De comienzo en comienzoElena Murillo

50 años de vocación salesiana

«La vocación recibida en la fe y cultivada en la oración ha dado fruto abundante»

Actualizada 05:00

Según crecemos en edad y experiencia, nos vamos dando cuenta de la importancia que tiene celebrar cada acontecimiento que creemos relevante, convirtiéndolo en una forma de agradecer cada día vivido y compartiéndolo con quienes nos rodean y nos quieren. Aun siendo todos los momentos importantes, o así deberíamos considerarlos, siempre se presta mayor atención a fechas que son redondas y a aquellas que reflejan el aniversario de una entrega plena al servicio de una parcela concreta de la sociedad. A eso quiero dedicar hoy este espacio, esta pequeña ventana que me permite la mayoría de las veces rendir pequeños homenajes a seres queridos, a eventos destacados o simplemente a dar rienda suelta a la reflexión personal.

En estos días, un miembro de mi familia cumple 50 años como salesiano; una elección de vida que lo ha llevado a una entrega generosa e íntegra para y por los jóvenes, siguiendo el estilo de Don Bosco, en las diferentes comunidades a las que la congregación lo ha ido destinando. La vocación nace y se hace. Nace en el seno de la persona y se afianza con el paso de los años. La de Teodoro nació con prontitud. Quizá las hondas convicciones religiosas vividas en el seno de una humilde familia residente en una aldea mellariense hicieron todo más fácil, ya que siendo un niño partió hacia Montilla para iniciar una aventura que con la estela que deja el paso del tiempo se fue extendiendo hasta abarcar toda una vida.

Teodoro ha sido fiel permanentemente al estilo pastoral, a la identidad específica de la pedagogía salesiana. Su vida se ha desarrollado en las aulas, en la alegría que proporciona el patio del colegio, junto a los muchachos, a pesar de que muchas veces el tiempo lo hayan ocupado otras tareas de carácter burocrático cuando le tocó estar en órganos de dirección. Con la sensación certera de ver al que ha cumplido su misión, ahora le toca vivir una nueva etapa, más relajada, alejada del papel protagonista que viene adjunto a los cargos de responsabilidad.

A Teodoro nunca le ha faltado la empatía a la hora de servir a los demás, pues siempre ha primado su convencimiento y una pasión desmesurada por la labor ejercida. Dedicando la vida a Dios a través del servicio desinteresado a los jóvenes, sobre todo a los que poseen una situación menos favorable, han transcurrido sus días en tantas localidades de Andalucía o Extremadura.

La vocación recibida en la fe y cultivada en la oración ha dado fruto abundante. Felicidades Teodoro. A seguir celebrando la vida en clave salesiana.

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