer’. Se ha cambiado el nombre. Por eso una vez más es el lenguaje es tan importante como le decía antes. Por ejemplo, se emplea el término ‘ reproducción’, propio del mundo animal. El ser humano lo que ha utilizado siempre es la palabra ‘gestación’. Hasta en ello hay ese intento de equipararnos con los animales. Respecto al aborto y la eutanasia, están las leyes despenalizadoras, como yo las llamo. Es curioso que ahora se habla también de ‘la muerte dulce’. Son palabras o definiciones, como interrupción del embarazo, que suenan bien.
Luego tenemos también la educación. En el apartado de ‘Nuestra ciudadela’ que es la familia, la vida y la educación hablo de ella porque le doy una importancia tremenda, como te he dicho antes. La escuela es el campo donde nos jugamos la sociedad del mañana. A las nuevas generaciones se les está adoctrinando. Se está introduciendo la ideología de género, todo el tema de la memoria histórica, toda la corrección política… En fin, la escuela ya no es lo que fue. Ya no hay talento ni esfuerzo, todo es entretenimiento, todo es juego. Porque el talento les resulta elitista. Es la pedagogía que yo llamo pedante. El padre Ayala, fundador de la Asociación Católica de Propagandistas, en su famoso libro Formación de Selectos habla, en los años 40, de una pedagogía a la que llama pedante, y yo retomo el nombre y además reivindico ese adjetivo, porque es lo que está sucediendo ahora. Al niño debe respetarse su personalidad, según consideran, el libre desarrollo de su personalidad, que no puede ser coartado por el profesor. Ni siquiera los padres tienen que impedir ese libre desarrollo de la personalidad. Ha quebrado el principio de autoridad, por supuesto en la familia, pero también en la escuela. El orden, la disciplina y la obediencia son contradictorios a esa idea de libertad. Todo eso es la pedagogía pedante, como decía el padre Ayala, que va camino de destrozar la escuela, como ya lo dijo Jacques Julliard, del que antes he mencionado su libro Se acabó la escuela. Se acabó la escuela en Francia, y aquí en España vamos por el mismo camino.
Aplican la teoría de Gramsci con el objetivo de destruir a la familia a través de la cultura, la educación y los medios de comunicación.
- Muchas voces críticas alertan sobre el suicidio de Europa . ¿Por qué Europa ha elegido este camino?
- Hay occidentales que no quieren a Occidente. El suicidio de Occidente es un libro de Alicia Delibes. Tuve el honor de que me presentara em libro en Madrid, en un acto junto con Esperanza Aguirre, dos hercúleas pensadoras liberales y defensoras de la libertad. Occidente es que ha perdido su identidad, ha perdido su misión. Juan Pablo II tiene una frase: « Europa, vuelve a encontrarte, sé tú misma», porque ya observaba hace 25 años que estábamos abandonando los principios, los valores que hicieron fuerte a Occidente. Son los principios de la libertad ,de la humanidad. Ahora ya todo es relativo. Nos encontramos en una sociedad nihilista, materialista, hedonista, donde todo vale. Es necesario un rearme moral y la defensa de la libertad, que son los dos pilares de Europa con los que se ha exportado democracia y pensamiento a otros continentes.
- Anima usted a la acción en coherencia con los principios católicos y las convicciones. Dice además que la indiferencia y el pesimismo no son actitudes cristianas.
- Sigue siendo el gran reto para el cristiano, y el católico en particular, entrar en ese campo de batalla a pesar del precio que en muchas ocasiones hay que pagar. Porque hay un precio que pagar, efectivamente,y es dejar la comodidad, acabar con nuestros miedos. El católico no entra en el combate cultural por falta de formación, por ignorancia. En segundo lugar, por miedo y cobardía. Pero en tercer lugar, y esto es peor, por indiferencia. La indiferencia no es cristiana. Lo peor que puede tener un cristiano es ser indiferente a lo que está ocurriendo a su alrededor, y a esa indiferencia se llega por dos vías: por el pesimismo «Nada puede hacerse», y el escepticismo, «Nada debe hacerse». Yo intento a través del libro, sobre todo, dar argumentos a los jóvenes, darles cierto criterio para que tengan juicio crítico y puedan enfrentarse a lo que hay a su alrededor, esta cultura disparatada, este mundo irracional, porque principalmente los jóvenes son los más expuestos a ese vapuleo, a ese zarandeo. Es básico que al menos no caigan en la indiferencia. Uno puede tener miedo, cobardía o ignorancia pero no caigamos en la indiferencia.