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Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Pobrecilla, la cándida y amable Pilar Alegría

Una vez más estamos ante la piel de melocotón impostada y el doble rasero de la izquierda

Actualizada 12:46

Las redes sociales han sido, como tantas innovaciones, buenas y malas. Positivas, porque se convierten en un ágora abierta a todo tipo de opiniones, dando salida a realidades que antaño eran silenciadas por los medios convencionales (véase, por ejemplo, la quiebra en su día de las cajas de ahorros: era del dominio público que estaban tocadas, pero los medios lo opacaban, por la sencilla razón de que eran rehenes de su publicidad). Pero las redes son al tiempo nocivas, porque sitúan en un plano de igualdad las opiniones cualificadas y el exabrupto ignaro de quienes nada saben. Además, en la práctica ofrecen barra libre para el insulto y la difamación.

Si un periodista de un periódico insulta de manera gruesa a una persona, o a una institución, se arriesga a una denuncia en los juzgados, porque existen unas leyes que regulan el derecho al honor y a las que los medios de comunicación convencionales tienen que atenerse. Sin embargo, en las redes sociales, propiedad de lejanos monopolistas estadounidenses, impera todavía una suerte de ley de la jungla. Solo ahora se están empezando a juzgar las salvajadas que allí se sueltan. Pero aún así, en esas plataformas sigue imperando una suerte de barra libre para el desbarre insultivo y el pisoteo del honor ajeno.

A poco que tengas un perfil público estás expuesto a que te pongan a parir en Twitter, ahora llamado X. No soy más que un periodista de clase media, pero si echo una rápida ojeada a X, puedo constatar que en los últimos días algunos desaprensivos que pululan por allí me han dedicado, entre otros, los siguientes homenajes: fascista, imbécil oscuro, facherío patrio, tonto desde que tus padres eran novios, inútil, pedorro, ventosidad, saco de mierda, gilipollas, manda a tu madre a la mierda… Y hay más, es solo una selección. ¿Me agrada? No. ¿Me molesta? Pues sí. ¿Me gustaría denunciar a los cobardes que ocultos bajo la máscara de un seudónimo me difaman gratuitamente? Desde luego, pero cualquier abogado con el que tanteas el tema te explica que es casi imposible ponerle el cascabel al gato ante un insulto en internet.

El test que acabo de hacer en mi caso lo hago ahora con Isabel Ayuso, la presidenta de Madrid. En una rapidísima ojeada en X veo que la llaman, entre otras lindezas: corrupta asesina, cómplice de Sánchez, sinvergüenza, lunática, fascista, poseída, la que ha acabado con todos los ancianos… etc.

Vamos ahora con un personaje más inocuo, Cuca Gamarra, una centrista poco polémica. La llaman: bicho malo, personaje perverso, Cuca la guarra, cucaracha, mentirosa, ser despreciable, la maldad en el rostro, la niña del exorcista, idiota. Amén de numerosas ofensas sexuales y escatológicas que no voy a reproducir.

¿Y qué dice el PSOE ante todos esos insultos a mujeres destacadas de un partido adversario del suyo? Pues nada, por supuesto. Ni un comentario, y mucho menos una condena. ¿Y qué dicen las agredidas? Pues nada tampoco, pues por desgracia hoy se da por supuesto que si pisas el escenario público quedas expuesto al escupitajo dialéctico de la selva digital.

Por eso supone una magna hipocresía que un personaje que hace gala de un colmillo tan revirado como Pilar Alegría salga a llorar por las esquinas porque los zulús habituales que circulan por Twitter/X se han cebado con ella, a raíz de que estuvo hospedada en el parador de Teruel en la misma fecha en que presuntamente el inefable Ábalos organizó una de sus fiestuquis pasadas de rosca.

Pobrecilla la cándida y amable Pilar Alegría, paradigma de ecuanimidad, tolerancia y juego limpio. Una vez más -ay- asistimos a la doble vara de medir de la izquierda, que hace gala de una delicadísima piel de melotocón con lo suyo, pero que se recubre con una gruesa coraza de insensibilidad ante lo ajeno.

Pilar, tila y reflexión. Aquí nos conocemos ya todos, todas y todes, por lo que me temo que das tanta pena como ninguna. Si queréis elevar el nivel del diálogo público, lo cual estaría muy bien, lo tenéis bien fácil: podéis empezar por ponerle el bozal a los Óscar (Puente y López), faltones oficiales del reino y adalides entusiastas de la caspilla carpetovetónica. Y en cuanto al machismo, tómate un café con tu compañero Ábalos, o con tu jefe, y te explican de qué va realmente el PSOE…

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