El retraso del tren y el de la especie
La especie humana es obediente. Puedes someterla a una situación surrealista y no protesta. Esto debe obedecer a una suerte de tic heredado del confinamiento y de que el comunismo chino va prosperando. El marxismo-leninismo es lo que tiene, que empiezan diciéndote que eres el culpable del cambio climático por poner el aire acondicionado, te culpan de la sequía por beber mucha agua y acaban diciéndote lo que tienes que comer (véase el Nutri-Score), beber (impuestos al alcohol y las bebidas azucaradas) y acaban indicándote amablemente a dónde debes ir de vacaciones.
Con esos ingredientes, nadie se atreve ya a chistar y menos a protestar. El ejemplo lo viví esta misma semana en la estación de tren de Córdoba, con el servicio de la empresa pública de ferrocarril que, como lo del resto del Estado, funciona mal, ya que no se puede esperar el bien de un lugar donde el sistema clientelar medieval sigue funcionando con la precisión quirúrgica del primer día.
Así, alrededor de 300 personas (diga lo que diga Renfe) esperábamos en el andén a que llegara el Media Distancia, con la incertidumbre de saber si, como es habitual, fallaría cual escopeta de feria. Y vaya si falló.
Primero, porque en el andén estábamos más de 300, los que íbamos para Sevilla y Cádiz y los que esperaban al que se dirigía hacia Jaén, que llevaba hora y diecisiete minutos de retraso. Y, segundo, porque bajaron a los que iban para Jaén (después de subirlos) y nos montaron a nosotros. Una hora con un ‘enciende y apaga’ del motor y del aire acondicionado, hasta que la interventora pasó para indicarnos que nos bajáramos y que fuéramos a Atención al Cliente a que nos reubicaran, «que ese tren ya no salía».
La segregación moderna y menos sudafricana llegó cuando nos colocaron en dos filas, una para los de Sevilla y otra para los de Cádiz. Los miarmas tuvieron la suerte del AVE, nosotros la del InterCity, denominado Torre del Oro, que me recordó a mis viajes a Barcelona de los 80. El Torre del Oro llegó media hora tarde, sin aire acondicionado hasta Sevilla (será por eso que ponen en los trenes la pegatina de sostenible, en color verde campo) y con los asientos duplicados y echándonos a suertes dónde carajo nos sentábamos. Casi a las diez de la noche llegamos a San Fernando.
Seis horitas de aventura y nadie resopló, salvo la revisora a la que le comunicamos que los billetes estaban duplicados. La culpa, claro está, era nuestra por existir, del Iryo por hacer la competencia y de Cádiz por no tener vías de alta velocidad. La avería del aire acondicionado, por culpa de que en Córdoba haga calor en verano. Y de la tardanza la tiene todo el que se calla y no se lamenta de vivir en un país roto, en el que te fríen a impuestos y los servicios públicos que pagas dos veces (con los impuestos y el billete) sean una basura
¿Quién tiene el retraso?