La culpa fue de Walt DisneyBlas Jesús Muñoz

Los árboles, una milonga vegetal

«El socialista quiere un árbol por persona en Córdoba, que cada cordobés tenga su propia sombra y no se sabe si, de camino, en su árbol grabe su nombre dentro de un corazón con una flecha»

Actualizada 05:10

La memoria es una amante cruel y, en ocasiones, no ve muertos (como el niño del Sexto Sentido), sino que evoca situaciones y mensajes apocalípticos y no, precisamente, aquellos que antes salían diciendo que Nostradamus había profetizado esto o aquello.

A primeros de los ’90, no sé cuántas veces escuché en los telediarios que Cádiz iba a desaparecer por la subida del nivel del mar. Entonces, los catastrofistas climáticos pregonaban su alarma con el agujero de la capa de Ozono, que era como si a Batman le hacían un roto en sus alas de murciélago y se estamparía desde una cornisa de Gotham, pues nosotros nos abrasaríamos por el ozono y perderíamos nuestras playas.

En aquel tiempo, los gurús decían que usar desodorante de spray era anatema. La culpa, como ahora con la temperatura del aire acondicionado, era del ciudadano de a pie y los profetas eran los autoproclamados progresistas, Napoleones contemporáneos.

Luego ya vino el cambio, climático, y su retahíla de desgracias venideras. Cada tromba de agua es la peor en 50 años (con lo que queda claro que hace medio siglo cayó otra igual), cada mes y estación son los más cálidos (o el segundo o el tercero); en cada parte meteorológico las temperaturas son más bajas o altas de lo habitual en esa época del año (por eso existen las medias y la estadística se estudia); y ya los mapas de temperatura no se dibujan con rojos, sino con morados que descomponen el cuerpo del más templado.

Y en Córdoba no somos una excepción, ya que tenemos a nuestro particular hombre del tiempo, Antonio Hurtado. Pero al portavoz del PSOE en Capitulares no le gusta ser un sujeto al uso y usa las temperaturas (las altas) para ejercer de ingeniero forestal y mostrar su preocupación porque en Córdoba hay pocos árboles y él los quiere plantar a granel. No se sabe si lanzando semillas desde hidroaviones del Infoca.

Hurtado ha puesto en el centro del debate político la masa arbórea (que no se lleve a equívoco ningún cofrade, que no habla de los arbóreos de un misterio). El socialista quiere un árbol por persona en Córdoba, que cada cordobés tenga su propia sombra y no se sabe si, de camino, en su árbol grabe su nombre dentro de un corazón con una flecha.

El portavoz socialista se afana con los árboles y, así, por pintoresco que parezca, no tiene que hablar de amnistías y, de camino, vota en contra de su partido en el Ayuntamiento pidiendo que los peajes en las autovías no se impongan. Pero no hay problema, porque la masa arbórea lo salvará de que le hagan un Nicolás Redondo y, quién sabe, si Sánchez sobrevive en la Moncloa, lo mismo le dan un cargo mejor sin tener que salir de Córdoba.

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