Nueva cita con las urnas
Sin tiempo para reflexionar sobre las últimas elecciones, celebradas hace apenas diez días, la maquinaria se ha reiniciado para poner en marcha un nuevo proceso. No ha habido tiempo de hacer un «reseteo» en nuestro disco duro interno porque inmediatamente hemos sido llamados a una próxima cita electoral. Y, como la realidad es la que manda, no cabe más que aceptar tal decreto y ejercer un derecho que atesoramos como ciudadanos y que se traduce en el ejercicio del voto.
Es evidente que la polémica esté servida porque la convocatoria tiene lugar en plena temporada de las vacaciones de verano y, claro, surgen los condicionantes, desconfianzas y argumentos personales que va esgrimiendo cada cual, por supuesto arrimando el ascua a su sardina: si pido el voto por correo, no me nombran para una mesa; si tengo un viaje programado, me aceptan la alegación; si voto por correo, a saber si éste llega a su destino o no…; y, así, entre dimes y diretes, van transcurriendo estos primeros días del calendario electoral. Dimes y diretes que intentan evitar por todos los medios pasar el suplicio de la canícula pegado a una silla en alguna de las mesas electorales que se nombrarán a tal efecto. Por cierto, el sorteo que designará a los afortunados se celebrará entre los días 24 y 28 próximos.
A propósito de este asunto y, en cumplimiento de mi deber como ciudadana, me correspondió ser miembro de una mesa electoral en las recientemente pasadas elecciones municipales, y fui consciente de la escasa formación que reciben los presidentes más allá de unas instrucciones de actuación recogidas en un pequeño folleto; todo ello unido a la patente incompetencia que muchas veces revelan los representantes de la Administración designados en los colegios; y sin dejar atrás la ignorancia de muchos ciudadanos que no saben ni siquiera lo más básico, qué están votando, unos por falta de información y otros por falta de interés. Sin embargo, gracias a la responsabilidad y buena voluntad de personas inexpertas, estas jornadas se desarrollan y salen adelante con una normalidad absoluta.
Si tuviera que describir un día en una mesa electoral, lo consideraría como un evento social, un punto de encuentro de las personas que conforman un barrio concreto dentro de la ciudad. Vecinos, amigos y conocidos que entran y salen, que se saludan, que se alegran por la coincidencia en un mismo lugar; mayores, jóvenes que ejercen su derecho por primera vez y niños que, con justificada curiosidad, quieren formar parte de algo más que un acontecimiento comunitario. Prefiero no opinar sobre otros niños que también acompañan a sus padres en estas lides pero en un lugar que no les corresponde.
Participar en unas elecciones no deja de ser una experiencia más de tantas como acontecen en nuestra vida.