La pubertad
«Nunca pasa nada, todo está bien, sigamos. Esa es la máxima y en el Córdoba CF se ha aplicado esta semana hasta el extremo»
Corría por la banda cuando probé a hacerme un autopase. La primera parte de la operación para sortear al defensa salió bien, pero fue un espejismo. El balón quedó más largo de la cuenta, y antes de que llegara al esférico, el lateral se materializó como una aparición fantasmal, golpeó la bola con fuerza inusitada y el despeje se estrelló contra mí, por debajo de la boca del estómago.
Tenía 14 años y el terreno de juego era el campo de tierra de los Salesianos (ese que ya no existe). Jugábamos uno de esos torneos entre clases y cursos, no sé si por Don Bosco o María Auxiliadora. Lo que sí recuerdo es que, tras encajar el golpe, corrí un par de metros y me caí de boca contra el albero, como el novillero que recibe su primera cogida.
Cuando me rehice, se formó un corrillo a mi alrededor y a todos les decía, «tranquilos, estoy bien». Era como un mecanismo de autodefensa, si fingía que no había dolor no es que fuer más varonil, pero con suerte nadie se reiría de mí.
Ese proceso mental tiene toda su lógica cuando vives la pubertad con dificultades existenciales, pero chirría cuando cuando el que lo usa de esta tapa de la adolescencia ya no le queda ni el recuerdo. Y eso en el fútbol pasa con una cotidianidad que lo hace norma.
Los futbolistas viven en una pubertad eterna y los directivos, casi que también. Buscan la excusa y su capacidad de autocrítica es la misma que la de cualquier político y, en definitiva, del conjunto de la sociedad en la que habitan.
Nunca pasa nada, todo está bien, sigamos. Esa es la máxima y en el Córdoba CF se ha aplicado esta semana hasta el extremo. Primero fue el CEO el que dijo que -tras perder tres de cuatro partido- que todo va bien, que han visto los errores y los están corrigiendo. Pero, ¿cómo se corrige a un equipo medianito si no es fichando en la próxima ventana? Pues no se corrige, es una patada hacia delante, un despeje precipitado en una rueda de prensa inoportuna.
Luego vino uno de los capitanes, que se vino arriba y dijo que estaba feliz con el juego. Y, aunque el juego vaya de ganar y no lo practiques como el Manchester City o el Arsenal, da lo mismo, la felicidad la encuentra uno donde quiere. Además dijo que tienen un plan y que lo están cumpliendo. Por lo que lo mismo es que se están dejando perder en los primeros partidos para dar ventaja a los rivales y que l emoción sea más grande cuando ganen. Aunque, puede ser, solo es una posibilidad, que estén en la pubertad y como dije cuando me dieron el balonazo ahí abajo, «estoy bien, tranquilos», aunque me dolía a rabiar.