El empleo público crece el doble que el privado, con las micropymes estancadas
Uno de cada cuatro empleos creados desde el final de 2019 es público. Esta dinámica es insostenible en el largo plazo
El Gobierno se congratula por los máximos históricos que viene alcanzando la afiliación a la Seguridad Social. Que esos máximos se han alcanzado, es indiscutible; otra cosa es que todos los nuevos empleos sean sostenibles.
Para ver el impacto de las políticas del Gobierno sanchista-leninista, analizaremos las variaciones entre el último trimestre de 2019 y el tercero de 2024. Es decir, cómo ha evolucionado el empleo entre el trimestre inmediato anterior al estallido de la pandemia y la actualidad.
El mercado laboral se divide en tres segmentos principales: autónomos (16 % del total), asalariados del sector público (14 % de todo el empleo) y empleados del sector privado*, que son el grupo más importante (70 % restante). Recordemos que los salarios públicos son pagados con los impuestos del sector privado. Así, estrictamente, los empleados públicos no pagan impuestos: su IRPF y cotizaciones son descuentos hechos a una nómina financiada totalmente por el sector privado.
Pese al alza del PIB, no hay sensación de bonanza porque hay 6,4 millones de trabajadores en dificultades
Desde 2019, el número de afiliados aumentó un 9,5 %, equivalente a 1,85 millones de empleos. El primer síntoma inquietante es que el empleo público creció el doble que el empleo total, +18,2 %, por la contratación de 468.700 personas. Uno de cada cuatro empleos creados desde el final de 2019 es público.
Dentro del sector privado, el número de autónomos está estancado (+3,2 %), mientras que el de ocupados en relación de dependencia creció moderadamente (+9,4 %). Son 104.800 autónomos y 1,28 millones de asalariados más que en 2019.
Esta dinámica es insostenible en el largo plazo: el empleo público no puede crecer indefinidamente al doble de velocidad que el empleo privado. La dinámica es más preocupante cuando desglosamos el crecimiento del empleo asalariado privado según el tamaño de las empresas.
Ese crecimiento del 9,4 % desde 2019 en la cantidad de empleados del sector privado encierra realidades diametralmente opuestas: desde un aumento del 20,1 % en las grandes empresas hasta una variación nula en las microempresas (son aquellas con hasta 9 empleados). Entre ambos extremos, las compañías medianas aumentaron sus plantillas un 11,2 % (tienen entre 50 y 249 asalariados), en tanto que las pequeñas (entre 10 y 49 empleados) lo hicieron un 5,8 %.
Las grandes empresas contrataron 1,13 millones de personas (64 % del total), las medianas incorporaron 279.100 empleados (16 % de las nuevas contrataciones), mientras que las pequeñas hicieron lo propio con 350.900 personas (20 % del total). En cambio, en las microempresas hay 450 empleados menos que en 2019.
Muchas empresas no han contratado ni un empleado en cinco años porque el Gobierno las aplasta con la subida de cotizaciones, el IRPF no se corrige por la inflación y, en particular, por el exagerado incremento del salario mínimo
Esto explica por qué, pese a los máximos de afiliación y las sucesivas revisiones al alza del crecimiento del PIB, no hay una sensación de bonanza: hay 6,4 millones (3,4 millones de autónomos y 3 millones de asalariados en micropymes) que están en dificultades. No contrataron ni un empleado en cinco años porque el Gobierno las aplasta con la subida de cotizaciones, el IRPF que no se corrige por la inflación y, en particular, con el exagerado incremento del salario mínimo. El mismo salario mínimo de 1.134 euros equivale al 67 % del salario medio de las empresas pequeñas, pero al 49 % de la remuneración promedio de las grandes. Como proporcionalmente a su productividad es mucho más caro contratar para las microempresas, no han sumado ni un empleo en un lustro. A ellas podríamos añadir los 6,3 millones que trabajan en empresas pequeñas, cuya situación media tampoco es boyante.
La situación real del empleo es peor. Entre un 15 % y un 20 % del mayor empleo privado lo explica el personal de reemplazo debido a que las bajas por enfermedad duran más que nunca. Eso permite contar dos ocupados por un mismo empleo: el que trabaja y el que está de baja. Otra parte, difícil de cuantificar, pero existente, se debe a nuevas contrataciones para cumplir con la avalancha normativa (compliance).
En tiempos de ZP, España también era vista como la «campeona» del empleo en Europa. Pero muchos empleos, creados por la burbuja de crédito y deuda privada, se revelaron insostenibles. Ahora es el aumento de la deuda pública lo que estimula la demanda y da lugar a la creación de empleo artificial. El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero si es socialista, tres veces o más.
*Nótese que en ningún caso me refiero a los asalariados como «trabajadores». No lo hago porque es una denominación de raíz marxista, según la cual solo el asalariado «trabaja» mientras que el empleador «explota». Aunque es evidente que tanto empleador como asalariado «trabajan», la inercia, erróneamente, mantiene la denominación «trabajador» o, en su variante «con perspectiva de género», «persona trabajadora». Invito al lector a sumarse al empeño por desterrar este error de nuestro léxico.
Diego Barceló Larran es director de Barceló & asociados (@diebarcelo)