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Contundencia y unidad

Actualizada 00:12

Ayer sábado el secretario general del Partido Popular andaluz, Antonio Repullo, vino a Córdoba a decirnos lo que ya se sabe desde hace meses y algunos medios vienen denunciando: la reforma del delito de sedición, primero, y el de malversación, en el mismo paquete, si a alguien beneficia es a los golpistas catalanes y a condenados por la justicia como el socialista Griñán, que podría no solo no cumplir la pena, sino aparecer a ojos de la opinión pública como alguien «que no se ha llevado nada», como de facto ya se presenta. Una opinión pública que parece ser que tiene muy claro que hay corrupciones buenas y malas. Entre las buenas está el favorecer políticamente un entramado con dinero público que se le ha quitado a los desempleados andaluces para perpetuarse en el poder comprando voluntades. Como eso no ha significado llevarse dinero a casa, pues la opinión pública lo da por válido. La gran maquinaria mediática hará el resto, y así se escribe un nuevo capítulo en la historia de la manipulación de masas, además de la jurídica.

Insiste el señor Repullo en algo que le caracteriza como político y sobre todo define a la línea moderada de su partido: en que denunciando esto «no hay señalamiento personal contra nadie”, pero sí exigen “que las condenas judiciales se cumplan». Y no es necesario que nos recuerden que, en efecto, esto no es algo personal, aunque no ha sido así desde la orilla de enfrente, cuando se ha perseguido personalmente a Rita Barberá, Camps, al propio Rajoy o a Isabel Díaz Ayuso en la actualidad. O a Moreno, si se diera la circunstancia. Para ellos sí es personal y no dudan en emplear todos los medios a su alcance para fusilar en vida a quien haga falta y que no participe de su sectario sentido de la política. Decir esto puede resultar incómodo para los oídos de algunos populares tan empeñados en la altura de miras y en el fair play. Evidentemente no hay color entre una postura y otra y siempre es preferible la elegancia y sentido de la política de Repullo que de, por ejemplo, un Simancas cualquiera.

Pero tal y como está el patio y dada la gravedad del asunto y la situación a la que nos está llevando Pedro Sánchez, sus acólitos y el silencio cómplice de gran parte de la sociedad española, a veces hay que ser más contundente en los hechos que se esperan de una oposición valiente y seria y no quedarnos en elegantes declaraciones de sufrientes escandalizados.

Porque puede parecer que en vez de luchar contra lo que se denuncia, se está nadando mientras se guarda la ropa. Y eso sí que hace mella en la opinión pública que es consciente del riesgo que padecemos. Y provoca un desánimo y una anhedonia de la que Pedro Sánchez, y el socialismo en general, saben aprovecharse perfectamente. Es necesaria esa contundencia y sobre todo la unidad de todos los que defienden la democracia y el estado de derecho, con su garante y necesaria división de poderes. Y aquí sí hay que dejar los personalismos fuera.

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