De comienzo en comienzoElena Murillo

Zapatero, a tus zapatos

«El refranero español, tan rico en expresiones, es fuente de la sabiduría del pueblo»

Actualizada 04:30

Todos tenemos cerca o hemos tratado con alguna persona que, por su forma de ser o quizá más por su forma de actuar, la definiríamos como un personaje. Estas personas se caracterizan por su intervención peculiar ante cualquier tema que se plantea. Son esos individuos que no ignoran nada, aquellos que proporcionan argumentos a cualquier asunto indicando que saben más que nadie sobre lo planteado. De ahí que les venga como anillo al dedo el refrán de «zapatero, a tus zapatos» o algunos sinónimos de éste como el caso de «la misa dígala el cura» o «cada uno en su negocio sabe más que otro», con lo que sería conveniente que cada cual se dedicara a opinar de lo que entiende y no a «meterse en camisa de once varas», es decir, no tratar aquello que ni le va ni le viene. De todos es comprendido que «quien más sabe, menos presume», pero eso queda para los humildes.

Hay quien tiene salidas para todo y utiliza estos proverbios cuando surge la ocasión. El refranero español, tan rico en expresiones, es fuente de la sabiduría del pueblo. Puede ser que desde que era pequeña escuché muchos de estos dichos o simplemente que sentí curiosidad por todo lo que encierran; sea lo que fuere, siempre los he considerado como un recurso útil tanto en el día a día como dentro del aula.

Siguiendo con la idea primera, hay sabiondos que se atreven con lo que les echen. Ya se sabe que «la práctica hace maestros» puesto que se va adquiriendo experiencia, pero de ahí a aventurarse con la primera tarea que se presente con tal de aparentar y congraciarse con otros, hay un trecho. Les viene bien a muchos eso de «a la vejez, viruelas» porque los hay que son capaces de embarcarse incluso en empresas que no tocan, pero claro, como «en el mundo de los ciegos, el tuerto es el rey» se sienten orgullosos ante los palmeros que alaban su osadía. Y es que todo tiene su ocasión; por eso «hay tiempos de hablar y tiempos de callar».

Algunas veces habría que recordar que «al médico, confesor y letrado, hay que hablarles claro» pues en determinadas situaciones llegan ciertas dificultades en las que se ha de recurrir a ellos. Aunque está claro que «en tiempo de higos no hay amigos», se acaba descubriendo que «el amigo leal, más que en el bien te acompaña en el mal».

En una época en la que «cada día que amanece, el número de los tontos crece», conviene estar seguro de uno mismo, actuar con coherencia y aunque siempre existirán los que «se meten en todos los charcos», tener presente que «quien da a tiempo un buen consejo, da mucho más que si diera dinero».

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